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Emmanuel Faye: Hannah Arendt y el nazismo
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
“[T]uve la
impresión de haber ido al encuentro de Husserl y haberme encontrado con
Heidegger. (…). Supe inmediatamente que es uno de los más grandes filósofos de
la historia como Platón, como Kant, como Hegel y como Bergson”.
Emmanuel
Levinas. Entrevista de 1987 realizada por François Poirié. Citado por Miguel
Abensour en “El Mal elemental”
La duda en reposo
Emmanuel
Faye, un experto en Descartes, pone en suspenso la duda metódica cuando se
trata de arremeter contra el maestro Martin Heidegger. Faye acaba de escribir
una diatriba bien razonada contra Hannah Arendt (Arendt y Heidegger. El exterminio
nazi y la destrucción del pensamiento. Trad. Tomás Fernández Aúz. Ediciones
Akal, 2019), siguiendo su cruzada contra el profesor de Friburgo, decimos contra
el “profesor”, ya que Faye está muy lejos de impugnar la compleja obra del “filósofo”
Martin Heidegger.
Ya en la
dedicatoria que antecede a su libro, Faye muestra una de las principales razones
de su odio a Heidegger: el antisemitismo nazi. Sn embargo, queda por demostrar
que Heidegger era el fiel partidario del antisemitismo nazi como muchos lo
sostienen, entre ellos el más claro de los intelectuales contemporáneos: Henri
Meschonnic. Claro, la aparición de sus “Cuadernos Negros” (Schwarze Hefte, 34
cuadernillos con cubiertas de color negro) publicados en 2014 y traducidos al
español por la Editorial Trotta en 2015, no hace sino ahondar más en la
sospecha de que sí lo era.
Faye,
pretende hacer un estudio individualizado de los seguidores que acogieron las
ideas del maestro de Friburgo en Europa, entre ellos, con énfasis nada normal,
sobre la obra de Hannah Arendt, a ella le reprocha detalles entresacados de sus
libros y comentarios. Veamos.
Primero, le
recrimina que continúe la manera de pensar sobre las victimas en los campos de
exterminio que tuvieron los nazis, así la concepción de masa no humana y la
idea de que el exterminio redujera a la inhumanidad a los condenados a los
campos de exterminio, en contraposición a los testimonios que recogen cierta
oposición a ser muertos, que, aunque escasos, existen.
Faye, imprime,
en sus comentarios, una clara “orientación” para los lectores de Arendt que no
comprendimos sus palabras, su elucidación no tiene otra intención que ser la
más exacta, frente a los demás receptores de la obra de Arendt.
Arendt
habría cambiado su idea de antisemitismo, al atribuir su origen, primero, al
romanticismo alemán, después, exonerando a este de cualquier insignia de
“terreno fértil” para la violencia racial que tuvo lugar en Alemania
hitleriana, es decir, que una filósofa corrija un error es, de acuerdo a Faye,
un nuevo error, dice: “Es esta inflexión en la interpretación
arendtiana del antisemitismo, que nadie ha destacado hasta la fecha, lo que nos
proponemos resaltar (…)” (énfasis mío).
Curiosamente
esta “inflexión” comienza en Arendt a partir de su enamoramiento con Benno Georg
Leopold von Wiese und Kaiserswaldau, (Faye se toma el trabajo de escribir su
nombre completo para que quede claro que se trata de un “alemán”), con quien
habría podido casarse, Benno, después de su relación con Hannah perteneció a
NSDAP (NationalSozialistsche Deutsche ArbeiterPartei o Partido
Nacionalsocialista Alemán), debido a esta relación Arendt toma interés en el
“romanticismo político” que erige Carl Schmitt, a partir de este interés
comenzara un ensayo sobre dos representantes del romanticismo político: Friedrich
von Gentz y Adam Müller; de lo escrito sobre el primero, Faye da un salto a la
luna (no un paso como quería Derrida), construyendo una especie de “perfil
psicológico” de Hannah, pues según él se identifica con Gentz debido a que “Su:
virtuosismo está en el equilibrio de ser distinto de lo que representa”. Así,
Hannah, deviene en el pensamiento de Faye como alguien que sigue dos destinos,
por supuesto adivinamos aquí que se trata de la bifurcación entre Heidegger y
el sionismo.
