Clarice Lispector: El Amor de la Lengua*
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
“Entonces escribir es el modo de quien usa la palabra como carnada: la palabra pescando lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra muerde la carnada, algo se ha escrito. (…)”
Clarice Lispector. Para no olvidar
"Estoy tentado de decir que mi experiencia de la escritura me lleva a pensar que no siempre se escribe con el deseo de que a uno lo entiendan; al contrario, hay un paradójico deseo de que eso no suceda (...)”
Jacques Derrida. El Gusto del Secreto
La patria del poema
Todo no puede decirse, puesto que “la verdad no se dice toda” (J. Lacan), así la lengua es distinta de “lalengua”, esto es: la lengua más el sujeto de la enunciación, que pertenecen al orden del no-todo. El ser-hablante, parlêtre, es un “aspecto” de la lengua.
La tautología viene entonces, a nombrar el no-todo de lalengua, “soy como soy” enuncia la huida de la metáfora, anuncia la hora de la verdad como lo que no se dice toda. La tautología sería entonces, ese grado cero del sentido, donde los significantes se olvidan de los sentidos acostumbrados, se reducen a su “materia”, el lugar de los sinsentidos, pero, por eso mismo, fuera del ceñidor semántico, el significante hace nacer sentidos nuevos. He ahí la patria del poema.
Clarice, siempre Clarice
A Clarice Lispector (Tchetchelnik, Ucrania 1920 – Río de Janeiro 1977), le gusta jugar con el enigma, con el gesto mágico de la palabra, con el gusto por el secreto, con el sentido que huye constantemente de sus escritos, ya Giorgio Agamben ha resaltado la relación entre magia y felicidad (Agamben, Profanaciones), a partir de la frase de Kafka: “esta es la esencia de la magia: que no crea, pero llama”, cabalistas y nigromantes de la antigüedad sabían que cada cosa en este mundo tiene, además de su nombre conocido, uno escondido, al que está obligado a responder. Sin embargo, nos dice Agamben, hay otra tradición “más luminosa”, en el que más que la servidumbre de la cosa al nombre, está el “monograma que sanciona su liberación del lenguaje”. De esta manera, la magia es lo que llama a restituir todas las cosas a lo inexpresado, he ahí el secreto de la lengua perpetua, de la lengua que se inventa en la espontaneidad perfecta del gesto.
Esta es la magia de la escritura de Clarice Lispector.
Helen Cixous, una de las mejores lectoras de Lispector,
sostiene que para Clarice, escribir es “rozar el misterio, delicadamente, con
la punta de las palabras, procurando no aplastarlo, a fin de des-mentir[lo]”, Lispector
también escribió cuentos que para la Cixous se parecen al Evangelio o … al
Génesis, pero también novelas, difícil de leerlas, pero no es difícil disfrutar
de ellas, como se disfruta del descubrimiento (no del develamiento) de un largo
misterio, en Lispector las palabras se desnudan y muestran su “letra”, apenas
aquellos trazos de cuya combinatoria nace el poema, o el cuento-evangelio, o la
novela-enigma. Puro juego de significantes.
Es en el poema donde se conoce el verdadero enigma que es la
Literatura (con mayúscula), campo en el que Clarice Lispector es la “hora de la
estrella”, allí brilla más que el sol, en la patria del poema puede producirse
algo de la vida “misteriosa e irrefrenable”, algo de la vida que se escapa
(movimiento ascendente o descendente da igual, o… quizá es lo mismo) a las
reglas, a las leyes de la lengua, es el “amor por la lengua”.
En la punta de la espada la magia
El libro de Clarice Lispector: “Dónde estuviste de noche” (Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2012), tiene 19 textos cortos. Son textos poéticos en el sentido que damos líneas arriba, donde la palabra es liberada. Como sus traductoras manifiestan, es el libro más enigmático de Lispector, los textos poseen un orden sintáctico, pero el sentido siempre huye.
El texto emblemático es el texto-poema titulado: “Es hacia allá que voy”, donde magia y enigma son sinónimos.
El texto-poema se despliega a partir de tres sensaciones:
“Más allá de la oreja existe un sonido, al borde de la mirada un aspecto, en las puntas de los dedos un objeto —es hacia allá que voy.”
Tres objetos, tres bordes, un litoral, littera-letra, un viaje a los confines inexpresivos de la palabra.
Escribe poco después (pero esta no es una sucesión temporal):
“En la punta del lápiz, el trazo.”, el acto, y continúa:
“En la punta de los pies, el salto. // Parece la historia de alguien que fue y no volvió —es hacia allá que voy”
Así como en la punta del lápiz está el trazo y en la de los pies, el salto:
“En la punta de la palabra está la palabra”
En ése punto (punta) la palabra es reducida a monograma:
“Quiero utilizar la palabra “tertulia” y no sé dónde ni cuándo. A la vera de la familia está la familia. A la vera de la familia estoy yo. A la vera de yo estoy mí. Es hacía mí que voy.”
[Cómo no escuchar lo que resuena, consuena, aquí, con las palabras de Derrida en homenaje a Paul Celan: “Si hago oír aquí su voz, si la oigo yo en mí … muchas veces intenté, por la noche, leer a Paul Celan y pensar con él. Con él hacia él”]
Monograma del nombre propio: “Es hacia mi pobre nombre que voy”, que llama al cuerpo, al milagro de un cuerpo que habla:
“Yo estoy a la vera de mi cuerpo. Y fenezco lentamente. // ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. A la vera del amor.”
El texto completo:
(*) Tomo prestado el título de un libro del lingüista Jean-Claude Milner: "El Amor de la Lengua"
Bibliografía citada y no citada:
Clarice Lispector. Dónde estuviste de noche. Trad. Teresa Arijón y Bárbara Belloc. (Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2012)
Jacques-Alain Miller. La Fuga del Sentido. (Buenos Aires: Paidós Editores, 2012)
Giorgio Agamben. Profanaciones. Trad. Flavia Costa y Edgardo Castro. (Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editores, 2005
Jacques Derrida. Carneros. El diálogo ininterrumpido: entre dos infinitos, el poema. (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2009)
Hëlëne Cixous. La risa de la Medusa. Ensayos
sobre la escritura. Trad. Ana
María Moix. (Barcelona: Editorial Anthropos, 1995)
Jean-Claude Milner. El amor por la lengua. Trad. Armando
Sercovich. (México: Editorial Nueva Imagen, 1980)