martes, 28 de abril de 2020

Emmanuel Faye: Hannah Arendt y el nazismo



Fotografía / pure people

Emmanuel Faye: Hannah Arendt y el nazismo


Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

 

[T]uve la impresión de haber ido al encuentro de Husserl y haberme encontrado con Heidegger. (…). Supe inmediatamente que es uno de los más grandes filósofos de la historia como Platón, como Kant, como Hegel y como Bergson”. 
Emmanuel Levinas. Entrevista de 1987 realizada por François Poirié. Citado por Miguel Abensour en “El Mal elemental”

La duda en reposo


Emmanuel Faye, un experto en Descartes, pone en suspenso la duda metódica cuando se trata de arremeter contra el maestro Martin Heidegger. Faye acaba de escribir una diatriba bien razonada contra Hannah Arendt (Arendt y Heidegger. El exterminio nazi y la destrucción del pensamiento. Trad. Tomás Fernández Aúz. Ediciones Akal, 2019), siguiendo su cruzada contra el profesor de Friburgo, decimos contra el “profesor”, ya que Faye está muy lejos de impugnar la compleja obra del “filósofo” Martin Heidegger.

Ya en la dedicatoria que antecede a su libro, Faye muestra una de las principales razones de su odio a Heidegger: el antisemitismo nazi. Sn embargo, queda por demostrar que Heidegger era el fiel partidario del antisemitismo nazi como muchos lo sostienen, entre ellos el más claro de los intelectuales contemporáneos: Henri Meschonnic. Claro, la aparición de sus “Cuadernos Negros” (Schwarze Hefte, 34 cuadernillos con cubiertas de color negro) publicados en 2014 y traducidos al español por la Editorial Trotta en 2015, no hace sino ahondar más en la sospecha de que sí lo era.

Faye, pretende hacer un estudio individualizado de los seguidores que acogieron las ideas del maestro de Friburgo en Europa, entre ellos, con énfasis nada normal, sobre la obra de Hannah Arendt, a ella le reprocha detalles entresacados de sus libros y comentarios. Veamos.

Primero, le recrimina que continúe la manera de pensar sobre las victimas en los campos de exterminio que tuvieron los nazis, así la concepción de masa no humana y la idea de que el exterminio redujera a la inhumanidad a los condenados a los campos de exterminio, en contraposición a los testimonios que recogen cierta oposición a ser muertos, que, aunque escasos, existen.

Faye, imprime, en sus comentarios, una clara “orientación” para los lectores de Arendt que no comprendimos sus palabras, su elucidación no tiene otra intención que ser la más exacta, frente a los demás receptores de la obra de Arendt.

Arendt habría cambiado su idea de antisemitismo, al atribuir su origen, primero, al romanticismo alemán, después, exonerando a este de cualquier insignia de “terreno fértil” para la violencia racial que tuvo lugar en Alemania hitleriana, es decir, que una filósofa corrija un error es, de acuerdo a Faye, un nuevo error, dice: “Es esta inflexión en la interpretación arendtiana del antisemitismo, que nadie ha destacado hasta la fecha, lo que nos proponemos resaltar (…)” (énfasis mío).

Curiosamente esta “inflexión” comienza en Arendt a partir de su enamoramiento con Benno Georg Leopold von Wiese und Kaiserswaldau, (Faye se toma el trabajo de escribir su nombre completo para que quede claro que se trata de un “alemán”), con quien habría podido casarse, Benno, después de su relación con Hannah perteneció a NSDAP (NationalSozialistsche Deutsche ArbeiterPartei o Partido Nacionalsocialista Alemán), debido a esta relación Arendt toma interés en el “romanticismo político” que erige Carl Schmitt, a partir de este interés comenzara un ensayo sobre dos representantes del romanticismo político: Friedrich von Gentz y Adam Müller; de lo escrito sobre el primero, Faye da un salto a la luna (no un paso como quería Derrida), construyendo una especie de “perfil psicológico” de Hannah, pues según él se identifica con Gentz debido a que “Su: virtuosismo está en el equilibrio de ser distinto de lo que representa”. Así, Hannah, deviene en el pensamiento de Faye como alguien que sigue dos destinos, por supuesto adivinamos aquí que se trata de la bifurcación entre Heidegger y el sionismo.

Con este recorrido, Faye, lo que en realidad busca es dirigir las miradas al Romanticismo Alemán como origen del antisemitismo nazi, así, extrae del texto de Arendt sobre Müller la idea de una “secularización de la salvación” ya un concepto más político que religioso pues se trata de una salvación mediada por la comunidad política y que se comprueba en su interior, además, esta salvación encajaría de acuerdo con Arendt con el “linaje” que ya Faye puede ver como el serio indicio de un nacionalsocialismo incipiente. ¿No podemos ver, también aquí, la idea de redención judeocristiana?

