Lógica de la sexuación III: No hay relación/proporción sexual
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
A Pia… que rige el viento de Alemania a La Paz
«Señores, ¿os gustaría escuchar una hermosa historia de amor y de muerte? Es de Tristán y de la reina Isolda. Sabréis del goce y del dolor con que se amaron y cómo murieron, en el mismo día, él por ella, ella por él.»
Tristán e Isolda de Joseph Bèdier
Introducción
Amor y muerte, no es una extraña
combinación, es más bien una mezcla exitosa, es aquello que se encuentra en el
orden ineluctable del inconsciente, del destino, puesto que “no hay
relación/proporción sexual” (1). En entradas anteriores (Lógica de la sexuación I y II) ya revisamos
las maneras en que la sexuación toma a eso que es un supuesto: el sujeto; nos
falta ahora comprender cómo esas dos particiones, (partición en francés es partage, sustantivo de partager que es tanto compartir como
repartir), comparten un tiempo en común que nada tiene de idílico, siendo una
de las razones por las que las historias de amor y de muerte están en la base
de la ilusión novelesca, “¿de dónde viene ese encanto?”, se pregunta Denis de
Rougemont (2), según él, en la pregunta se puede descubrir algo para la
definición de la “conciencia occidental”.
Afirma Denis de Rougemont —que parece
freudiano— que un “amor feliz no tiene historia”, únicamente el amor condenado
a terminar de la forma más abrupta y dolorosa es novelesco, es decir, merece
una Historia, ya que toda unión amorosa está signada por la pasión, por el sufrimiento. ¿Qué secreto
guarda este gusto por el dolor, ya que toda pasión de amor nos lleva a una
desgracia? ¿Por qué “preferimos lo que nos hiere y nos exalta”? —se pregunta Rougemont. Él mismo parece contestar estas
preguntas cuando sostiene que la literatura escribe en prosa y en verso la
infracción a la ley, transformando en farsa el tormento obsesivo del amor;
escribe Rougemont: “¿No será un intento
de evadirse de su horrorosa realidad? Convertir la situación en mística o en
farsesca es siempre reconocer que es insoportable.”
Entre los dos sexos (Lacan se
pregunta: ¿Por qué sólo hay dos y no tres?), se da un impasse colosal, una imposibilidad que Lacan sitúa en el orden de
lo Real, ese escollo queda velado por el amor. El amor vela la no-relación-sexual.
Dentro de las múltiples negaciones —negación
en el sentido que este término tiene en el discurso matemático— Lacan da mucho
énfasis a: “No hay relación sexual” (“Il n’y a pas de rapport sexuel”, Lacan, Passim), en sus trabajos finales. Analizaremos aquí esta negación en su último escrito: L`Étourdit, traducido
como El atolondradicho (3)
Primera aproximación
La primera vez que Lacan se aproxima
con suficiente concentración a la fórmula “no hay relación sexual en el ser
hablante”, se da en el seminario titulado: De un discurso que no fuera del semblante
(4), allí es, a la vez, cuando comienza su elaboración teórica que desembocará
en sus fórmulas de la sexuación. En la sesión del 17 de febrero de 1971, Lacan
explica la noción de escritura que conviene al psicoanálisis, en la que utiliza
la escritura china como una muestra de que la escritura dice sin decir, aunque
no se encuentra de acuerdo con la primacía que le daba cierto pensamiento
filosófico de la época, por ejemplo Derrida; allí, Lacan, después de plantear
su noción de escritura respecto del psicoanálisis, se refiere al falo,
dirigiendo a su auditorio a la revisión de su texto “La dirección de la cura …”, declara que el yin y el yang, tan
apreciados por el pensamiento occidental como los principios macho y hembra, no
son sino la elucubración de varias culturas en la bipartición de los sexos,
siendo su modelo general. Frente a esto Lacan afirma que es insostenible
mantener esta dualidad como suficiente.
