domingo, 1 de octubre de 2017

Lógica de la sexuación III: No hay relación/proporción sexual





Lógica de la sexuación III: No hay relación/proporción sexual



Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés



A Pia… que rige el viento de Alemania a La Paz


«Señores, ¿os gustaría escuchar una hermosa historia de amor y de muerte? Es de Tristán y de la reina Isolda. Sabréis del goce y del dolor con que se amaron y cómo murieron, en el mismo día, él por ella, ella por él.»

Tristán e Isolda de Joseph Bèdier

Introducción

Amor y muerte, no es una extraña combinación, es más bien una mezcla exitosa, es aquello que se encuentra en el orden ineluctable del inconsciente, del destino, puesto que “no hay relación/proporción sexual” (1). En entradas anteriores (Lógica de la sexuación I y II) ya revisamos las maneras en que la sexuación toma a eso que es un supuesto: el sujeto; nos falta ahora comprender cómo esas dos particiones, (partición en francés es partage, sustantivo de partager que es tanto compartir como repartir), comparten un tiempo en común que nada tiene de idílico, siendo una de las razones por las que las historias de amor y de muerte están en la base de la ilusión novelesca, “¿de dónde viene ese encanto?”, se pregunta Denis de Rougemont (2), según él, en la pregunta se puede descubrir algo para la definición de la “conciencia occidental”.

Afirma Denis de Rougemont —que parece freudiano— que un “amor feliz no tiene historia”, únicamente el amor condenado a terminar de la forma más abrupta y dolorosa es novelesco, es decir, merece una Historia, ya que toda unión amorosa está signada por la pasión, por el sufrimiento. ¿Qué secreto guarda este gusto por el dolor, ya que toda pasión de amor nos lleva a una desgracia? ¿Por qué “preferimos lo que nos hiere y nos exalta”? —se pregunta Rougemont. Él mismo parece contestar estas preguntas cuando sostiene que la literatura escribe en prosa y en verso la infracción a la ley, transformando en farsa el tormento obsesivo del amor; escribe Rougemont: “¿No será un intento de evadirse de su horrorosa realidad? Convertir la situación en mística o en farsesca es siempre reconocer que es insoportable.”

Entre los dos sexos (Lacan se pregunta: ¿Por qué sólo hay dos y no tres?), se da un impasse colosal, una imposibilidad que Lacan sitúa en el orden de lo Real, ese escollo queda velado por el amor. El amor vela la no-relación-sexual.

Dentro de las múltiples negaciones —negación en el sentido que este término tiene en el discurso matemático— Lacan da mucho énfasis a: “No hay relación sexual” (“Il n’y a pas de rapport sexuel”, Lacan, Passim), en sus trabajos finales. Analizaremos aquí esta negación en su último escrito: L`Étourdit, traducido como El atolondradicho (3)

Primera aproximación

La primera vez que Lacan se aproxima con suficiente concentración a la fórmula “no hay relación sexual en el ser hablante”, se da en el seminario titulado: De un discurso que no fuera del semblante (4), allí es, a la vez, cuando comienza su elaboración teórica que desembocará en sus fórmulas de la sexuación. En la sesión del 17 de febrero de 1971, Lacan explica la noción de escritura que conviene al psicoanálisis, en la que utiliza la escritura china como una muestra de que la escritura dice sin decir, aunque no se encuentra de acuerdo con la primacía que le daba cierto pensamiento filosófico de la época, por ejemplo Derrida; allí, Lacan, después de plantear su noción de escritura respecto del psicoanálisis, se refiere al falo, dirigiendo a su auditorio a la revisión de su texto “La dirección de la cura …”, declara que el yin y el yang, tan apreciados por el pensamiento occidental como los principios macho y hembra, no son sino la elucubración de varias culturas en la bipartición de los sexos, siendo su modelo general. Frente a esto Lacan afirma que es insostenible mantener esta dualidad como suficiente.