Faye, acusa a Arendt de “(…) emborronar perfectamente bien las pistas —insertando aquí una referencia a los «revolucionarios» y haciendo un inciso sobre Feuerbach— y que no se deja catalogar fácilmente. En resumen, la ambivalencia de Arendt se percibe ya en sus publicaciones de principios de los años treinta, en las que sabrá conferir visos de aceptabilidad a las posiciones más contrarrevolucionarias con el simple expediente de añadirles unas cuantas referencias —aquí Feuerbach, más allá Rosa Luxemburgo— susceptibles de otorgarles la apariencia, en una lectura rápida, de escritos progresistas y revolucionarios —cuando, en el fondo, no lo son en absoluto. Y con ello, prepara y expresa ya, adelantándose a su tiempo, muchas de las ambivalencias de la posmodernidad.” (Pág. 60)

Frente a esto, Arendt, no puede sino ser considerada una “asimilada” al espíritu alemán, como lo fue Rahel Varnhagen, cuya biografía Hannah Arendt escribió, subtitulando su ensayo: “Vida de una judía alemana en la época romántica” que, según Faye, es su “confesión oculta”, en el que las ideas de Fichte sobre el hombre en relación con la creación de la novedad en la historia, se enlaza con la idea heideggeriana del Mitsein o “ser con”, se comprendería así el “motivo nuclear de toda su obra, según la cual la existencia humana no se constituye más que en el ser en el mundo y a través del reconocimiento mutuo —idea que Heidegger designará en El Ser y el Tiempo con la expresión” «ser con» o Mitsein (…)” (página 64)

El antisemitismo según Arendt


Hannah Arendt escribió un texto inconcluso a fines de 1930: Antisemitismus, que encontraba la raíz del antisemitismo alemán en el florecimiento del romanticismo de principios del siglo XIX, sobre todo de aquella “Sociedad de la Tabla Redonda germano-cristiana” al que pertenecían, por ejemplo: Clemens Brentano y Heinrich von Kleist. Sin embargo, doce años más tarde en su: “Orígenes del totalitarismo” Arendt cambiaba de argumento, ahora, en la base del antisemitismo, se encontraba un francés que no guardaba relación alguna con el Romanticismo Alemán: Gobineau.

En: Antisemitismus, Arendt atribuía al “romanticismo político” de Carl Shmith, para el que el Estado era una “totalidad viva”, el origen del sentimiento antisemita, sosteniendo que: “Las teorías románticas del Estado proporcionaron el suelo fértil en el que prosperó el conjunto de la ideología antisemita. Ella centra este suelo en dicotomías como la de “arraigado/desarraigado”, según este binomio, Faye sostiene que el mismo Heidegger podría estar incluido en este diagnóstico de Arendt ¡aunque no lo nombre!, ya que los temas de “arraigo” y “desarraigo” ya se encuentran en Ser y Tiempo, otra cita, tan endeble como la anterior, se encuentra en la nota de Arendt cuando escribe que Heidegger es el “último de los románticos”.

En cambio, en “Los orígenes del totalitarismo”, hay un cambio de perspectiva, en realidad, de acuerdo a Faye, un verdadero vuelco, ya que Arendt sostiene que ilegítimamente el romanticismo político fue tildado de haber inventado el pensamiento racial, en el primer tomo de su libro: “Orígenes del totalitarismo” Hannah Arendt borra el papel que jugó la nación alemana y lo coloca sobre el antisemitismo francés basada en el caso Dreyfus.

Faye, demuestra ser un gran buscador de argumentos en contra de Arendt, nos presenta la recepción que tuvo el libro de Arendt en un discípulo de Carl Smith, Ernst Forsthoff, quien dirige una carta a su maestro contándole su lectura de la obra de Arendt sobre el totalitarismo, le dice que la autora valora altamente su obra: Politische Romantik, Carl Smith le responde: “Leeré encantado el libro de Hannah Arendt”. De esta manera, la recepción elogiosa tanto de Smith como de su discípulo, le hacen a Faye extraer la conclusión de que Arendt propicia una suplantación de su antigua versión sobre el origen germano del antisemitismo, ésa que afirmaba: “Las teorías románticas del Estado proporcionaron el suelo fértil en el que prosperó el conjunto de la ideología antisemita”.

