El oráculo y la otra virilidad. La otra escena en la novela de Cristina Peri Rossi: “La nave de los locos”
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
“Dios
está dormido
y
en sueños balbucea.
Somos
las palabras de ese Dios
confuso
que
en eterna soledad
habla para sí mismo”
Cristina Peri Rossi
El largo sueño de X
Equis es el protagonista de la hermosa
novela de Cristina Peri Rossi: La nave de los locos (1). Equis,
cuenta un sueño al final de la novela, ese sueño es, al mismo tiempo, la
justificación y el motivo sobre el que gira toda la novela, es su “comienzo
inicial” (2), es el que cierra y comienza toda la novela.
El sueño, contado por el mismo Equis,
es este:
«[…] Hay un sueño que se repite, opresivo, recurrente. En el sueño un viejo
rey, enamorado de su hija (y su hija eres tú, apareces en el sueño como la hija
deseada por el rey que no se atreve a llamarla por su nombre, pero equivoca el
de sus esposas y concubinas) propone una adivinanza a los pretendientes. Yo
tengo que resolver el acertijo si quiero ser digno de la hija del rey. El
enigma dice: ¿Cuál es el tributo mayor, el homenaje que un hombre puede hacer a
la mujer que ama?”
En el sueño Equis no logra dar la
respuesta, lo averiguará después y este es el viaje que realiza toda la novela,
no por nada en la mayoría de los títulos de los capítulos en que está dividida
la novela se encuentra presente el sintagma: “El viaje”.
Los viajes de Equis
El sueño o la ensoñación siempre es un
largo o corto viaje, y el contenido del sueño siempre tiene que ver con el
cumplimiento de un deseo, ahora bien, qué sea un deseo es algo que debe ser
aclarado, no es un querer algo por más loco que sea, sino siempre un vacío,
algo inhallable, es la fractura de lo verdadero, su hiancia más radical. En la
novela de Peri Rossi, este sueño (corto o largo viaje hacia el deseo) se
encuentra en la división casi autónoma de los capítulos que la componen, se
encuentra en una búsqueda de unidad que fracasa constantemente, por eso cada
capítulo es un viaje, algo que comienza y termina, todo viaje, lo sabemos desde
la Odisea, siempre es un viaje de regreso, “aunque después regresen del
regreso” (3). Equis es el Ulises moderno que se encuentra en un “viaje
incesante, la gran huida, la hipóstasis del viaje” (4).
Equis es un viajante desde hace nueve
años, sus trabajos van desde enseñar “romanticismo alemán”, hasta barrer en los
andenes del metro, Equis, ya se habrá notado, puede ser cualquier hombre,
porque de eso sí, estamos seguros, Equis es un personaje perfectamente
masculino y esto tiene una gran importancia en la novela.
Equis, es la «X», la letra que puede
tomar cualquier valor, pero también la «x» de: “Extranjero, Ex. Extrañamiento.
Fuera de las entrañas de la tierra.” Equis del huido, del exiliado, del
expulsado. Es la «X» de “Quienes caminan hacia su hogar entre los muertos por
la vasta carretera del mundo — Y así junto a un triste amigo, quizás un
receloso enemigo, hacen el viaje más monótono y más largo” (5).
El viaje de Equis es un viaje cuasi iniciático, es un viaje forzado,
de descubrimiento, ya que lo que encontrará no le será dado por la voluntad
sino la del Otro. Equis no busca nada, sólo halla, no tiene un plan, no tiene
un destino preciso, en la novela no existen referencias de algún lugar
concreto, todos los lugares son el lugar, en todos ellos Equis es extranjero.
La mujer y su “pasado”
La nave de los locos, la “Estultifera Navis”, es ese lugar que Michel
Foucault (6) sitúa su origen en los leprosarios, el lugar de la exclusión, el
lugar de lo extraño, de los extranjeros, a quienes se teme y se los circunda
con un círculo sagrado, figura que atesora el signo de la exclusión.