Con este
recorrido, Faye, lo que en realidad busca es dirigir las miradas al
Romanticismo Alemán como origen del antisemitismo nazi, así, extrae del texto
de Arendt sobre Müller la idea de una “secularización de la salvación” ya un
concepto más político que religioso pues se trata de una salvación mediada por
la comunidad política y que se comprueba en su interior, además, esta salvación
encajaría de acuerdo con Arendt con el “linaje” que ya Faye puede ver como el
serio indicio de un nacionalsocialismo incipiente. ¿No podemos ver, también
aquí, la idea de redención judeocristiana?
Faye, acusa
a Arendt de “(…) emborronar perfectamente bien las pistas —insertando aquí una
referencia a los «revolucionarios» y haciendo un inciso sobre Feuerbach— y que
no se deja catalogar fácilmente. En resumen, la ambivalencia de Arendt se
percibe ya en sus publicaciones de principios de los años treinta, en las que
sabrá conferir visos de aceptabilidad a las posiciones más
contrarrevolucionarias con el simple expediente de añadirles unas cuantas
referencias —aquí Feuerbach, más allá Rosa Luxemburgo— susceptibles de
otorgarles la apariencia, en una lectura rápida, de escritos progresistas y
revolucionarios —cuando, en el fondo, no lo son en absoluto. Y con ello,
prepara y expresa ya, adelantándose a su tiempo, muchas de las ambivalencias de
la posmodernidad.” (Pág. 60)
Frente a
esto, Arendt, no puede sino ser considerada una “asimilada” al espíritu alemán,
como lo fue Rahel Varnhagen, cuya biografía Hannah Arendt escribió,
subtitulando su ensayo: “Vida de una judía alemana en la época romántica” que,
según Faye, es su “confesión oculta”, en el que las ideas de Fichte sobre el
hombre en relación con la creación de la novedad en la historia, se enlaza con
la idea heideggeriana del Mitsein o “ser con”, se comprendería así el “motivo
nuclear de toda su obra, según la cual la existencia humana no se constituye
más que en el ser en el mundo y a través del reconocimiento mutuo —idea que
Heidegger designará en El Ser y el Tiempo con la expresión” «ser con» o Mitsein (…)” (página 64)
El antisemitismo según Arendt
Hannah
Arendt escribió un texto inconcluso a fines de 1930: Antisemitismus, que encontraba la raíz del antisemitismo alemán en
el florecimiento del romanticismo de principios del siglo XIX, sobre todo de
aquella “Sociedad de la Tabla Redonda
germano-cristiana” al que pertenecían, por ejemplo: Clemens Brentano y Heinrich
von Kleist. Sin embargo, doce años más tarde en su: “Orígenes del
totalitarismo” Arendt cambiaba de argumento, ahora, en la base del
antisemitismo, se encontraba un francés que no guardaba relación alguna con el
Romanticismo Alemán: Gobineau.
En: Antisemitismus, Arendt atribuía al
“romanticismo político” de Carl Shmith, para el que el Estado era una
“totalidad viva”, el origen del sentimiento antisemita, sosteniendo que: “Las
teorías románticas del Estado proporcionaron el suelo fértil en el que prosperó
el conjunto de la ideología antisemita. Ella centra este suelo en dicotomías
como la de “arraigado/desarraigado”, según este binomio, Faye sostiene que el
mismo Heidegger podría estar incluido en este diagnóstico de Arendt ¡aunque no
lo nombre!, ya que los temas de “arraigo” y “desarraigo” ya se encuentran en Ser y Tiempo, otra cita, tan endeble
como la anterior, se encuentra en la nota de Arendt cuando escribe que
Heidegger es el “último de los románticos”.
En cambio,
en “Los orígenes del totalitarismo”, hay un cambio de perspectiva, en realidad,
de acuerdo a Faye, un verdadero vuelco, ya que Arendt sostiene que ilegítimamente
el romanticismo político fue tildado de haber inventado el pensamiento racial,
en el primer tomo de su libro: “Orígenes del totalitarismo” Hannah Arendt borra
el papel que jugó la nación alemana y lo coloca sobre el antisemitismo francés
basada en el caso Dreyfus.
Faye,
demuestra ser un gran buscador de argumentos en contra de Arendt, nos presenta la
recepción que tuvo el libro de Arendt en un discípulo de Carl Smith, Ernst Forsthoff,
quien dirige una carta a su maestro contándole su lectura de la obra de Arendt
sobre el totalitarismo, le dice que la autora valora altamente su obra: Politische Romantik, Carl Smith le
responde: “Leeré encantado el libro de Hannah Arendt”. De esta manera, la
recepción elogiosa tanto de Smith como de su discípulo, le hacen a Faye extraer
la conclusión de que Arendt propicia una suplantación de su antigua versión
sobre el origen germano del antisemitismo, ésa que afirmaba: “Las teorías
románticas del Estado proporcionaron el suelo fértil en el que prosperó el
conjunto de la ideología antisemita”.