Emmanuel Faye, subraya que en el primer tomo de “Los orígenes del totalitarismo” Arendt, incluso va más allá de la sustitución de sus primeras ideas sobre el origen del antisemitismo, llegando a culpar a los propios judíos, es decir, a las víctimas, del antisemitismo moderno. “Y es que Arendt sostiene de hecho, en referencia a cuantas doctrinas «desmienten toda responsabilidad específica por parte de los judíos», que se trata de credos que «se asemejan peligrosamente a las prácticas y las formas modernas de gobierno que recurren al terror arbitrario para suprimir toda posibilidad de actividad humana» —en pocas palabras, los gobiernos totalitarios. (Faye, pág. 75)

Después, Arendt se entretendría —sostiene Faye— analizando la literatura escrita por franceses como Proust o Céline, así como las novelas del inglés Disraelí, alejándose de “las principales fuentes intelectuales y doctrinales del antisemitismo nazi” (pág. 79). “En realidad, Arendt atribuye a Francia una responsabilidad que no le corresponde históricamente.”

Hasta este momento de su lectura de Hannah Arendt, Faye todavía no logra dar con la clave que anunciara al comienzo de su obra: la introducción del nazismo en la filosofía. Toda su argumentación parece sostenerse en que Arendt pensaba que también los judíos, en su afán de transculturización, llegaron a adoptar formas como la del “judío culto” a diferencia del “judío en general”, frente a una sociedad que —sostenía Arendt—“discriminaba a los judíos «ordinarios» y en la que, al mismo tiempo, a un judío le resultaba generalmente más fácil que a un no judío de similar condición ser admitido en los círculos de moda, los judíos tuvieron ellos mismos claramente del «judío en general» y al mismo tiempo denotar con claridad que eran judíos; bajo ninguna circunstancia se les permitía simplemente desaparecer entre sus vecinos.” (Arendt. Los orígenes…) Esto derivó, sostiene Arendt, en la ambigüedad de ser un judío en casa y un hombre en la calle y recíprocamente: se sentían diferentes en la calle por ser judíos y diferentes de los demás judíos en casa por no ser un “judío ordinario”. “En otras palabras, el judaísmo, se convirtió en una cualidad psicológica y la cuestión judía en un problema personal para cada individuo judío.” (ibídem)

Aquí es donde Faye, elabora una relación de parentesco de Arendt con Heidegger, quien en sus denominados “Cuadernos Negros” había dejado escrito que el judaísmo tenía como principio: “vivir de acuerdo a la raza” (Pág. 81)

Emmanuel Faye contra Martin Heidegger


Llegamos así, al momento en que toda la crítica a Hannah Arendt deviene en el camino hacia el objetivo principal de Faye: Martin Heidegger.

En el título del capítulo V, Faye relaciona el Ser (Seyn) heideggeriano con el exterminio. Faye, ya había expuesto en: “Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía” (2005), su tesis de que para Heidegger el Ser y la Verdad provenían en verdad de sus ideas nacionalsocialistas y de su análisis de la historicidad alemana, además, existiría un punto de inflexión entre 1933 y 1934, los primeros semestres del Heidegger rector de la universidad, en el que su filosofía se acerca a una “voluntad de exterminio” (sic) (Faye, 189). 

Faye comienza analizando el texto del curso de Heidegger de 1933-1934: “De la esencia de la verdad”, que —dice— bajo el pretexto de “filosofía”, transmite a sus alumnos el nacionalsocialismo (incluso Faye va más lejos, al sugerir que los editores actuales de las obras de Heidegger, reforzaron esta apariencia al dividir los textos en parágrafos) (Faye, Heidegger. La … pág. 147), ya que para Faye, el “polemos” (conflicto) heideggeriano, se confunde con la búsqueda del enemigo interior … “político”, en cambio para Heidegger se trata del “polemos” heracliteano, pero, sigamos a Faye que identifica la búsqueda del enemigo interior con la misión que se le encarga por entonces a la Gestapo, escribe:

“La insistencia con la que Heidegger recomienda identificar al enemigo interior, o llegar incluso a crearlo, se corresponde la nueva misión que por entonces se encomienda a la Gestapo: la búsqueda del enemigo (die Gegnerforschung)” (énfasis nuestro). Pág. 190.

Aunque Faye no demuestra cómo se da esa “correspondencia”, podemos colegir que se está refiriendo a la obra de un filósofo alemán que tuvo mucha influencia en la construcción del nacionalsocialismo: Oswald Spengler, para quien la lucha que, para Heráclito, se desarrolla en el interior del acontecer puro, carente de toda sustancialidad, se extiende también a la guerra, pues ésta crea toda distinción real tanto en el ámbito de la naturaleza como en el de la historia.