El viaje de Equis lo lleva (es curioso
que una de las acepciones de la palabra: “lleva”, tenga que ver, como nos lo
dice el diccionario de María Moliner, con aquel “Escrito que acompaña a un
envío o a una cosa que se transporta, con la relación de las cosas que se
envían o llevan, generalmente por duplicado para que el que lo recibe firme uno
de los ejemplares y lo devuelva al portador como garantía para el remitente.”) desde
la ciudad de los hombres hacia el lugar de su exclusión, la nave de los locos
lleva a Equis —pero él no lo sabe— hacia un descubrimiento imposible.
Este descubrir está revelado paso a
paso por la escritura de Peri Rossi, cada capítulo lo/nos acerca a la solución
de la pregunta capital: ¿cómo un hombre se relaciona con una mujer?, todo
comienza en el Capítulo III cuando Equis descubre que “el hombre es el pasado
de la mujer”, y este primer hallazgo se encuentra en la escena de una película,
que Equis mira una y otra vez (encadenado como algún hombre a lo escópico), en
la que Julie Christie, tal como en la conquista de Leda por el cisne, es
sometida por la “cosmogónica deflagración del orgasmo macho, especialmente de
los hombres tontos y ciegos, incapaces de oponerse a la máquina y su furor”.
Allí, en ese cine, Equis, mientras
observa una y otra vez el funcionamiento de la “máquina fálica”, va cambiando
las imágenes del pésimo filme de Danniels, por la figura de Julie Christie, a
quien imagina susurrando: “el hombre es
el pasado de la mujer, un pasado tosco, anterior a la conciencia,
deplorable, como todos los pasados”. Si el hombre es el pasado de la mujer,
entonces el futuro del hombre es …
Equis: Los hombres y las mujeres
Los personajes que acompañan a Equis,
también son extranjeros, exiliados, está Vercingetorix, que es un justo
exiliado político, está un tal Morris, enamorado de un niño de nueve años, precisamente
como lo estaría el Piloto del Principito, están Eva, Graciela y Lucía, las
mujeres que representan, para Equis, a Julie Christie, pero también está ese
personaje que ha estado en la Luna y que no se acostumbra a vivir en la Tierra,
el ex astronauta Gordon. Todos están sometidos a la tiranía de la expulsión, viajeros
de la “Nave de los locos”.
Eva, tiene un capítulo para ella sola,
el fragmento de sus Confesiones
brilla por su ironía y su humor, cualidades que transmite a todo el programa
narrativo de Peri Rossi:
“Inscrita,
desde que nací, en los conjuros tribales de la segunda naturaleza, igual que
los iniciados, experimento la imposibilidad de escapar a las ceremonias
transmitidas por los brujos a través de los años, de palabras y de imágenes;
luego de someterme a los ritos y a las convenciones, a los juegos, a las danzas
y a los sacrificios, no puedo retroceder. El castigo, para la iniciada que
huye, es el desprecio, la soledad, la locura o la muerte. Sólo resta permanecer
en el templo, en la casa de los dioses severos, colaborar en la extensión de
los mitos que sostiene la organización y el espíritu de la tribu, sus ideas
dominantes y ocultar para siempre los conflictos que esta sujeción plantea.
Cuando experimente una cierta repugnancia ante el gesto ritual, es posible ir a
llorar al bosque o realizar abluciones matinales en el río.”
En la novela de Peri Rossi, los
personajes, hombres y mujeres están siempre en tránsito, siempre expulsados, desterrados de las imágenes que cotidianamente
se nos presenta de los hombres y las mujeres, los viajantes dudan de sus
papeles, se enamoran de verdad con el saber que encierra el otro, desaparecen,
como ocurre con Vercingetorix que, sin preparar su viaje, ni despedirse de sus
amigos, se marchó acompañado de siete hombres que le cubrieron los ojos con una
manta, le hubiera gustado, sin embargo, despedirse del vendedor de diarios “que
le susurraba nombres de caballos en las carreras de los sábados”.