Su propuesta es que la función del falo, tan poco comprendido, vendría a romper
la dualidad de ese ordenamiento rígido, tan común a casi todas las culturas,
habrá que repetir, quizá hasta el cansancio, que el falo nada tiene que ver con
el órgano llamado pene, ni con su fisiología, tampoco a lo que atañe a su
función en la reproducción, la función del falo tiene que ver con el goce. Es
el goce diferente del placer sexual, el goce es lo que instaura la verdad en la
función del falo.
Para Lacan el lenguaje se inserta allí
donde falla la relación sexual, en el lugar donde el falo (como órgano) separa
el “ser” y el “tener”, el lenguaje introduce allí no los términos macho y
hembra, sino la “elección” entre ser y tener. Con el lenguaje viene la
sustitución de la relación sexual por la “ley sexual”, aquella que proviene, a
su vez, de la interdicción y que funda el deseo.
La “función del falo”, como tal, es
decir, como función matemática, enlaza entonces, no dos pares de opuestos:
hombres y mujeres, sino los parlêtre (los seres hablantes) y el goce.
Desde este momento la “función fálica” relaciona a los parlêtre con su goce.
Lacan, construye así, una manera de
diferenciar a hombres y mujeres sin recurrir ni a la biología, ni a las
religiones, es decir, sin recurrir a ningún dato primario. No se trata pues, de
algo que sobre o que falte en uno u otro lado entre hombres y mujeres, no hay
un rasgo distintivo que dé cuenta de la diferencia de los seres sexuados, lo
que hay es la imposible relación entre la diferencia
y lo propio. Lacan sostiene que si
negamos “Hombre” pasamos al lado “Mujer”, pero si negamos “Mujer”, nada nos
garantiza que pasaremos al lado “Hombre”, pues si negamos la presencia de algo resulta su falta, en cambio, si
negamos su ausencia no podemos saber si encontraríamos un rasgo, cualquiera que
este fuera, o nada, sólo en la posición de un conjunto cerrado y predeterminado
podrían haber dos subconjuntos: Hombre y Mujer, tal que todo lo que no esté de
un lado estará del otro.
La mujer no-toda
Lacan demolerá la lógica de las
oposiciones de Aristóteles en lo referido a la diferenciación sexual, negándose
a admitir los presupuestos de partición entre Hombre y Mujer, fundados en esas
dualidades tan comunes en las religiones y visiones culturales (incluida la
“ciencia”): yin y yang; con miembro y sin miembro;
cromosómica, etc., recurriendo a los
cimientos lógicos de tales proposiciones, pues encuentra, en el binarismo de la
lógica, el “género”, en oposición de lo sexuado.
Allí, en los cimientos lógicos, Lacan
hallará, basándose en el descubrimiento de Russell: la inexistencia del conjunto de todos los conjuntos que no se
pertenecen a sí mismos, paradoja que no quiere decir que no existan tales
conjuntos, sino que no pueden ser agrupados mediante un rasgo común, de la
misma manera Lacan parte del lado derecho de sus fórmulas de la sexuación, no
para negar la existencia de cada mujer, sino para negar que La Mujer exista, que la “esencia” de
Mujer es inexistente, que “todas” no pueden agruparse más que en el mito, donde
“todas” pertenecen al Padre totémico de Freud, mientras que la interdicción, la
prohibición del incesto permite que ellas pierdan cualquier rasgo que pudiera
colectivizarlas, lo que quiere decir que hay una existencia sin esencia.
La deconstrucción de las esencias
“Hombre”, “Mujer”, lleva a Lacan a afirmar la inexistencia de la relación
sexual.
No hay relación/proporción sexual (“Il n’y a pas de rapport sexuel”)
Lacan sostiene esta afirmación que,
como otras, al mismo tiempo de renovar el pensamiento psicoanalítico, lo sacude
desde sus cimientos, que no haya relación sexual quiere decir que ésta no es
inscribible de ninguna manera lógica, que como sabemos, es la ciencia de lo
real ya que, algo como el número, en el discurso matemático, no posee realidad
empírica y, sin embargo, tiene una incidencia en ella.