En este punto Faye vuelve su mirada hacia un tema capital de toda la obra de Heidegger: su estudio sobre el ser. Para Faye —que sigue un itinerario veloz que va de Carl Braig hasta Franz Brentano, pasando por la escolástica— Heidegger copió o utilizó la distinción, ya presente, entre el ser y el ente, transformándola en una palabra clave (ein Deckname) que oculta lo que en realidad significaría: el pueblo alemán y su Destino. Peor aún, el pueblo alemán y su destino en realidad serían el pueblo alemán y su Fûhrer, porque lo que quiere en verdad Heidegger —dice Faye—, es “suscitar y despertar en el fuero interno de sus alumnos […] el empuje tendente a la consecución de un Estado, el eros que impulsa al pueblo hacia su Fûhrer.” (197)

La relación que hay entre “pueblo” y “Estado”, sería la misma, según Faye, que la que existe entre Ser y ente, esta diferencia ontológica le serviría a Heidegger para establecer la relación hitleriana entre el pueblo y el Estado. Como ejemplo de este giro en la “ontología” heideggeriana, Faye transcribe, como ya lo había hecho antes en “Heidegger. La introducción del nacismo en la filosofía”, un párrafo de la séptima sesión del seminario que Heidegger impartiera en Friburgo en los años de su rectorado, en el que aparece la palabra “Führer” varias veces:

“Allí donde el Führer y aquellos a quienes este conduce se unen en un único destino, luchando por la realización de una idea, puede crecer el orden verdadero. En tal caso, la superioridad espiritual y la libertad entran en funcionamiento en tanto que profunda entrega de todas las fuerzas al pueblo, al Estado —una entrega consistente en la instrucción más severa, en compromiso, resistencia, soledad y amor—.” En tal caso, la existencia y la superioridad del Führer penetran hasta el fondo del ser, en el alma del pueblo, quedando ambas fuerzas uncidas, original y apasionadamente, para el cumplimiento de la tarea. Y si el pueblo percibe esa entrega se dejará guiar al combate, querrá y amará el combate. Desplegará en tal caso sus fuerzas y perseverará, será fiel y se sacrificará. Con cada nuevo acontecimiento, el Führer y el pueblo se vincularán de un modo cada vez más estrecho con el fin de llevar a la práctica la esencia de su Estado, y, por consiguiente, de su ser. Al crecer juntos, opondrán su ser y su querer históricos y sensatos a las dos potencias amenazadoras que son la muerte y el diablo, es decir, la corrupción y la decadencia de su esencia propia.” (énfasis en el original, pág. 198). Séptima sesión. Párrafo 13, inédito, Seminario de invierno 1933-1934. Para los que quieran leer el texto en su idioma original copio la cita en nota al final, dicha nota, por lo demás, se halla en el libro de Emmanuel Faye: Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía, traducido por Óscar Moro Abadía, en 2009 por Ediciones Akal.

Esta larga cita es, verdaderamente, una sorpresa para el lector de Heidegger, acostumbrado a la obscuridad del maestro de Friburgo, para Faye es la prueba capital de que Heidegger utilizó la diferencia ontológica para legitimar la ideología nazista de la relación indestructible entre el pueblo y el Estado.

Los Cuadernos Negros


Heidegger transcribiría, en unos cuadernos de tapa negra, innumerables “pensamientos” (“denken”, “gedenken”, el peso de esta palabra en Heidegger es crucial, es tan importante, que sin ella no habría ningún filosofar), pero Heidegger no anotaba allí directamente sus reflexiones, sino cuando ya estaban bien elaboradas, se conoce que algunos cuadernos fueron compartidos con otras personas de su entorno, por ejemplo, uno llegó a manos de una de sus amantes de posguerra Dory Vietta, otros fueron aparar a manos de Hannah Arendt. Precisamente ella consagraría su bellísimo: La vida del espíritu, publicación póstuma, a Heidegger, así como una conferencia en la que Heidegger es el centro de su análisis: La preocupación por la política en el reciente pensamiento filosófico europeo, que le traería su ingreso a la carrera universitaria en Estados Unidos, donde se convertiría en: “political theorist” con mucho éxito, el texto sobre Heidegger más conocido de Arendt es su conferencia: Martin Heidegger cumple ochenta años.

Faye, que dedicó todo un libro a los Cuadernos Negros, se encarga, ahora, de remover la herida, y lo hace con destreza, argumentando como es debido.

Lo que Faye le echa en cara a Arendt es lo que ella debería haber dicho y no lo dijo, lo que nos lleva a confirmar que Faye en realidad está criticando a Heidegger a través de Arendt, de ahí que Faye se pregunte:

“¿Cómo es posible entonces que se haya dispensado, a una autora que defendió unos puntos de vista tana aristocráticos y excluyentes como los desarrollados por Arendt en sus escritos, la acogida correspondiente a alguien capaz de refutar la «convivencia»? ¿Cómo es posible que se la haya considerado incluso, según acabamos de ver, como una referencia para repensar los derechos humanos?” (pág. 504).

La respuesta la da él mismo. Arendt fue tanto más inteligente que confundió a sus lectores con textos que continuaban el legado de su maestro y, al mismo tiempo, lo ocultaban, consiguiendo una ambigüedad difícil de distinguir.