Las mujeres, en la novela de Peri
Rossi, se muestran como exiliadas del mundo, tal como se encuentran representadas
en: “El tapiz de la creación”, que
Peri Rossi desmenuza con cruel detenimiento en los intervalos de la novela (nave-la), que describe la “inferioridad”
de la mujer frente a la “superioridad” del hombre. Si Eva fue creada como el
suplemento de Adán, el personaje Eva de la novela escapa de esa fatalidad, es
una mujer “inteligente y sensual” alguien que “-no emplearía jamás una palabra
que no sonara bien. Por eso vive sola […]” y por eso los hombres no la
entenderían nunca. Además, Eva, tiene un hijo, Percival, tan agudo, claro y
tenaz como el Principito de Saint-Exupéry, conocemos más de Eva a través de él.
El oráculo y el tapiz
Hay un leitmotiv, una melodía, que es
la que otorga vigor a la novela: “El Tapiz de la Creación”, que Cristina Peri
Rossi interpreta eruditamente a lo largo de toda la novela. El mencionado
tapiz, que se encuentra en la catedral de Gerona, muestra el momento de la
creación, es la explicación gráfica de la relación desigual entre un hombre y
una mujer, “[e]n el tapiz, como en ciertos cuadros se podría vivir, si se
tuviera la suficiente perseverancia”, se muestra allí la armonía con la que se
relaciona la vida del hombre, el mundo-vida y el sistema-mundo están a su
disposición, Adán, desde su puesto privilegiado, va nombrando las cosas y a los
animales de este mundo (y quizá del otro), hay un rasgo que admira el narrador
omnisciente en la novela: la geometría del tapiz, esa proporción tan exacta
“que aun habiendo desaparecido casi su mitad, es posible reconstruir el todo,
si no en el muro de la catedral, sí en el bastidor de la mente”, este “bastidor
de la mente” que es la “X” (Equis) donde cualquier hombre y cualquier mujer
debe encontrar el valor, que será la suya.
Pero, esa geometría en realidad es
desigual, pues Adán está presente con una gran figura, mientras que la figura
de Eva, diminuta, apenas sale de una de sus costillas, esta inferioridad de Eva
respecto de Adán en el tapiz tiene una doble función, por un lado, funciona
como metáfora universal; por otro, es la hipótesis reparadora y comprensible
del mundo-vivible.
El Tapiz de la Creación descubre —como
en el sueño platónico (7)— en una realidad previa un saber que el «hombre» (8)
inventa.
“La nave de los locos”, escapa a este
discurso ordenador del mundo-vida, haciéndose cargo del residuo que queda del
molino de las palabras de ese saber inventado por el «hombre» y que El Tapiz de
la Creación hace de él una gráfica, una geometría, donde la ciencia no estaría
lejos de este invento. La novela, por el contrario, opone, no un Cuarto Propio
como proponía la brillante Virginia Wolf, sino la palabra oracular, puesto que
“[e]l oráculo, como modo de decir, ante todo consiste en no dar explicaciones.
Explicar es desplegar y el oráculo es algo plegado…”, pues “la palabra que se
explica está condenada a la chatura” (9), en cambio la palabra oracular es el
surgimiento nuevo de la verdad, no una nueva verdad. La novela oracular de Peri
Rossi, nos abre a lo lúdico, a esos juegos de la lengua que hacen signo, que no
revelan ni esconden, que no dicen ni se callan.
La solución del enigma
El enigma mayor reza:
“¿Cuál es el tributo mayor, el
homenaje que un hombre puede hacer a la mujer que ama?”.
Este enigma es “mayor”, porque pone en
cuestión precisamente aquello que no existe, aquella relación siempre fallida
entre un hombre y una mujer, si no hay manera de encontrar aquello con lo que
un hombre rinda un homenaje a una mujer, ¿cómo se sostiene la pregunta?, se
sostiene como enigma, es decir, no es en realidad una pregunta sino una
adivinanza y, como en todo acertijo, la respuesta se encuentra en la misma
frase que enuncia la falsa pregunta.
Un hombre que ama sólo puede ser uno
que al hacerlo se feminiza, aquel que reconoce su falta, por tanto, aquel que
ofrece “¡Su virilidad!”.
