El Tiempo Lógico
Una lectura de: "El Tiempo Lógico y el Aserto de Certidumbre Anticipada. Un Nuevo Sofisma" de Jacques Lacan
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
Introducción: Deseo de comprender
Este trabajo parte de una
constatación y de una paradoja: Lacan es ininteligible, su estilo —“Gongorino”
dicen algunos– se constituye en un gran obstáculo en cada lectura, pero, a
pesar de que lo que se diga del estilo de Lacan, es el que mayor interés
despierta, se han multiplicado sus traducciones, ediciones, re-ediciones. Todo
parece indicar que justamente esa fama de “oscuro”, con el que lo califican,
sea la forma de atraer más lectores.
Creemos que su estilo constituye
un desafío y provoca (obliga) a leerlo sin prisa y también obedece a la
condición de un inconsciente estructurado como un lenguaje: utilizamos el
lenguaje para hablar de él; tenemos, ahí mismo, un enorme obstáculo, similar al
que tienen los lingüistas al tener que decir con el lenguaje sobre el lenguaje
como objeto de estudio.
Jacques Lacan no construyó
una “teoría” que luego desarrollaría o aplicaría, más bien su enseñanza, aunque
está llena de conceptos nuevos, se dirige a mostrar el proceso de construcción
de conceptos, sus articulaciones, sus límites y también sus insuficiencias
pues, el concepto, también se halla sometido a las leyes del significante y por
lo tanto al equívoco. Lacan enseñó a leer a Freud: no lo repite, menos lo
“supera”, sino que recorta, corrige, encuentra sus imbricaciones con la
producción del saber de su época: la antropología, la lingüística, la topología;
Lacan, encuentra la novedad en su “retorno” a Freud.
El deseo de Lacan
En su texto: Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje
en Psicoanálisis (1), refiriéndose
a la prisa con la que presentó éste al Congreso de Roma en 1953, dice: “A más de que hemos demostrado, en un
sofisma ejemplar del tiempo intersubjetivo, la función del apresuramiento en la
precipitación lógica donde la verdad encuentra su condición irrebasable.”;
enviándonos, en una nota, a otro texto suyo: “El Tiempo Lógico y el Aserto de Certidumbre Anticipada. Un Nuevo
Sofisma” (2) que viene precedida de una curiosa explicación, nos dice allí,
que el artículo lo escribió a pedido del director de una revista: Cahiers d’Art, que celebraba su cuarto
año de publicación y que lo escribió con la idea clara de que así lo hacía
inencontrable.
Hay pues un deseo de Lacan de ser inencontrable y, también, como
veíamos más arriba, de ser ininteligible. Jacques-Alain Miller sostiene que en
Lacan hay algo de histérico. “El ofrecimiento
de la histérica es algo así como: «goza de mi enigma», y así es en Lacan. Con
su obra, con sus Escritos, con su
estilo, suscita el comentario justificando seminarios, conferencias y coloquios
para saber lo que él quiso decir.” (3)
El tiempo del análisis como la singularidad en Lacan
El Tiempo Lógico del
Análisis nos lleva a aclarar algunos puntos de las sesiones cortas propuestas y
practicadas por Lacan. Sabemos que las sesiones cortas es uno de los puntos que
más controversias ha causado en la práctica de Lacan y del que habló muy poco
en sus textos, la acusación principal para su expulsión de la IPA fue
precisamente el acortamiento de las sesiones así como su efecto sobre los
denominados “análisis didácticos”, Lacan sostiene que la dirección de la cura
en psicoanálisis está dada sin duda por el analista, es decir, entra en juego
también su “deseo”, todo esto deriva en los fines del análisis y en la
formación del analista, temas que quedan fuera de los alcances de este trabajo.
El “ultimo” Lacan, es
también el primero, quizá redoblado, por donde se lo mire siempre se encuentran
imbricaciones entre los momentos/movimientos de su pensamiento, esto lo
confirma su “sofisma personal” escrito entre 1944 y 1945 que comenzó a madurar
diez años atrás, como lo afirma la anécdota contada por Roudinesco (4), este
consiste como bien comenta Jacques-Alain Miller, en su lectura del seminario
25, en una elaboración sobre el tiempo, de las “vacilaciones” que conducen a un
acto capaz de crear las condiciones para ser verificado, por eso, por ejemplo,
en la neurosis obsesiva toda decisión siempre es la errada.