Por eso cuando la referencia a Marx pasó de moda, se comienza a fijar la mirada en autores como Arendt. Este es un punto en el que Faye acierta (el único, en un libro de más de quinientas páginas y una admirable bibliografía) respecto de Arendt, es que ella supo construir un discurso ambiguo, tanto en lo político como en el filosófico, fingiendo distanciarse de Heidegger, y aquí creo se halla el mérito y a la vez, la dificultad de Faye, en su intento de deconstruir el pensamiento de Arendt.

“Por esta razón, en la actualidad Hannah Arendt es indudablemente el único autor político al que aprecian simultáneamente los doctrinarios de la izquierda más radical (pese a que ella sea intrínsecamente antimarxista), los politólogos liberales (aunque siempre haya colocado al liberalismo en su punto de mira), los comunitaristas y los escritores de tendencia ultraconservadora” (Faye, ibídem).

Tomemos un ejemplo más específico: el comentario que hace Faye del curso de Heidegger titulado: ¿Qué significa pensar?, a la que Hannah Arendt asistió y del que tomó la diferencia entre el pensar y la lógica, construyendo, a su vez, en su mejor libro: “Los orígenes del totalitarismo”, el concepto de que un “sistema lógico” es constitutivo del totalitarismo, y que éste provocaba una “experiencia fundamental” en los hombres que la padecen y es el “abandono” o la “soledad”, no sólo de los otros hombres sino también, de sí mismo: 

“La experiencia fundamental de la vida común realizada por un régimen totalitario es la del abandono (Verlassenheit)” (cita de Faye, pág. 351). Arendt utiliza nociones como “ausencia de patria” (Heimatlosigkeit) o “ausencia de suelo” (Bodenlosigkeit), el “desamparo” (Verlassenheit) o el “abandono del ser” (Seinsverlassenheit), y las utiliza en la teorización del totalitarismo, nociones todas, desarrolladas por Martin Heidegger. Esto es una prueba, para Faye, de la continuidad del pensamiento heideggeriano en Hannah Arendt, lo cual no nos dice nada nuevo, ni tampoco es, como es natural y de rigor en el caso de las influencias de un pensador, la invalidación del pensamiento de Arendt.

Pero Faye sigue con su tarea —autoimpuesta— de impugnar a Heidegger y confunde, muchas veces, la crítica a la obra de Hannah Arendt, con su intento de destruir la obra del maestro de Friburgo. De paso, Faye arremete con una “lista negra” de amigos, alumnos y colaboradores de Heidegger, en el que se encuentra, por ejemplo, Hans-Georg Gadamer, que habría firmado la “Profesión de fe de los profesores de Adolf Hitler en 1933, además de adherirse a la Liga de Profesores Nacionalsocialistas, en 1935, en 1945, publica artículos que escribió durante el Tercer Reich, suprimiendo varios párrafos de corte racista.

En fin, nada queda suelto dentro del libro que nos presenta Faye, incluso el gran Giorgio Agamben está involucrado, al sostener, en su obra mayor: “Homo Sacer”, la tesis arendtiana de la diferencia en Zoé y Bios, ya que en la lengua griega no existiría, en ningún caso, la palabra “bios” para referirse al ser humano, menos al ejercicio político. (Cf. el Cap. X. Aristocracia y Servidumbre. Ap. 44. Natalidad y “segundo nacimiento”: Arendt y Gehlen).

Nota:


«Nur wo Führer und Geführte gemeinsam in ein Schicksal sich binden und für die Verwirklichung einer Idee kämpfen, erwächst wahre Ordnung. Dann wirkt sich die geistige Überlegenheit und Freiheit aus als tiefe Hingabe aller Kräfte an das Volk, den Staat, als strengste Zucht, als Einsatz, Standhalten, Einsamkeit und Liebe. Dann ist die Existenz und Überlegenheit des Führers eingesenkt in das Sein, in die Seele des Volkes und bindet es so mit Ursprünglichkeit und Leidenschaft an die Aufgabe. Und wenn das Volk diese Hingabe spürt, wird es sich in den Kampf führen lassen und den Kampf wollen und lieben. Es wird seine Kräfte entfalten und ausharren, treu sein und sich opfern. In jedem neuen Augenblick werden sich Führer und Volk enger verbinden, um das Wesen ihres Staates, also ihres Seins zu erwirken; aneinander wachsend werden sie den beiden bedrohenden Mächten Tod und Teufel, d. h. Vergänglichkeit und Abfall vom eigenen Wesen, ihr sinnvolles, geschichtliches Sein und Wollen entgegensetzen»

Séptima sesión. Párrafo 13, inédito, Seminario de invierno 1933-1934.