Lacan critica la universal: “para
todo”, afirmación universal aristotélica que se refiere al ser y a la esencia
que no instaura ninguna existencia, por ejemplo: “todo hombre es moral”, es puro
símbolo, que no señala nada, pura esencia. En cambio, la “existencia”, afirma
de entrada la existencia del elemento que inscribe, pero de todas maneras va
adosada a una esencia. Lo que Lacan persigue es una existencia sin esencia.
Podemos entender la búsqueda de Lacan,
recordando la negatividad del significante, ya que un significante encuentra su
valor sólo frente a otro significante y no a partir de sí mismo, es frente al
otro que el sujeto encuentra su posición, es decir, negándose a sí mismo (5).
Llevado por la importancia de esta negatividad del significante, que acompaña a
Lacan desde sus comienzos, puede reescribir las proposiciones de la lógica
aristotélica, introduciendo dos nuevas escrituras de la negación: el “no-todo”
y el “no existe”, si para Aristóteles la universal implica la existencia, para
Lacan la existencia no está ligada a lo universal, sino que se engendra por la
ex-sistencia del Nombre-del-Padre (Ver. El Otro que...) que introduce la ley simbólica y la
palabra. La Particular Negativa adquiere así una importancia mayor con respecto
a Universal Afirmativa.
Si en Aristóteles la Universal
Afirmativa diría: “existe un x tal que…”, con Lacan se convierte en: “no existe
x que no sea…”, donde la doble negación no hay que entenderla como afirmación,
sino como una “doble” negación, así puede entenderse que: ” la relación sexual no cesa de no escribirse”.
La relación sexual no cesa de no escribirse, porque nada en el sujeto le indica con toda
certeza que es de un sexo, de modo que sólo queda un rol imaginario que le da
una consistencia y anticipa lo que podría ser, lo simbólico no puede hacerlo ya
que está por fuera, tampoco lo real ya que por definición es irrepresentable.
El “au-sentido”
La tachadura que utiliza Lacan en sus
matemas, indica precisamente la negación de la Particular Negativa, existe A,
pero también A (tachada) es decir, que estando presente también puede
ausentarse, es el au-sentido, es el
paso del principio de “no-contradicción” al principio de “no hay relación
sexual”. Repasemos el principio de no-contradicción de Aristóteles. Como
sabemos el enunciado dice: “Es imposible que lo mismo se dé y no se dé en lo
mismo a la vez y en el mismo sentido” (6) y Aristóteles no lo demuestra porque
es indemostrable, ya que una demostración arrastraría otra y así hasta el
infinito, Aristóteles recurre entonces a equivalencias del tipo “hablar es
decir algo, decir algo es significar algo, significar algo es significar algo
que tiene un sentido y uno solo, el mismo para uno y los otros”, Barbara Cassin
lo llama: “decisión del sentido” (7). Es decir, en Aristóteles, el principio de
no-contradicción se reduce a que una palabra tenga y no tenga, al mismo tiempo,
el mismo sentido, pero ya sabemos, desde la lingüística moderna,
que el sentido de una palabra es múltiple, que la sinonimia es falsa, desde la
clínica psicoanalítica se sostiene siempre un equívoco, un ejemplo de ello es
la homofonía de las palabras.
Si el sentido no puede ser sino
equívoco y a eso Lacan llama: “au-sentido”,
L`Étourdit,
El Atolondradicho o Las vueltas dichas que, como bien
sostienen las traductoras al castellano de este texto, muestra: “el equívoco
entre lo escrito y lo dicho” (8), sitúa el último texto escrito por Lacan como
una enunciación que se escucha leyéndola. Es la primera de las frases que Lacan
pone en los oídos del lector cuando escribe:
“Que
se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha”
El amor o del “amuro”
Que no haya relación sexual, no impide
que haya encuentros sexuales y muchos, no impide que se goce, pero: “El goce del Otro, del Otro con
mayúscula, del cuerpo del otro que lo
simboliza, no es signo de amor.” (9). Que no haya relación sexual no impide
tampoco, que haya algo que quiera velarlo: el amor que quiere hacer Uno de Dos
y, sin embargo, no lo logra porque es imposible traspasar ese muro que es el
lenguaje y del que está hecho el ser que habla, que haya encuentro con otro
cuerpo, donde se goza, no alcanza a colmar la inexistencia de la escritura que
dé cuenta de tal proporción, el amor siempre revela su esencia narcisista.