Su propuesta es que la función del falo, tan poco comprendido, vendría a romper la dualidad de ese ordenamiento rígido, tan común a casi todas las culturas, habrá que repetir, quizá hasta el cansancio, que el falo nada tiene que ver con el órgano llamado pene, ni con su fisiología, tampoco a lo que atañe a su función en la reproducción, la función del falo tiene que ver con el goce. Es el goce diferente del placer sexual, el goce es lo que instaura la verdad en la función del falo.

Para Lacan el lenguaje se inserta allí donde falla la relación sexual, en el lugar donde el falo (como órgano) separa el “ser” y el “tener”, el lenguaje introduce allí no los términos macho y hembra, sino la “elección” entre ser y tener. Con el lenguaje viene la sustitución de la relación sexual por la “ley sexual”, aquella que proviene, a su vez, de la interdicción y que funda el deseo.

La “función del falo”, como tal, es decir, como función matemática, enlaza entonces, no dos pares de opuestos: hombres y mujeres, sino los parlêtre (los seres hablantes) y el goce. Desde este momento la “función fálica” relaciona a los parlêtre con su goce.

Lacan, construye así, una manera de diferenciar a hombres y mujeres sin recurrir ni a la biología, ni a las religiones, es decir, sin recurrir a ningún dato primario. No se trata pues, de algo que sobre o que falte en uno u otro lado entre hombres y mujeres, no hay un rasgo distintivo que dé cuenta de la diferencia de los seres sexuados, lo que hay es la imposible relación entre la diferencia y lo propio. Lacan sostiene que si negamos “Hombre” pasamos al lado “Mujer”, pero si negamos “Mujer”, nada nos garantiza que pasaremos al lado “Hombre”, pues si negamos la presencia de algo resulta su falta, en cambio, si negamos su ausencia no podemos saber si encontraríamos un rasgo, cualquiera que este fuera, o nada, sólo en la posición de un conjunto cerrado y predeterminado podrían haber dos subconjuntos: Hombre y Mujer, tal que todo lo que no esté de un lado estará del otro.

La mujer no-toda

Lacan demolerá la lógica de las oposiciones de Aristóteles en lo referido a la diferenciación sexual, negándose a admitir los presupuestos de partición entre Hombre y Mujer, fundados en esas dualidades tan comunes en las religiones y visiones culturales (incluida la “ciencia”): yin y yang; con miembro y sin miembro; cromosómica, etc., recurriendo a los cimientos lógicos de tales proposiciones, pues encuentra, en el binarismo de la lógica, el “género”, en oposición de lo sexuado.

Allí, en los cimientos lógicos, Lacan hallará, basándose en el descubrimiento de Russell: la inexistencia del conjunto de todos los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos, paradoja que no quiere decir que no existan tales conjuntos, sino que no pueden ser agrupados mediante un rasgo común, de la misma manera Lacan parte del lado derecho de sus fórmulas de la sexuación, no para negar la existencia de cada mujer, sino para negar que La Mujer exista, que la “esencia” de Mujer es inexistente, que “todas” no pueden agruparse más que en el mito, donde “todas” pertenecen al Padre totémico de Freud, mientras que la interdicción, la prohibición del incesto permite que ellas pierdan cualquier rasgo que pudiera colectivizarlas, lo que quiere decir que hay una existencia sin esencia.

La deconstrucción de las esencias “Hombre”, “Mujer”, lleva a Lacan a afirmar la inexistencia de la relación sexual.



No hay relación/proporción sexual (“Il n’y a pas de rapport sexuel”)

Lacan sostiene esta afirmación que, como otras, al mismo tiempo de renovar el pensamiento psicoanalítico, lo sacude desde sus cimientos, que no haya relación sexual quiere decir que ésta no es inscribible de ninguna manera lógica, que como sabemos, es la ciencia de lo real ya que, algo como el número, en el discurso matemático, no posee realidad empírica y, sin embargo, tiene una incidencia en ella. 