domingo, 5 de abril de 2020

La entrada en análisis. Nociones fundamentales






La entrada en análisis. Nociones fundamentales


Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés


«Per via di pone y per vi di levare» (*)
  Leonardo Da Vinci

Las entrevistas previas en Freud


Como bien dice Freud en: “Sobre la iniciación del tratamiento” (Amorrortu V. XII. Págs.: 121 y ss.), se puede iluminar mucho sobre el inicio y el final de las partidas de ajedrez, quedando en tinieblas lo que ocurre en el espacio entre ambos. Freud, habiendo constatado esto, sostiene que dará “consejos” y no reglas para iniciar un tratamiento, ya que: 

La extraordinaria diversidad de las constelaciones intervinientes, la plasticidad de todos los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen, por cierto, a una mecanización de la técnica, y hacen posible que un proceder de ordinario legítimo no produzca efecto algunas veces, mientras que otro habitualmente considerado erróneo lleve en algún caso a la meta. Sin embargo, esas constelaciones no impiden establecer para el médico una conducta en promedio acorde al fin.”

Prestemos atención a la idea de que el “inicio” esté de acuerdo al “fin”, que puede considerarse una ética, es lo que leyó Lacan como que no hay clínica sin ética, y esto debido a que el fin de un análisis no es el dominio de sí mismo, la ausencia de pasión, sino el ideal de un reconocimiento existencial: “tú eres esto”, ahora bien, este ideal está para nunca ser alcanzado.

Freud —hablando de la técnica—, sostiene que a los “enfermos” (quien viene a consulta con un síntoma) que conoce poco los acepta provisionalmente por una o dos semanas, esto es lo que podríamos llamar entrevistas preliminares, en este tiempo el analista se da cuenta, mediante un “sondeo”, si el caso es “apto para el psicoanálisis” (pág. 126), este es un “ensayo” previo y puede considerarse como parte de un análisis con sus propias “reglas”, este espacio, es también, el lugar para el diagnóstico. Freud aconseja no prolongar demasiado las entrevistas previas, una señal para concluirlas la da el nacimiento de la transferencia.

En otro lugar de su extensa obra, la de 1905: “Sobre la Psicoterapia” (Amorrortu, V. VII. Págs. 247 y ss.), Freud trata sobre la elección de los pacientes que pueden ser tratados por la “psicoterapia analítica”, presenta varios ejemplos de los que no son susceptibles de tratamiento con este método: los que no tienen un grado cultural y carácter “en alguna medida confiable”, las personas “sanas que no sirven para nada”, las que no llegan a la consulta por su propia voluntad, sino que son llevados por otros. Freud también excluye las psicosis, debiendo ser tratados con otros procedimientos, aunque después sostiene que en el futuro podría haber cambios en la terapia analítica que le permita tratar ese tipo de pacientes, (Lacan aconsejaba no retroceder ante las psicosis); Freud también habla de la edad de los pacientes como consideración para entrar o no en el análisis, los ancianos no serían “educables”, tampoco es eficaz el análisis tratándose de una emergencia, pone de ejemplo a la anorexia histérica. Posteriormente Jacques Lacan avanzará de otra manera.

Las entrevistas preliminares


Ningún análisis comienza sin realizar las entrevistas denominadas por Jacques Lacan: pre-liminares, —pre: “antes de” y “liminaris”, del sufijo limen, liminis (umbral de una puerta), de donde deriva también “eliminar”, que desde el latín quería decir “sacar algo fuera del umbral de una puerta”. Así pues, la entrevista está antes de eliminar la ignorancia del sujeto sobre su deseo.

La primera entrevista siempre se da por accidente, es la sorpresa la que la acompaña, sólo después (o quizá nunca) se convertirá en necesaria. Para el que viene a consulta nada está dicho, trae una queja que en las entrevistas preliminares deberá convertirse en demanda, después, y sólo después, verificaremos que trae un deseo que no sabe en qué consiste. Para el analista nada debería estar dicho, la docta ignorancia debería estar siempre presente en su escucha.

La función de interrogación debe guiar toda la conversación, ella nos irá descubriendo la cualidad del entrevistado, se trata de dar la bienvenida a la lengua que lo habita sin que él lo sepa (por eso viene a consulta), las preguntas deberían servir para que el entrevistado dé significación a los síntomas que describe, es decir, qué lugar ocupan en él.

Las entrevistas, además, irán creando el marco necesario para que se dé la transferencia, por eso son cruciales y hay que recordar el valor de la palabra en la cura tal como lo previó Jacques Lacan, es el único medio que tenemos de actuar. En una entrevista las palabras deben perder el significado que se les da normalmente, deben aclararse y resignificarse, esta es la diferencia entre una entrevista con un analista y una conversación amistosa con alguien de confianza.

Recordemos que se oye a alguien que quiere ser escuchado, el analista se encuentra, por eso mismo, en una función de poder que debe poner en suspensión (docta ignorancia), por medio de recordar que se escucha por contingencia y que se está frente a un entrevistado que muestra uno o varios “semblantes” (con todo el peso que tiene este término en la obra de Jacques Lacan).