Emmanuel
Faye, subraya que en el primer tomo de “Los orígenes del totalitarismo” Arendt,
incluso va más allá de la sustitución de sus primeras ideas sobre el origen del
antisemitismo, llegando a culpar a los propios judíos, es decir, a las víctimas,
del antisemitismo moderno. “Y es que
Arendt sostiene de hecho, en referencia a cuantas doctrinas «desmienten toda
responsabilidad específica por parte de los judíos», que se trata de credos que
«se asemejan peligrosamente a las prácticas y las formas modernas de gobierno
que recurren al terror arbitrario para suprimir toda posibilidad de actividad
humana» —en pocas palabras, los gobiernos totalitarios.“ (Faye, pág. 75)
Después,
Arendt se entretendría —sostiene Faye— analizando la literatura escrita por
franceses como Proust o Céline, así como las novelas del inglés Disraelí, alejándose
de “las principales fuentes intelectuales y doctrinales del antisemitismo nazi”
(pág. 79). “En realidad, Arendt atribuye a Francia una responsabilidad que no
le corresponde históricamente.”
Hasta este momento
de su lectura de Hannah Arendt, Faye todavía no logra dar con la clave que
anunciara al comienzo de su obra: la introducción del nazismo en la filosofía.
Toda su argumentación parece sostenerse en que Arendt pensaba que también los
judíos, en su afán de transculturización, llegaron a adoptar formas como la del
“judío culto” a diferencia del “judío en general”, frente a una sociedad que —sostenía
Arendt—“discriminaba a los judíos «ordinarios» y en la que, al mismo tiempo, a
un judío le resultaba generalmente más fácil que a un no judío de similar condición
ser admitido en los círculos de moda, los judíos tuvieron ellos mismos
claramente del «judío en general» y al mismo tiempo denotar con claridad que
eran judíos; bajo ninguna circunstancia se les permitía simplemente desaparecer
entre sus vecinos.” (Arendt. Los orígenes…) Esto derivó, sostiene Arendt, en la
ambigüedad de ser un judío en casa y un hombre en la calle y recíprocamente: se
sentían diferentes en la calle por ser judíos y diferentes de los demás judíos
en casa por no ser un “judío ordinario”. “En otras palabras, el judaísmo, se
convirtió en una cualidad psicológica y la cuestión judía en un problema
personal para cada individuo judío.” (ibídem)
Aquí es
donde Faye, elabora una relación de parentesco de Arendt con Heidegger, quien
en sus denominados “Cuadernos Negros” había dejado escrito que el judaísmo
tenía como principio: “vivir de acuerdo a la raza” (Pág. 81)
Emmanuel Faye contra Martin Heidegger
Llegamos
así, al momento en que toda la crítica a Hannah Arendt deviene en el camino
hacia el objetivo principal de Faye: Martin Heidegger.
En el título
del capítulo V, Faye relaciona el Ser (Seyn) heideggeriano con el exterminio. Faye,
ya había expuesto en: “Heidegger. La
introducción del nazismo en la filosofía” (2005), su tesis de que para Heidegger
el Ser y la Verdad provenían en verdad de sus ideas nacionalsocialistas y de su
análisis de la historicidad alemana, además, existiría un punto de inflexión
entre 1933 y 1934, los primeros semestres del Heidegger rector de la
universidad, en el que su filosofía se acerca a una “voluntad de exterminio” (sic)
(Faye, 189).
Faye
comienza analizando el texto del curso de Heidegger de 1933-1934: “De la
esencia de la verdad”, que —dice— bajo el pretexto de “filosofía”, transmite a
sus alumnos el nacionalsocialismo (incluso Faye va más lejos, al sugerir que
los editores actuales de las obras de Heidegger, reforzaron esta apariencia al
dividir los textos en parágrafos) (Faye, Heidegger. La … pág. 147), ya que para
Faye, el “polemos” (conflicto)
heideggeriano, se confunde con la búsqueda del enemigo interior … “político”,
en cambio para Heidegger se trata del “polemos”
heracliteano, pero, sigamos a Faye que identifica la búsqueda del enemigo
interior con la misión que se le encarga por entonces a la Gestapo, escribe:
“La
insistencia con la que Heidegger recomienda identificar al enemigo interior, o
llegar incluso a crearlo, se corresponde la nueva misión que
por entonces se encomienda a la Gestapo: la búsqueda del enemigo (die
Gegnerforschung)” (énfasis nuestro). Pág. 190.