Lacan critica la universal: “para todo”, afirmación universal aristotélica que se refiere al ser y a la esencia que no instaura ninguna existencia, por ejemplo: “todo hombre es moral”, es puro símbolo, que no señala nada, pura esencia. En cambio, la “existencia”, afirma de entrada la existencia del elemento que inscribe, pero de todas maneras va adosada a una esencia. Lo que Lacan persigue es una existencia sin esencia.

Podemos entender la búsqueda de Lacan, recordando la negatividad del significante, ya que un significante encuentra su valor sólo frente a otro significante y no a partir de sí mismo, es frente al otro que el sujeto encuentra su posición, es decir, negándose a sí mismo (5). Llevado por la importancia de esta negatividad del significante, que acompaña a Lacan desde sus comienzos, puede reescribir las proposiciones de la lógica aristotélica, introduciendo dos nuevas escrituras de la negación: el “no-todo” y el “no existe”, si para Aristóteles la universal implica la existencia, para Lacan la existencia no está ligada a lo universal, sino que se engendra por la ex-sistencia del Nombre-del-Padre (Ver. El Otro que...) que introduce la ley simbólica y la palabra. La Particular Negativa adquiere así una importancia mayor con respecto a Universal Afirmativa.

Si en Aristóteles la Universal Afirmativa diría: “existe un x tal que…”, con Lacan se convierte en: “no existe x que no sea…”, donde la doble negación no hay que entenderla como afirmación, sino como una “doble” negación, así puede entenderse que: ” la relación sexual no cesa de no escribirse”.
La relación sexual no cesa de no escribirse, porque nada en el sujeto le indica con toda certeza que es de un sexo, de modo que sólo queda un rol imaginario que le da una consistencia y anticipa lo que podría ser, lo simbólico no puede hacerlo ya que está por fuera, tampoco lo real ya que por definición es irrepresentable.

El “au-sentido”

La tachadura que utiliza Lacan en sus matemas, indica precisamente la negación de la Particular Negativa, existe A, pero también A (tachada) es decir, que estando presente también puede ausentarse, es el au-sentido, es el paso del principio de “no-contradicción” al principio de “no hay relación sexual”. Repasemos el principio de no-contradicción de Aristóteles. Como sabemos el enunciado dice: “Es imposible que lo mismo se dé y no se dé en lo mismo a la vez y en el mismo sentido” (6) y Aristóteles no lo demuestra porque es indemostrable, ya que una demostración arrastraría otra y así hasta el infinito, Aristóteles recurre entonces a equivalencias del tipo “hablar es decir algo, decir algo es significar algo, significar algo es significar algo que tiene un sentido y uno solo, el mismo para uno y los otros”, Barbara Cassin lo llama: “decisión del sentido” (7). Es decir, en Aristóteles, el principio de no-contradicción se reduce a que una palabra tenga y no tenga, al mismo tiempo, el mismo sentido, pero ya sabemos, desde la lingüística moderna, que el sentido de una palabra es múltiple, que la sinonimia es falsa, desde la clínica psicoanalítica se sostiene siempre un equívoco, un ejemplo de ello es la homofonía de las palabras.

Si el sentido no puede ser sino equívoco y a eso Lacan llama: “au-sentido”, L`Étourdit, El Atolondradicho o Las vueltas dichas que, como bien sostienen las traductoras al castellano de este texto, muestra: “el equívoco entre lo escrito y lo dicho” (8), sitúa el último texto escrito por Lacan como una enunciación que se escucha leyéndola. Es la primera de las frases que Lacan pone en los oídos del lector cuando escribe:

Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha

El amor o del “amuro

Que no haya relación sexual, no impide que haya encuentros sexuales y muchos, no impide que se goce, pero: “El goce del Otro, del Otro con mayúscula, del cuerpo del otro que lo simboliza, no es signo de amor.” (9). Que no haya relación sexual no impide tampoco, que haya algo que quiera velarlo: el amor que quiere hacer Uno de Dos y, sin embargo, no lo logra porque es imposible traspasar ese muro que es el lenguaje y del que está hecho el ser que habla, que haya encuentro con otro cuerpo, donde se goza, no alcanza a colmar la inexistencia de la escritura que dé cuenta de tal proporción, el amor siempre revela su esencia narcisista.

