"Matrimonio Arnolfini” de Johann van Eyck |
EL CUERPO EN (PSICO)ANÁLISIS
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
Nota sobre
el retrato: “Matrimonio Arnolfini” de Johann van Eyck:
“El
«doble retrato de Arnolfini» de Van Eyck encarna la imagen de la presencia, (…). Debajo de la signatura se puede ver un
espejo convexo. El radio del reflejo va más allá del marco de la imagen del
cuadro. De este modo da la impresión de que el espejo reproduce la realidad,
una parte de la cual queda retratada miméticamente en la obra. (…) Además, el
espejo convexo, con su forma redonda y el reflejo lateral de la luz, funciona
como un ojo. Los medallones con escenas de la Pasión en el marco del espejo, y la
forma en cruz de la ventana, que se refleja en este, expresan claramente la
relación entre el espejo y el ojo divino. La mirada de Dios, que coincide en el
centro de la imagen con la presencia figural-escritural del pintor, ahonda la
estructura de la subjetividad. La coexistencia de las escenas de la Pasión y el
espejo real infunden ánimo al
retablo. El verdadero escenario de la imagen es, pues, el alma.” Byung-Chul Han. Shanzhai
Introducción
Lo imaginario es el cuerpo. Esta es la primera aproximación que Lacan
realiza sobre el cuerpo, se encuentra en: “El estadio del espejo como
formador de la función del Yo [Je] tal como se nos presenta en la experiencia
analítica” (Lacan, Escritos) (1) La imagen especular es un intento
por asegurar el cuerpo como totalidad y, sin embargo, el cuerpo permanece
nuestro y extraño, al mismo tiempo, está muy cerca y muy lejos. ¿Acaso no
decimos “mi” cuerpo, como si estuviera desprendido de “nosotros” y pudiéramos
gobernarlo? Por eso hay “un” cuerpo, no hay “el” cuerpo. Esta totalidad
imaginaria, denominada cuerpo, es lo que provoca que el sujeto crea que domina
un cuerpo, sin darse cuenta que en esta operación algo queda oculto, la mirada
no encuentra los órganos.
Para que la imagen especular del cuerpo sea reconocida
como propia es necesaria la mirada del otro y esto creará en el sujeto lo que
Lacan llama una “excitación jubilosa", el goce. Esta pasión que invade el
cuerpo se instala en el mismo lugar de la falla del encuentro entre el
organismo vivo y la imagen. En la esquizofrenia y en la histeria se despliega
esta falla: en la esquizofrenia, no tuvo lugar la identificación imaginaria y
el cuerpo se presenta fragmentado; en la histeria, hay un rechazo del cuerpo.
Posteriormente, en su: “Función y campo del lenguaje y la palabra en
psicoanálisis” es el significante quien ordena el organismo, lo organiza como
un Uno, como unidad, por eso Lacan puede decir que el cuerpo es un “obsequio
del lenguaje”. Aún más, el lenguaje es un verdadero “cuerpo”, el lenguaje es el
cuerpo simbólico que se incorpora al organismo dotándole de un cuerpo,
duplicándolo, dotándolo, al mismo tiempo también de una segunda muerte, esa
muerte más allá de la vida, que es la pulsión de muerte o la muerte anticipada
por el significante.
Cuerpo y alma
En la antigüedad clásica se distinguen dos tipos de
alma: una que dota al cuerpo de vida y otra, que está libre de “trabas [y] que
representa la personalidad individual” (Bremmen, El Concepto del Alma en…)
(2). En Homero encontramos, por ejemplo, a la Psiqué que corresponde a
un alma libre y otras almas que están identificadas con partes del cuerpo: thymós,
noos, menos, los pulmones, el corazón, que son, allí,
atributos psicológicos. El alma libre, en cambio, carece de atributos
psicológicos. Sólo más tarde el término Psiqué pasará a unificar ambas
almas, adquiriendo propiedades psicológicas. En Homero, de la thymós,
alma corporal, emanan los sentimientos de tristeza, alegría, venganza o temor.
