La falsificación como arte: Shanzhai
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
"Los falsificadores, solía decir tío Robert, sólo deben su mala fama y descrédito al apocamiento de los coleccionistas de arte y a la ambición de los directores de museos. Ellos son los que han intoxicado a la opinión pública y le han abierto los ojos inútilmente."
Wolfgang Hildesheimer. Las
aves del paraíso también son falsas.
“Lo que puede es lo
verdadero; lo que quiere es lo falso”.
Madame de Duras
“No quería componer otro Quijote —lo cual es fácil— sino el Quijote.
Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no
se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que
coincidieran —palabra por palabra y línea por línea— con las de Miguel de
Cervantes.”
J. L. Borges. Pierre Menard, autor del Quijote
Shanzhai
El filósofo contemporáneo más leído del mundo, el autor de “La sociedad del cansancio”, el sur-coreano
Byung-Chul Han, ha escrito un nuevo libro: Shanzhai. El arte de la falsificación y
la deconstrucción en China, recientemente traducido al español por Caja
Negra Editora (1).
Con su sencillo transitar por la narración filosófica, sin
levantar nubes superfluas, Byung-Chul Han nos/se entrega a la lectura de una de
las diferencias más entretenidas e importantes que el pensamiento chino tiene
respecto del occidental: la “copia” y el “original”, la “falsificación” y lo
“auténtico”. Con ello, además, nos invita a continuar con el recorrido que
Michel Foucault comenzó: mostrar que la gente es más libre de lo que piensa,
“que tiene por verdaderos y evidentes ciertos temas que se fabricaron en un
momento particular de la historia, y que esa presunta evidencia puede ser
criticada y destruida.” (2)
Lo que Byung-Chul Han pretende destruir y criticar, es la
idea que parece de una moralidad universal en este sacro (3) momento de la tecnología
global de consumo: que toda copia es detestable y que todos debemos perseguir
el original.
Shanzhai, es un neologismo chino para significar fake, lo falso, en China hay una cultura
shanzhai o espíritu shanzhai, hay libros shanzhai, películas shanzhai,
diputados shanzhai, estrellas del espectáculo shanzhai. En un comienzo, shanzhai
se refería a los teléfonos de marca falsificados, pero éstos tenían otras
características además de las del original, convirtiéndose así en originales a
su vez, la creatividad se expresaba también mediante la modificación de los
nombres de las marcas reconocidas como Adidas que se fue convirtiendo en
Adidos, Adadas, Adadis, Adis, Dasida, … con cada paso la marca iba adquiriendo,
a un tiempo, otra resonancia, al modo —sostiene Byung-Chul Han que es profesor
en la Universidad de Artes de Berlín— del dadaísmo y conteniendo un efecto subversivo
frente a la economía global de consumo y a los cada vez más gigantescos
monopolios.
La palabra shanzhai significa literalmente: “fortaleza de
montaña”, el contexto literario de esta palabra que nos presenta el filósofo
sur-coreano, es una de las novelas más famosas de China, “El ladrón de Liang-Schan-Moor”, en la que no está claro quién es el
autor, se supone que el hilo principal de la narración fue escrito por varios
autores. La novela cuenta que, durante la dinastía Song, campesinos,
comerciantes, pescadores, oficiales y monjes, se atrincheraron en una fortaleza
de montaña para pelear contra la opresión de un gobierno corrupto. Pero la
novela presenta aún otras características que la hacen singular, pero más shanzhai,
existen distintas versiones de ella, una de setenta capítulos, otra de cien e
incluso una más, de ciento veinte. Hay otras obras clásicas como “Sueño en el pabellón rojo” o “Romance de los tres reinos” de los que
existen infinitas versiones y con distintos autores.
En China, nos dice Byung-Chul Han, los productos culturales
no suelen estar atados a un autor individual, no son la expresión de un
individuo genial, carecen de un creador o propietario de la obra de arte.
En la literatura actual de China se sigue con esta
tradición, si una novela tiene éxito aparecen otras que lo imitan y no siempre
de nivel inferior, pueden trasladar el contexto de la obra original a otro más
sorprendente o darle un giro imprevisto, por ejemplo, hay una versión de Harry
Potter: “Harry Potter y la muñeca de
porcelana”, donde el protagonista, en el monte sagrado Taishan, junto a sus
amigos chinos Long Long y Xing Xing vence a Yandomort.
Viajando a lomo de tigre
La escritora boliviana Moira Bailey (4), sostiene que
montarse sobre un tigre y después no saber cómo bajarse de él es la manera que
tienen los chinos de representar los trabajos que uno emprende y que luego no
puede cumplirlos y se ve superado por ellos. Así sucede cuando los occidentales
intentamos ocuparnos del pensamiento chino, semejante empresa siempre acaba por
sobrepasarnos, ellos que, cinco siglos antes que Gutenberg realizara la primera
impresión de la biblia, ya habían editado “El Sutra del diamante” una obra
budista.
Bailey, nos ilustra sobre la forma que adquiere la poesía en
China, la armonía que debe existir entre la caligrafía, digamos, la parte
física del poema, y la “belleza de su sentido y su sonoridad”, en el poema lo
esencial es lo que sugiere, su secreto. Dice Bailey que es difícil en la
lectura de un poema chino determinar si el narrador es omnisciente o testigo o
si es hombre o mujer porque los artículos y los adjetivos son indefinidos.