El amor, como deseo de ser Uno, pero este Uno que marcaría la relación sexual demuestra su imposibilidad precisamente por ser Uno, por ser el uno del goce que siempre es autista. Todo encuentro sexual pasa por el goce denominado fálico, y es ahí donde el goce opera como obstáculo ya que el hombre goza, no del cuerpo de una mujer sino del órgano y una mujer se define como no-toda en relación al goce fálico.

El amor se encuentra como sustituto de la imposibilidad de escribir la relación/proporción de los dos sexos, podría y nada lo impediría —sostiene Lacan— escribirse: “x R y” y decir que “x” es el hombre y que “y” es la mujer, donde “R” es la relación sexual, pero sería una necedad, “ya que lo que se sustenta bajo la función de significante, de hombre y de mujer, no son más que significantes enteramente ligados al uso cusrsocorriente del lenguaje. Si hay un discurso que lo demuestra es el discurso analítico, por poner en juego lo siguiente, que la mujer no será nunca tomada sino qua ad matrem. La mujer no entra en función en la relación sexual sino como madre.” (10). ¿Y el hombre? El hombre entraría en calidad de quo ad castrationem, ya lo decíamos líneas arriba, como relacionado al goce fálico.

Notas y bibliografía

(1). Escribimos así, lo que simplemente escribiríamos: “no hay relación sexual”, para evitar confusiones con el “acto sexual”, que sí hay, y muchos. Por otra parte, Freud insiste en que lo sexual está en cualquier lugar menos en lo genital, es decir, en cualquier parte menos en la función de reproducción. También, la palabra francesa rapport que utiliza Lacan significa entre otras cosas: razón, similitud, analogía, relación, producto, rendimiento, se utiliza para señalar una comparación, etc.
(2). Denis de Rougemont. El amor y Occidente. Trad. Antoni Vicens. (Barcelona: Editorial Kairós, 1979)
(3). Jacques Lacan. El Atolondradicho o las vueltas dichas. Trad. J. –L. Delmont-Mauri, Diana Rabinovich y Julieta Sucre. Escansión 1. (Argentina: Editorial Paidós, 1984). Págs. 15-73
(4). Jacques Lacan. De un discurso que no fuera del semblante. Trad. Nora A. Gonzáles. Buenos Aires: Paidós, 2011)
(5). Alexandre Kojéve. Introducción a la lectura de Hegel. Trad.  Andrés Alonso Martos. (Madrid: Editorial Trotta, 2013)
(6). Aristóteles. Metafísica. Trad. Tomás Calvo Martínez, (Madrid: Editorial Gredos, 1994). Pág. 173
(7). Alain Badiou y Barbara Cassin. No hay relación sexual. Dos lecciones sobre «L`Etourdit» de Lacan. Trad. Horacio Pons. (Buenos Aires: Amorrortu, 2011). Pág. 22
(8). Atolondradicho. Op. Cit.
(9). Jacques Lacan. Aun. Trad. Diana Rabinovich, Delmont-Mauri y Julieta Sucre. (Buenos Aires: Paidós, 1992). Pág. 12. Lacan, en: Hablo a las Paredes. (B. Aires: Paidós, 2012). Pg. 125, comenta un poema de Antoine Tudal que insertará en “Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis” (Escritos, página 278) que dice así:

Entre el hombre y el amor,
Hay la mujer.
Entre el hombre y la mujer,
Hay un mundo.
Entre el hombre y el mundo,
Hay un muro.

(10). Aun. Op. Cit. Pág. 47

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