Dirigir al entrevistado su propio mensaje para conseguir su división


En el análisis no nos guiamos por patrones de conducta, sino por principios que hay que formalizar caso por caso, el patrón viene como perversión del mercado, creación de la necesidad de un producto, homogenización de los comportamientos.

Hay indicaciones muy valiosas en el libro de Ernesto Sinatra: “Las entrevistas preliminares”, pero hay que leerlas con cuidado, por ejemplo, veamos la viñeta de la primera entrevista que él titula. “Sólo Una”. Sinatra recibe la llamada de alguien al teléfono que le pide “sólo una” consulta, para hacerle “sólo una” pregunta, se lo dice claramente. Sinatra resuelve recibirlo en consulta, también podría haberlo rechazado, debido a la excentricidad de su pedido, pero acepta la cita, aquí vemos, de entrada, el deseo del analista. ¿Qué deberá buscar en esta primera entrevista?

Primero “escuchar” el primer y, en este caso, el único pedido: “sólo una” consulta, sólo una pregunta: “¿por qué mi novia no quiere tener relaciones sexuales conmigo?”. Aquí, algo nos suena a palabras conocidas, lo sexual está presente, la relación de amor con el otro también, se trata de un hombre en su relación con una mujer. habrá que (con)mover todo su pedido, esto podríamos considerarlo una regla, el contra-ejemplo nos lo da el anterior analista consultado que, muy freudianamente, le contestó: “Pero si usted la eligió”, dejando todo en su lugar: tanto la dimensión de su demanda, como la subjetividad con la que entró: confirmación que la pregunta de la esfinge no podría ser resuelto.

En la viñeta de Sinatra, vemos claramente que se busca una rectificación subjetiva a partir de la demanda de un sujeto supuesto obsesivo, ya que su pedido es una verdadera demanda, es algo consolidado y bien construido: únicamente quiere una sesión para que se responda a su pregunta.

Ernesto Sinatra sabe que es así y concede inmediatamente, sabiendo que una sola cita no será suficiente, no cede en su deseo por el deseo del otro, como lo hace el primer analista que contesta al sujeto: “usted la eligió”, que consciente en el deseo del sujeto y cede en el suyo, quiere darle la respuesta en una sesión tal como lo demanda.

Para lograr una rectificación subjetiva y que haya sujeto barrado, Sinatra recurre a la misma frase con la que demandó su entrada: “sólo una”. Ni siquiera “sólo una” vez su padre lo abrazó. Con la frase devuelta, con su carga rectificadora, acuerda con el —ahora sí sujeto— continuar escuchando su demanda de amor indefinidamente. El semblante entrevistado, representado (entonces: sujeto) por: “sólo una”, es devuelto a su rango de semblante, así Sinatra puede formular: “como hacer de lo mismo otra cosa”, la sorpresa es utilizada para conseguir dirigir su propio mensaje al entrevistado.

Las “maniobras” del analista


En las entrevistas preliminares el analista no permanece neutral como sería de esperarse en un análisis, el analista al contrario realiza “maniobras” para lograr un mínimo de transferencia, para lograr que la persona que vino se convierta en sujeto, esto es, que se separe de lo que dice sobre sí mismo, en otras palabras, abandonar su posición de amo, es lo que también se conoce como “histerización”, ubicarlo en la posición de demanda, de quien pide.
 
Otro ejemplo importante de las maniobras que se realizan en las entrevistas preliminares lo encontramos en las anotaciones técnicas de Jacques-Alain Miller (Págs. 63-64), en el que nos presenta el caso de un hombre —que había realizado un largo análisis— que lo llama para pedirle una entrevista “urgente”. Miller divide su breve viñeta en tres tiempos: 

Primer tiempo, el hombre le dice que se siente mejor, que el sólo hecho de telefonear lo alivió y que ya no sería necesario otro análisis. Miller lo escuchó largamente, (unos 45 minutos), su discurso vacilante le dio a entender que se esforzaba no en ser aceptado sino en ser rechazado (vemos aquí la perspicacia de la escucha de Miller, lo que también podemos denominar “invención conjetural del acto”, que consiste en separar los actos y el comportamiento del sujeto de lo que viene a decirnos en la sesión), cuando le pregunta cuánto debe pagar (esta pregunta sólo lo haría alguien ya familiarizado con un análisis, pues la paga es variable como lo es, después de Lacan, la duración de las sesiones), Miller le responde “nada”, y en seguida le dice: “Piense, y vuelva dentro de una semana”, aquí juega Miller una apuesta diagnóstica: se trataría de un obsesivo, para el que “pensar” tiene mucha importancia.