Este sofisma corresponde a
una “lógica colectiva”, en oposición a una lógica de lo “general”, apunta al
cuadrante más “social” e “histórico”, apunta a nuestra época marcada por el
“éxito” que permite, a su vez, el imperativo: “¡Goza!” ya que los sujetos en
cuestión, en el problema lógico, están apremiados por encontrar una salida, por
encontrar su liberación. Sin embargo, Lacan, se aleja de cualquier espíritu de
“libertad humana” defendido por la filosofía existencialista de vertiente
sartreana, lo que a Lacan le interesa en su “valor lógico”, que se expresa en
su acepción clásica como paradigma “para
resolver las formas de una función lógica en el momento histórico en que su
problema se presenta al examen filosófico” (5). Es la forma lógica de una
cadena de razonamiento lo que le interesa al lógico “odioso al mundo”.
El tiempo lógico del análisis
En su texto: “El Tiempo Lógico y el Aserto de Certidumbre
Anticipada. Un Nuevo Sofisma”, Lacan nos presenta lo que él denomina un
problema de lógica. Tres detenidos pueden salir en libertad bajo ciertas
circunstancias que se parecen a un concurso de modo de razonamiento. El
director de la cárcel les dice que saldrá en libertad uno de ellos y que para
decidir quién, se someterán, si les parece, a una prueba, está consiste en lo
siguiente: El director tiene cinco discos, dos de color negro y tres blancos,
se pondrá a cada uno, entre los hombros, uno de éstos discos, así, podrán ver
los discos de sus compañeros, pero no podrán hablar entre ellos y aquél que
considere que conoce el color de su disco deberá caminar hacia la salida donde
se le preguntará sobre su razonamiento, es decir, que deberá lograr la
respuesta por medio de un razonamiento y no por mera adivinación. A
continuación, Lacan nos presenta la solución perfecta del problema. Después de
haberse considerado entre ellos durante algún tiempo, los tres detenidos se
dirigen, al mismo tiempo, a la salida y allí dan cuenta de un mismo
razonamiento que lleva a la solución final: cada uno tiene un disco blanco en
la espalda.
Lacan modula tres tiempos y
dos escansiones en el proceso de
razonamiento de los tres presos, que llama “momentos de la evidencia”.
El tiempo de ver
El valor del sofisma está
en que puede ser transformado en una ecuación, es decir, los tres sujetos, que
tienen que arribar a una misma solución, pueden ser puestos en un solo lugar:
A, quien tiene que confrontar a B y C. Existen tres posibilidades de estado de
los discos: tres blancos; dos blancos un negro; un blanco y dos negros. Lo que
Lacan quiere demostrar con este sofisma es el valor de la suspensión del tiempo
que tiene mucho que ver con la solución del problema, es decir, si A hubiera
visto en las espaldas de B y de C dos discos negros la solución habría sido
instantánea “y su tiempo de fulguración” –dice
Lacan–, pero no fue así, hay un tiempo de duda.
Es el instante de la mirada, es el momento en que lo dado se transforma
en dato, expresado en la equivalencia lógica: “dos negros :: un blanco”, puesto que estando entre dos negros
concluiría rápidamente que se es blanco.
El tiempo de comprender
Si A hubiera visto dos
discos blancos razonaría que si B y C hubieran visto que él es negro no
tardarían en darse cuenta que son blancos, es el tiempo de comprender, es
interesante notar que la frase: “no
tardarían en darse cuenta” responde a la condición de observar la acción de
los otros sujetos, es decir, si alguno se dirigiría hacia la salida se estaría
seguro de lo que ha visto y también el momento de meditación: “Si yo fuese un negro, él habría salido sin
esperar un instante. Si se queda meditando, es que soy un blanco”. El
tiempo de comprender no puede ser indefinido, porque hay una prisa en
determinar una solución que es, al mismo tiempo un acto: dirigirse a la salida,
si uno duda mucho tiempo los otros dos avanzarán primero, así pues, el tiempo
subjetivo del comprender tiene que objetivarse como reciprocidad de los sujetos
y conduce al tiempo de concluir.
El tiempo de concluir
“Me apresuro a afirmar que soy un blanco, para
que estos blancos, así considerados por mí, no se me adelanten en reconocerse
por lo que son.” El momento de
concluir está determinado por la condición de avanzar hacia la salida, con lo
que se reconoce que toda decisión es un acto; antes que el sujeto tenga la
comprobación última de su aserción, tiene que anticiparse y decidir, es decir,
se precipita a decidir, pues si deja
que los otros se adelanten ya no podrá reconocer que no es un negro.
“Pasado el tiempo el tiempo para comprender el momento
de concluir, es el momento de
concluir el tiempo de comprender.”