Aunque Faye
no demuestra cómo se da esa “correspondencia”, podemos colegir que se está refiriendo
a la obra de un filósofo alemán que tuvo mucha influencia en la construcción
del nacionalsocialismo: Oswald Spengler, para quien la lucha que, para
Heráclito, se desarrolla en el interior del acontecer puro, carente de toda
sustancialidad, se extiende también a la guerra, pues ésta crea toda distinción
real tanto en el ámbito de la naturaleza como en el de la historia.
En este
punto Faye vuelve su mirada hacia un tema capital de toda la obra de Heidegger:
su estudio sobre el ser. Para Faye —que sigue un itinerario veloz que va de
Carl Braig hasta Franz Brentano, pasando por la escolástica— Heidegger copió o
utilizó la distinción, ya presente, entre el ser y el ente, transformándola en
una palabra clave (ein Deckname) que
oculta lo que en realidad significaría: el pueblo alemán y su Destino. Peor
aún, el pueblo alemán y su destino en realidad serían el pueblo alemán y su Fûhrer, porque lo que quiere en verdad
Heidegger —dice Faye—, es “suscitar y despertar en el fuero interno de sus
alumnos […] el empuje tendente a la consecución de un Estado, el eros que impulsa al pueblo hacia su Fûhrer.” (197)
La relación
que hay entre “pueblo” y “Estado”, sería la misma, según Faye, que la que
existe entre Ser y ente, esta diferencia ontológica le serviría a Heidegger
para establecer la relación hitleriana entre el pueblo y el Estado. Como
ejemplo de este giro en la “ontología” heideggeriana, Faye transcribe, como ya
lo había hecho antes en “Heidegger. La introducción del nacismo en la
filosofía”, un párrafo de la séptima sesión del seminario que Heidegger impartiera
en Friburgo en los años de su rectorado, en el que aparece la palabra “Führer”
varias veces:
“Allí donde
el Führer
y aquellos a quienes este conduce se unen en un único destino, luchando por la
realización de una idea, puede crecer el orden verdadero. En tal caso, la
superioridad espiritual y la libertad entran en funcionamiento en tanto que
profunda entrega de todas las fuerzas al pueblo, al Estado —una entrega
consistente en la instrucción más severa, en compromiso, resistencia, soledad y
amor—.” En tal caso, la existencia y la superioridad del Führer penetran hasta el
fondo del ser, en el alma del pueblo, quedando ambas fuerzas uncidas, original
y apasionadamente, para el cumplimiento de la tarea. Y si el pueblo percibe esa
entrega se dejará guiar al combate, querrá y amará el combate. Desplegará en
tal caso sus fuerzas y perseverará, será fiel y se sacrificará. Con cada nuevo
acontecimiento, el Führer y el pueblo se vincularán de un modo cada vez más
estrecho con el fin de llevar a la práctica la esencia de su Estado, y, por
consiguiente, de su ser. Al crecer juntos, opondrán su ser y su querer
históricos y sensatos a las dos potencias amenazadoras que son la muerte y el
diablo, es decir, la corrupción y la decadencia de su esencia propia.” (énfasis
en el original, pág. 198). Séptima sesión. Párrafo 13, inédito, Seminario de invierno
1933-1934. Para los que quieran leer el texto en su idioma original copio la
cita en nota al final, dicha nota, por lo demás, se halla en el libro de Emmanuel
Faye: Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía, traducido por Óscar Moro Abadía, en 2009
por Ediciones Akal.
Esta larga
cita es, verdaderamente, una sorpresa para el lector de Heidegger, acostumbrado
a la obscuridad del maestro de Friburgo, para Faye es la prueba capital de que
Heidegger utilizó la diferencia ontológica para legitimar la ideología nazista de
la relación indestructible entre el pueblo y el Estado.
Los Cuadernos Negros
Heidegger
transcribiría, en unos cuadernos de tapa negra, innumerables “pensamientos” (“denken”,
“gedenken”, el peso de esta palabra en Heidegger es crucial, es tan importante,
que sin ella no habría ningún filosofar), pero Heidegger no anotaba allí
directamente sus reflexiones, sino cuando ya estaban bien elaboradas, se conoce
que algunos cuadernos fueron compartidos con otras personas de su entorno, por
ejemplo, uno llegó a manos de una de sus amantes de posguerra Dory Vietta,
otros fueron aparar a manos de Hannah Arendt. Precisamente ella consagraría su
bellísimo: La vida del espíritu, publicación póstuma, a Heidegger, así
como una conferencia en la que Heidegger es el centro de su análisis: La
preocupación por la política en el reciente pensamiento filosófico europeo,
que le traería su ingreso a la carrera universitaria en Estados Unidos, donde
se convertiría en: “political theorist”
con mucho éxito, el texto sobre Heidegger más conocido de Arendt es su
conferencia: Martin Heidegger cumple ochenta años.