“Se creía que el thymós residía principalmente en el pecho (…) siendo el phrén su principal asiento (…). Hera pregunta a Poseidón: “¿No siente el thymós de tu phrén piedad por los agonizantes troyanos?”. En algunos casos el thymós se asocia a los miembros del cuerpo. Cuando Odiseo encuentra a su madre Anticlea en la Tierra de los Fantasmas, ésta le reprocha que la causa de su muerte haya sido el dolor que su ausencia le había producido, y no una “enfermedad que arranca el thymós de brazos y piernas con odioso afán de marchitarlos”. (…). Esta asociación con los miembros del cuerpo no contradice su ubicación más habitual, ya que Anticlea acentúa así el efecto que el thymós ejerce sobre el cuerpo sano”. (Ibidem. Pág. 49).
El alma viene, entonces, a habitar un cuerpo, a darle un significado. En Lacan esto se encuentra en la imagen especular, en el juego de las identificaciones. Si hay significación entonces hay campo simbólico, de tal manera que el alma no se opone al cuerpo, el alma corresponde a las ideas que nos hacemos del cuerpo. A las ideas sobre el cuerpo podemos llamarle pensamiento. En otras palabras, el cuerpo resulta del encuentro entre el significante y el organismo vivo. “More geométrico, a causa de la forma, cara a Platón, el individuo se presenta como puede, como un cuerpo. Y este cuerpo tiene un poder tan cautivante que hasta cierto punto habría que envidiar a los ciegos. […] Lo sorprendente es que la forma no revela más que la bolsa, o, si ustedes quieren, la burbuja, ya que es algo que se infla” (Lacan, El Sinthome) (3)
“El cuerpo es comparable a un montón de piezas sueltas”, esta es la genial
intuición de Jacques-Alain Miller (4). El cuerpo debe su aparente unidad a la
imagen que tenemos de ella, a su “forma” (con toda la carga de lo semejante y
desemejante que existe en el diálogo de Platón, El Parménides), esta forma de unidad es la causa de la aparente
indivisión del “individuo”, pero, la “indi-visión”
le debe mucho a la “visión”. Para Lacan, incluso la Biología era tributaria de
la marca significante, puesto que la anatomía (del gr. ana
= hacia arriba, sobre y tomé, temnein corte e ía = cualidad) verifica que la unidad
del cuerpo es imaginaria.
En su libro: “Biología lacaniana” (5), Jacques-Alain Miller llama la
atención, para explicar mejor esta unión imaginaria del cuerpo en un sujeto,
sobre un texto que Freud escribió como homenaje a su amigo, el oftalmólogo
Leopold Kéinigstein: “La perturbación
psicógena de la visión según el psicoanálisis” (6), en el que por primera
vez utiliza la expresión “pulsiones yoicas”, éstas son las pulsiones de
autoconservación, sirven a la supervivencia del cuerpo individual, es un “saber
del cuerpo” y el organismo obedece a ese saber. Pero están también, las
pulsiones sexuales que obedecerían a la reproducción, sin embargo, Freud emplea
el plural para referirse a ellas, estas “pulsiones sexuales” no serían
reconducidas a una totalidad, sino que serían siempre parciales y afectarían
diversas regiones del cuerpo.
En los casos de histeria que Freud comenta, en el que el principal síntoma
es el de la ceguera de un ojo sin causas orgánicas, él ve una disputa entre las
“pulsiones yoicas”, de autoconservación y las pulsiones parciales, hay pues dos
amos para los órganos del cuerpo: el goce pulsional y la autoconservación; así
el ojo ciego sin causal orgánico deja de servir a la supervivencia, el yo actúa
por medio de la represión y ésta tiene una consecuencia somática, el órgano se
sustrae a su dominio.
El cuerpo no es el organismo viviente, “el animal no tiene cuerpo”, el animal es
un cuerpo, el organismo, el “viviente” está, pues compuesto de piezas sueltas,
soldadas formando un Uno, una singularidad por el “cuerpo del lenguaje” (en el
viaje de Lacan a Estados Unidos invitado para unas conferencias, se encontró
con el lingüista Noam Chomsky, de quien, entre otras cosas tomó la idea del
lenguaje como “órgano”).