Este modo de la escritura basada en la “letra”, la caligrafía
china, es lo que interesó tanto a Jacques Lacan, que estudió seriamente el pensamiento
chino, como nos cuenta François Cheng, compañero pertinente de su revisión de
la lingüística y la literatura china. (5)
Pero, volvamos sobre nuestros pasos, el desvío valió la pena
debido a la enorme riqueza que recién estamos descubriendo de ese país que
ocupa una parte importante del Oriente, donde nace el día. Sigamos con lo que
nos muestra Byung-Chul Han, en el libro que nos ocupa.
Byung-Chul Han, tiene una ventaja sobre todos los
occidentales que, en estos días, intentan descifrar el pensamiento de China,
pues él ha nacido en un país de la mañana no del atardecer —como sostiene
Bailey de los países del Oriente, respecto de los de Occidente—, así pues, no
viaja a lomo de tigre.
No se culpe a nadie
Los productos shanzhai no pretenden engañar a nadie, nos
muestran claramente que no son un original, sino que juegan con sus
características principales, las combinan de otra manera, las recrean. Para
Byung-Chul Han, este es su aspecto deconstructivo, encuentra esta propiedad en
la tradición del arte en China donde las obras se trasforman y recrean constantemente,
esta continua transformación es un método de creación, una adaptación continua,
alejado de todos los “asiatismos”, como los llama Byung-Chul Han, ésos que se
detienen únicamente en la contemplación o en la no-acción.
En chino clásico, el original se nombra: zhenji, que literalmente significa:
“huella verdadera” y, acudiendo a Derrida, Byung-Chul Han lo compara con el
término différence, que huye de
cualquier rastro de identidad, que no tiene un carácter teleológico o
teológico. El zhenji no se refiere a
ninguna obra de arte acabada, cerrada, incapaz de transformación, sino que es
diferente incluso para sí misma. La idea de original no se entiende como una
creación única sino como un proceso de transformación continua, así, una obra
de arte china no permanece idéntica a sí misma, “cuanto más venerada, —dice Byung-Chul
Han— más cambia su aspecto”.
Este continuo transformase de la obra de arte puede incluso
sobrepasar a toda la obra, Byung-Chul Han propone el ejemplo del santuario
sintoísta más importante de Japón, “El Santuario de Ise”, declarado patrimonio
de la humanidad por la UNESCO, tiene 1300 años de antigüedad, pero en realidad
se reconstruye por completo cada 20 años, por eso los expertos de la UNESCO lo
eliminaron de la lista del patrimonio cultural de la humanidad, se pregunta Byung-Chul
Han: “En este caso ¿qué es una copia y qué es un original? Aquí se invierte
absolutamente la relación entre original y copia. O más bien desaparece por
completo la distinción. En lugar de la diferencia entre original y copia se
impone la diferencia entre viejo y nuevo.”
Otro ejemplo del choque del pensamiento chino sobre la obra
de arte con la visión occidental, ocurrió cuando la exposición de los guerreros
de terracota en el Museo de Etnología de Hamburgo en 2007, fue suspendida por
su director cuando se dio cuenta que eran una copia. Byung-Chul Han, nos aclara
que, desde el comienzo de las excavaciones arqueológicas, paralelamente, se
abrió un taller de copias que no buscaba falsificar las figuras de terracota,
sino continuar con su producción, algo completamente natural en el progreso de
una obra de arte en China.
Exergo sobre las reseñas
Bien mirado, la reseña de un libro es, también, a su manera,
Shanzhai, toma las ideas del “original” y realiza con ellas una combinatoria
juguetona, le añade “algo más”, un plus, para que el posible lector se sienta
atraído por leer el original; a veces, hay reseñas que son más interesantes que
el libro objeto de la reseña, hay, asimismo —parafraseando la ironía de Cortázar
(6)—, libros que son una larga reseña de otros libros.
Notas:
(1) Byung-Chul
Han. Shanzhai. El arte de la falsificación y la deconstrucción en China. Trad.
Paula Kuffer. (Buenos Aires: Caja Negra Editora, 2016)
(2) Michel Foucault. La inquietud por la verdad. Trad.
Horacio Pons. (Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2013). Pág. 232
(3) Lo sagrado es —siguiendo a Meschonnic— la primera
relación entre las palabras y las cosas, el momento originario del nombrar las
cosas, por lo tanto, es sacro este momento debido a que las cosas son por
primera vez lanzadas al viento tempestuoso de la red de redes.
Henri Meschonnic. Un golpe bíblico en la filosofía.
Trad. Alberto Sucasas. (Buenos Aires: Fundación David Calles para la difusión
del humanismo, 2007).
(4) Moira Bailey J. Viaje a lomo de tigre. (La Paz:
Editorial Verdehalago, 2002)
(5) François Cheng. Lacan y el pensamiento chino. En: Lacan: el escrito, la imagen. Trad. Juan
José Utrilla Trejo. (México: Siglo XXI editores, 2001). Págs. 165-189
(6) La ironía de Cortázar se encuentra en su “Declaración
jurada” que, a manera de prólogo, precede su incomparable: Imagen de John Keats,
hablando de las citas dice: “Hay esos libros que son una sola super-cita de
otro libro…”