En el Tapiz de la Creación: “Faltan
enero, noviembre, diciembre y, por lo menos, dos ríos del paraíso”
Notas
(1) Cristina Peri Rossi. La
nave de los locos. (Barcelona: Seix Barral, 1984). Todas las citas entre
comillas han sido tomadas de esta primera edición.
(2) Siguiendo al Heidegger de: Sobre
el comienzo. Trad. Dina V. Picotti C. (Buenos Aires: Editorial Biblos,
2007)
(3) También puede existir un
arrepentimiento del regreso y así: “Todos regresan al país aunque después
regresen del regreso”, frase de “Recuerdos Olvidados” de Mario Benedetti,
citado en: Eduardo Mitre. Las puertas del regreso. (La Paz:
Plural Editores, 2016). Pág. 113
(4) “En cuanto a los nombres, Equis
piensa que en general son irrelevantes, igual que el sexo, aunque en ambos
casos, hay gente que se esfuerza por merecerlos. Una vez se entretuvo haciendo
una lista de nombres posible para él. Ulises era adecuado para destacar la
condición de viajero, pero sus resonancias literarias lo determinaban
demasiado.” En un homenaje a Rayuela
de Cortázar, habría escogido Horacio, pero era imposible dado el supremo papel
de aquella novela.
(5) E. M. Forster. El
viaje más largo. Citado como epígrafe en: Jaakko Hintikka El viaje
filosófico más largo. De Aristóteles a Virginia Woolf. (Barcelona: Editorial
Gedisa, 1998)
(6) Michel Foucault. Historia
de la locura en la época clásica. Trad. Juan José Utrilla. (Colombia:
Fondo Cultura Económica, 1998)
(7) La relación de Platón y el mito de
la caverna funcionan de la misma manera que El tapiz de la Creación de Gerona,
en cuanto muestran un sistema-mundo enteramente varonil. Cf. Luce Irigaray. Espéculo de la otra mujer.
Trad. Raúl Sánchez Cedillo. (Madrid: Ediciones Akal; 2007)
(8) Esta palabra “hombre” tan genérico
como problemático que encierra, junto con el lenguaje y el discurso que lo
actualiza, otro Tapiz de la Creación:
“Me pasaba, terminé por comprender,
con ese artículo, lo mismo que me ocurre con las novelas, lo mismo que nos pasa
a las mujeres cuando escribimos cualquier cosa, como no sean fórmulas
matemáticas. Nos pasan, por lo menos, dos cosas.
“Primera: que el lenguaje nos impide
ser sujetos universales, representativos de lo humano. Si nos situamos en el
punto de vista de un hombre, estaremos reforzando el statu quo (el monopolio
masculino de la condición de sujeto universal) y nos arriesgamos además a que
nos vean como impostoras. (Lo cual no les sucede a los hombres que se colocan en
el punto de vista de una mujer, como luego mostraré). Si en cambio damos la
voz, el protagonismo, a personajes femeninos, se considerará que hacemos, no
literatura sin adjetivos: universal, aplicable a colectivos mixtos (los
progres, por ejemplo), a toda la condición humana … sino «literatura de
mujeres», o para decirlo con la frase completa que se suele emplear: «de
mujeres, sobre mujeres, para mujeres».
“Segunda: que le lenguaje está
empapado de ideología. El lenguaje habla solo, a través de la gramática
(predominio del masculino sobre el femenino) y del léxico, y lo que dice, de
mil maneras, es que las mujeres son inferiores, defectuosas y sobre todo, con
perdón, putas (palabra esta de la que se conocen innumrables sinónimos,
mientras que no existe una sola, que yo sepa, para designas con una connotación
negativa al hombre que tiene muchas amantes.” Laura Freixas. La
novela femenil y sus lectrices. (España: Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Còrdoba, 2009). Pág. 28
(9) Jacques-Alain Miller. Un
esfuerzo de poesía. Trad. Gerardo Arenas (Buenos Aires: Paidós, 2016)