“A esos órganos
que, en cierto nivel de concepción, se ensamblan, se corresponden, conspiran
para la buena salud, desde otro punto de vista debemos encontrarles un sentido,
un valor, donde la forma nunca es lo que debería ser —una pierna más corta que
la otra, etcétera—, sobre todo en nuestros días, cuando la norma es muy
exigente desde este punto de vista. Los órganos son piezas sueltas. Como lo
vemos en la esquizofrenia, el sujeto debe encontrarles una función: aquí vemos
desplegarse el hecho de la fragmentación, cuando la operación de unificación
imaginaria no intervino”. (7)
Y, está, esa otra pieza suelta, la principal en psicoanálisis: el Falo,
cuya significación “depende de la lógica del bricolaje”. “Digamos que esta
operación [de significantización] se apropia de una pieza suelta para elevarla
a la dignidad del significante.” (8).
Para Jacques Lacan, la suposición de la suma de las
funciones del cuerpo constituye el alma, el sujeto del inconsciente toca el
alma por el cuerpo, es decir —recordémoslo—, ése inconsciente lacaniano que
está estructura como un lenguaje toca el alma por el cuerpo introduciendo el
pensamiento, así podemos decir que en la histeria se sufre con el cuerpo y en
la obsesión con el pensamiento.
Cuerpo y discurso del amo
El lenguaje de la Biología se ha apoderado de los
cuerpos, los ha recortado hasta hacerlos vivir de otro modo, el “todo marcha”
del discurso del amo ha logrado transformarlo en objeto a ser terapeutizado, el
“todo marcha” busca un cuerpo funcional a la exigencia de la época: “¡Goza
todo lo que quieras!”. Estamos en la “axiomática moderna”, que
supone dos mutaciones: el invento judeo-cristiano de que es posible el placer
sexual y, que el placer, ya no se base en la incorporación sino en el uso. “El
placer moderno es el uso, por un cuerpo de lo que, cosa o cuerpo, no es ese
cuerpo”. ( Milner, Lo triple…) (9)
Ahora bien, si en el estadio del espejo el cuerpo,
como caos, deviene —por la imagen especular desde la mirada del otro— cosmos,
entonces el síntoma viene a anudar las palabras y el cuerpo:
“Dejemos el síntoma en lo que es: un acontecimiento de
cuerpo, ligado a lo que: se lo tiene, se lo tiene del aire, se lo aira, del se
lo tiene.” [Aquí deberíamos escribir esa palabrita latina sic, "así",
pero nos abstenemos pues la escritura es, lo que se dice, lacaniana] (Lacan, Joyce
el síntoma) (10)
Pero también la psicoterapia viene a tomar la palabra,
pero por el sentido, por el “buen sentido” que, además, tiene el prestigio del
sentido común, representando la sugestión. ”Es ahí donde la psicoterapia, sea
lo que fuere, se malogra antes de tiempo, no porque no ejerza algún bien, sino
porque vuelve a llevar a lo peor” (11). La insistencia con que se manifiesta el
inconsciente a través del deseo y lo que repite, nos recuerda que al “buen
sentido”, el lenguaje, su estructura, opone el signo, es lo que corrobora el
síntoma.
El Sinthome
El significante divide al sujeto. También, el significante, en el encuentro
con el viviente, lo separa de su cuerpo, así el cuerpo se reduce a un “tener
el cuerpo”. “Es el tenerlo y no el serlo lo que lo caracteriza” (Lacan,
ibídem, pág. 591), el sujeto tiene un cuerpo no es un
cuerpo, a partir de ahí, de tener un cuerpo, el sujeto deduce que es un alma,
sin embargo, también está presente que al alma la tiene, ahora bien, “Tener
es poder hacer algo con”, Aristóteles escribe que el hombre piensa con su
alma, con lo que se prueba que con lo que se tiene se puede hacer algo. La
sociedad quiere que se tenga más de un cuerpo, su tentativa está definida por
el fracaso pues, aunque lo intente, el parlêtre se da cuenta que por más
que se acerque a otro cuerpo nunca será suyo.
(En alguna parte de su magnífica obra, Emanuel Levinas sostiene esta
verdad: mientras más intimidad tenemos con otro cuerpo, más nos damos cuenta
que es otro).