No es la situación grave o
apremiante lo que precipita el momento de concluir, sino el movimiento lógico
del juicio del sujeto, este es el acto que manifiesta a los otros que ha
terminado su deducción. La tensión
temporal culmina en el acto de avanzar hacia la puerta, en el momento en
que los otros se lanzan a la misma salida. Es el aserto del sujeto de su verdad
pero que somete a la duda para alcanzar una certidumbre anticipada.
Valor lógico del sofisma
La angustia, con su forma
ontológica, aparece en la precipitación al acto que toma el valor de una
decisión, se encuentra en la frase gramatical: “por temor a…” que el retraso produzca el error; se encuentra en
dicha frase la forma personal del sujeto del conocimiento: “yo”; al contrario
de lo que sucede en las dos etapas iniciales, donde brilla un sujeto
impersonal: “se”, “se sabe que…”.
Únicamente en el pasaje al
acto de la decisión de un “yo”, sujeto del conocimiento, se encuentra esa “pulsación de un tiempo lógico”, ese
“yo”, es producto de la subjetivación de la competencia con el otro en la
función de un tiempo lógico. Todo lo que Lacan quiere demostrar es que todo
juicio es esencialmente un acto y que este acto se adelanta a su certidumbre,
debido a una tensión temporal que no es más que la relación con los otros: si
es semejante o desemejante de los otros.
El aserto subjetivo se
escribe en estos términos:
“Me he apresurado en concluir que yo era un blanco, porque si no ellos
debían adelantárseme en reconocerse recíprocamente como blancos (y si les
hubiese dado tiempo para ello, los otros, gracias a aquello mismo que hubiese
sido mi solución, me habrían lanzado en el error)”.
La verdad en el sofisma es
la que toma el valor de un acto: la libertad alcanzada por igual de los
detenidos, la verdad siempre avanza en cuanto a la referencia de un “yo”, en la
medida misma en que “son otros los unos
para los otros”. La verdad aquí, es el error de los otros, pero también —y
aquí Lacan es desmedidamente irónico— si bien la verdad que se alcanza es
individual, no se la alcanza sino por los otros.
Exergo con Sartre
Según Élisabeth Roudinesco
(6) —en su tan comentada biografía de Lacan (impugnada por unos, ensalzada por
otros)— el comentario de sobre el sofisma de los prisioneros y que Lacan decía
era un ensayo de “lógica colectiva”, iba dirigida contra la concepción
sartreana de libertad humana, precisamente en el año en que Lacan redacta este
ensayo había aparecido la obra teatral de Sartre: Hui clos (A puerta cerrada), en ella se trata de la historia de
tres personajes, tres “conciencias muertas” encerrados por toda la eternidad
por haberse condenado ellos mismos a no quebrantar nunca sus cadenas, era en
realidad la puesta en escena de la teoría sartreana de la libertad desarrollada
en: El Ser y la nada, en la que el
individuo solo, es incapaz de conseguir la libertad, pues está en él presente
eso que Sartre llama la “mala fe”, o en términos marxistas la “mala
conciencia”.
La “mala fe”, es como leía
Sartre al inconsciente freudiano, como se podrá seguir, Lacan se oponía a esta
tesis sartreana; con su “sofisma personal” se proponía demostrar que el Hombre
no sólo no es libre de escoger sus cadenas, sino que está condenado a
integrarse a la comunidad de los Hombres por medio del razonamiento lógico, de
ese modo la libertad humana, para Lacan, dependía de lo temporal, de un tiempo para comprender, pero sabemos que
el tiempo de comprender se reduce el tiempo
de concluir que, a su vez, se confunde con el instante de la mirada. Uno reconoce su verdad (el acto de
concluir), en el momento de vacilación del otro: el aserto de certidumbre anticipada.
Notas:
(1)
En: Lacan, Jacques. Escritos 1. Trad.
Tomás Segovia. (México: Vigésima Edición, Siglo XXI Editores, 1998). Pág. 231
(2)
Lacan, Jacques. Obra Citada. Pág. 187
(3)
Jacques-Alain Miller. Seminario el Deseo
de Lacan. (Buenos Aires: Atuel, 1997)
(4)
Élisabeth Roudinesco. Lacan.
Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento. Trad. Tomás
Segovia. (México: Fondo de Cultura Económica, 1993)
(5) Lacan Escritos.
O. C. Pág. 189
(6) Élisabeth Roudinesco. Lacan. O. C. Págs. 255 - 266