Segundo tiempo, el hombre vuelve la semana siguiente y le dice que habiéndolo pensado no desea iniciar otro análisis, Miller corta ahí la sesión y esta vez le cobra el triple del precio de una sesión cara.

Tercer tiempo, saliendo de esta segunda entrevista, el hombre telefonea pidiendo comenzar un análisis, como buen obsesivo acaba de anular la anulación. Miller gana la partida.

Miller da un plazo para las entrevistas preliminares, dice: “Las entrevistas preliminares pueden durar un mes a una por semana, en total cuatro entrevistas”, luego sostiene que algunos analistas practican un “preliminar permanente”, es decir, de un tiempo mucho más largo, sin embargo, nos parece pertinente un plazo concreto para dar también el empuje a concluir al analista y pasar al acto.

La reconstrucción de la historia frente al muro del lenguaje


Habrá que tener en cuenta siempre, que el locutor recibe su propio mensaje en forma invertida y que frente a alguien que quiere analizarse tenemos un muro (el lenguaje) a trasponer, que, a su vez, está concernido en una subjetividad “la que crea en los hombres la idea de que pueden comprenderse a sí mismos” (Lacan. Los Escritos Técnicos de Freud. Pág. 13)

Por esta razón la condición para escuchar es cuestionar o hacer vacilar al sujeto que oye, Freud sabe que desde el comienzo de un análisis no sólo hay dos concernidos, sino tres o más: el paciente, el analista, el lenguaje; de donde proceden tres relaciones duales: el paciente con su propio decir, el analista con su propio lenguaje y la relación entre ambos. (Ibídem. Pág. 25)

El punto germinal del Psicoanálisis es, por supuesto, la reconstrucción de la historia del sujeto, este es, como dice Lacan, lo esencial de la obra de Freud, por eso para él siempre se trata de la aprehensión de un caso singular. Estudiarlo en su singularidad quiere decir “la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los limites individuales.” (pág. 26). Esto, que puede decirse del análisis, también sirve para las entrevistas preliminares, es traer la historia del sujeto al presente, ya que con Freud sabemos que la historia no es el pasado. “La historia es el pasado historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado” (Ibídem. Pág. 27)

Esto quiere decir, que cuando uno cuenta la historia de su vida siempre la ficcionaliza, esto es, la reconstruye en la medida de su presente, a Freud le ocupó muchos años estudiar esta restitución del pasado, esta función del tiempo en la “realización del sujeto humano”, y fue eso lo que mantuvo vivo al Psicoanálisis.

No es importante que el sujeto reviva los acontecimientos que formaron su existencia, sino lo que “reconstruye de ellos”, después de todo, por ejemplo, los sueños son, para Freud, una manera de recordar, así pues, de lo primero que hacemos en las entrevistas preliminares, dar expresión a los afectos, pasamos a la traducción, a la lectura del criptograma que es para nosotros el sujeto (en realidad del “conjunto de su sistema”) que viene a consulta. Se trata en último término “menos de recordar que de reescribir la historia” (Ibídem. Pág. 28-29).

Hay una pregunta que circula siempre entre los consultorios de los psicoanalistas, y es esta: “¿qué hacemos cuando hacemos análisis?”, que tiene relación con esta otra: “¿qué hacía Freud efectivamente?”, la respuesta es incierta, no se sabe mucho, sólo aquellos cinco análisis que describió/descubrió para nosotros y que nos muestra un pequeño destello de lo que hacía: la singularidad de la experiencia.

Sostiene Lacan que, para Freud, cada caso, cada paciente era una especie de apoyo, un interrogante, en el camino por el que avanzaba, en eso consistía su drama, en volver a empezar en cada caso, en fracasar en cada caso. Ante este inconveniente, Lacan plantea realizar un acercamiento mediante una crítica de la técnica analítica. Ya que: “nuestra concepción teórica de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo que hacemos, no por ello deja de estructurarse, de motivar, la más trivial de nuestras intervenciones sobre los denominados pacientes. […] nos permitimos las cosas sin saberlo…”


(*) La pintura: agregar color para modificar la imagen; la escultura: restar material al bloque para que aparezca la figura.


Bibliografía


Sigmund Freud. Obras Completas. VII. Trad. José Luis Etcheberry. (Buenos Aires: Amorrortu, 1991)
—Obras Completas. Trad. Amorrortu, XII. José Luis Etcheberry. (Buenos Aires: Amorrortu, 1991)

Jacques Lacan. Los Escritos Técnicos de Freud. Trad. Rithee Cevasco y Vicente Mira Pascual. (Buenos Aires: Paidós 2009).

Ernesto S. Sinatra: Las entrevistas preliminares y la entrada en análisis. (Buenos Aires: Colegio Epistemológico Experimental, 2004)

Jacques-Alain Miller. Introducción al método psicoanalítico. (Buenos Aires: EOLIA-Paidós, 1998)