La falta en ser, constitutivo del parlêtre, lo lleva a separarse de
su cuerpo. Lacan en su “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma” (12)
contradice a la observación que hace Freud del autoerotismo en el Caso Juanito,
para Lacan el Wiwimacher, las primeras erecciones de Juanito, no dicen
sobre el autoerotismo sino sobre lo más hetero, lo otro, Juanito ve, con
la erección, su cuerpo como extraño y su goce se anuda allí donde no
encuentra un lugar entre él y su cuerpo. ¿Qué puede ubicarse en ese espacio,
entre lo simbólico y lo imaginario, sino lo Real?
El Sinthome de lacan viene a cubrir ese sentido-gozado
(j'ouïs-sens) que está en la lectura de la fórmula del
fantasma (Cf. Nociones sobre el Fantasma Fundamental, en este mismo Blog), donde el significante mortifica el cuerpo y produce
un plus-de-gozar, y para que exista este plus-de-gozar hace falta un organismo
viviente. “El sinthome es equivalente a lo real.” (13).
Ergo, el sinthome puede venir también, a unir los tres
redondeles del nudo Borromeo, tomando así el estatuto de un nuevo redondel:
“La siguiente figuración, a la izquierda, representa
lo imaginario, lo simbólico y lo real separados unos de otros. Ustedes tienen
la posibilidad de unirlos. ¿Por qué? Por el sinthome, el cuarto.” (Ibídem,
pág. 21)
Exergo con autocrítica
“En los Confines del Cuerpo”, libro mentado en alguna parte de este corto texto sobre el cuerpo en
(psico)análisis, es uno de esos libros que tiene la extraña virtud de
reenviarnos, de improviso, a la cláusula de la (auto)crítica, es decir, aquí,
nos hace evocar algunas frases que destiló cierta lapicera Waterman:
“Escribir salpicando citas es pedantería”, (Julio Cortázar. Imagen de
John Keats).
Notas
(1) Lacan, Jacques. Escritos. (México:
Siglo XXI Editores, 1998), pág. 86.
(2) Ernst Arbman, citado por Bremmen, Jan . El
Concepto del Alma en la antigua Grecia. (España: Ediciones Siruela.
2001), pág. 21.
(3) Lacan, Jacques. El Sinthome. (Buenos
Aires: Paidós, 2006), pág. 18. Aquí mismo tomamos nota de lo siguiente: “La
filosofía antigua cierra su gran arco llevando al extremo la negación del
cuerpo —el verdadero sacrificio del cuerpo— recomendado por Platón [Una vez
más Platón contra Homero, cf. Literatura y Sacrificio, en este
mismo Blog] en el Fedon, o desarrollando verdaderas técnicas terapéuticas
para curar el alma de la enfermedad del cuerpo(…)". Franco Rella.
En los Confines del Cuerpo. (Buenos aires: Nueva Visión, 2004), pág.
84.
(4) Miller, Jacques-Alain. Piezas
Sueltas. (Buenos Aires: Paidós, 2013)
(5) Miller, Jacques-Alain. Biología lacaniana y acontecimiento del
cuerpo. Trad. Maritza Reynoso. (Buenos Aires : Coleccion Diva,
2002)
(6) Freud, Sigmund. La perturbación psicógena de la
visión según el psicoanálisis. En: Obras Completas, XI. Trad. José L.
Etcheverry. (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1980)
(7) Ibídem. Págs. 16-17
(8) Ibídem. Pág. 17
(9) Milner, Jean-Claude. Lo Triple del Placer. (Buenos Aires:
Ediciones del Cifrado, 1999), pág. 48.
(10) Lacan, Jacques. Joyce el Síntoma. En: Otros
Escritos. (Buenos Aires: Paidós, 2012), pág. 591-592.
(11) Lacan, Jacques. Televisión. Otros Escritos. (Buenos Aires: Paidós, 2012). Pág. 540
(12) (Conferencia en Ginebra sobre el Síntoma. (Fue pronunciada el 4 de octubre de 1975, en el Centro Raymond de
Saussure, en un encuentro organizado por la Sociedad Suiza de Psicoanálisis).
(13) Lacan, El Sinthome. (Buenos
Aires: Paidós, 2006). Pág. 137