El amor, como deseo de ser Uno, pero
este Uno que marcaría la relación sexual demuestra su imposibilidad
precisamente por ser Uno, por ser el uno del goce que siempre es autista. Todo
encuentro sexual pasa por el goce denominado fálico, y es ahí donde el goce
opera como obstáculo ya que el hombre goza, no del cuerpo de una mujer sino del
órgano y una mujer se define como no-toda en relación al goce fálico.
El amor se encuentra como sustituto de
la imposibilidad de escribir la relación/proporción de los dos sexos, podría y
nada lo impediría —sostiene Lacan— escribirse: “x R y” y decir que “x” es el
hombre y que “y” es la mujer, donde “R” es la relación sexual, pero sería una
necedad, “ya que lo que se sustenta bajo la función de significante, de hombre y de mujer, no son más que significantes enteramente ligados al uso cusrsocorriente del lenguaje. Si hay un
discurso que lo demuestra es el discurso analítico, por poner en juego lo
siguiente, que la mujer no será nunca tomada sino qua ad matrem. La mujer no entra en función en la relación sexual
sino como madre.” (10). ¿Y el hombre? El hombre entraría en calidad de quo ad castrationem, ya lo decíamos
líneas arriba, como relacionado al goce fálico.
Notas y bibliografía
(1). Escribimos así, lo que
simplemente escribiríamos: “no hay relación sexual”, para evitar confusiones
con el “acto sexual”, que sí hay, y muchos. Por otra parte, Freud insiste en
que lo sexual está en cualquier lugar menos en lo genital, es decir, en
cualquier parte menos en la función de reproducción. También, la palabra
francesa rapport que utiliza Lacan
significa entre otras cosas: razón, similitud, analogía, relación, producto,
rendimiento, se utiliza para señalar una comparación, etc.
(2). Denis de Rougemont. El
amor y Occidente. Trad. Antoni Vicens. (Barcelona: Editorial Kairós,
1979)
(3). Jacques Lacan. El
Atolondradicho o las vueltas dichas. Trad. J. –L. Delmont-Mauri, Diana
Rabinovich y Julieta Sucre. Escansión 1.
(Argentina: Editorial Paidós, 1984). Págs. 15-73
(4). Jacques Lacan. De un
discurso que no fuera del semblante. Trad. Nora A. Gonzáles. Buenos
Aires: Paidós, 2011)
(5). Alexandre Kojéve. Introducción
a la lectura de Hegel. Trad.
Andrés Alonso Martos. (Madrid: Editorial Trotta, 2013)
(6). Aristóteles. Metafísica. Trad. Tomás
Calvo Martínez, (Madrid: Editorial Gredos, 1994). Pág. 173
(7). Alain Badiou y Barbara Cassin. No
hay relación sexual. Dos
lecciones sobre «L`Etourdit» de Lacan. Trad. Horacio Pons. (Buenos Aires:
Amorrortu, 2011). Pág. 22
(8). Atolondradicho. Op. Cit.
(9). Jacques Lacan. Aun. Trad. Diana
Rabinovich, Delmont-Mauri y Julieta Sucre. (Buenos Aires: Paidós, 1992). Pág.
12. Lacan, en: Hablo a las Paredes. (B. Aires: Paidós, 2012). Pg.
125, comenta un poema de Antoine Tudal que insertará en “Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis”
(Escritos, página 278) que dice así:
Entre el hombre y el amor,
Hay la mujer.
Entre el hombre y la mujer,
Hay un mundo.
Entre el hombre y el mundo,
Hay un muro.
(10). Aun. Op. Cit. Pág. 47
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