Faye, que
dedicó todo un libro a los Cuadernos Negros,
se encarga, ahora, de remover la herida, y lo hace con destreza, argumentando
como es debido.
Lo que Faye le
echa en cara a Arendt es lo que ella debería haber dicho y no lo dijo, lo que
nos lleva a confirmar que Faye en realidad está criticando a Heidegger a través
de Arendt, de ahí que Faye se pregunte:
“¿Cómo es
posible entonces que se haya dispensado, a una autora que defendió unos puntos
de vista tana aristocráticos y excluyentes como los desarrollados por Arendt en
sus escritos, la acogida correspondiente a alguien capaz de refutar la
«convivencia»? ¿Cómo es posible que se la haya considerado incluso, según
acabamos de ver, como una referencia para repensar los derechos humanos?” (pág.
504).
La respuesta
la da él mismo. Arendt fue tanto más inteligente que confundió a sus lectores
con textos que continuaban el legado de su maestro y, al mismo tiempo, lo
ocultaban, consiguiendo una ambigüedad difícil de distinguir.
Por eso cuando
la referencia a Marx pasó de moda, se comienza a fijar la mirada en autores
como Arendt. Este es un punto en el que Faye acierta (el único, en un libro de
más de quinientas páginas y una admirable bibliografía) respecto de Arendt, es
que ella supo construir un discurso ambiguo, tanto en lo político como en el
filosófico, fingiendo distanciarse de Heidegger, y aquí creo se halla el mérito
y a la vez, la dificultad de Faye, en su intento de deconstruir el pensamiento
de Arendt.
“Por esta
razón, en la actualidad Hannah Arendt es indudablemente el único autor político
al que aprecian simultáneamente los doctrinarios de la izquierda más radical
(pese a que ella sea intrínsecamente antimarxista), los politólogos liberales
(aunque siempre haya colocado al liberalismo en su punto de mira), los
comunitaristas y los escritores de tendencia ultraconservadora” (Faye, ibídem).
Tomemos un
ejemplo más específico: el comentario que hace Faye del curso de Heidegger
titulado: ¿Qué significa pensar?, a la que Hannah Arendt asistió y del que tomó
la diferencia entre el pensar y la lógica, construyendo, a su vez, en su mejor
libro: “Los orígenes del totalitarismo”, el concepto de que un “sistema lógico”
es constitutivo del totalitarismo, y que éste provocaba una “experiencia
fundamental” en los hombres que la padecen y es el “abandono” o la “soledad”, no
sólo de los otros hombres sino también, de sí mismo:
“La
experiencia fundamental de la vida común realizada por un régimen totalitario
es la del abandono (Verlassenheit)”
(cita de Faye, pág. 351). Arendt utiliza nociones como “ausencia de patria” (Heimatlosigkeit)
o “ausencia de suelo” (Bodenlosigkeit), el “desamparo” (Verlassenheit) o el
“abandono del ser” (Seinsverlassenheit), y las utiliza en la teorización del
totalitarismo, nociones todas, desarrolladas por Martin Heidegger. Esto es una
prueba, para Faye, de la continuidad del pensamiento heideggeriano en Hannah
Arendt, lo cual no nos dice nada nuevo, ni tampoco es, como es natural y de
rigor en el caso de las influencias de un pensador, la invalidación del
pensamiento de Arendt.
Pero Faye
sigue con su tarea —autoimpuesta— de impugnar a Heidegger y confunde, muchas
veces, la crítica a la obra de Hannah Arendt, con su intento de destruir la
obra del maestro de Friburgo. De paso, Faye arremete con una “lista negra” de
amigos, alumnos y colaboradores de Heidegger, en el que se encuentra, por
ejemplo, Hans-Georg Gadamer, que habría firmado la “Profesión de fe de los
profesores de Adolf Hitler en 1933, además de adherirse a la Liga de Profesores
Nacionalsocialistas, en 1935, en 1945, publica artículos que escribió durante el
Tercer Reich, suprimiendo varios párrafos de corte racista.
En fin, nada
queda suelto dentro del libro que nos presenta Faye, incluso el gran Giorgio
Agamben está involucrado, al sostener, en su obra mayor: “Homo Sacer”, la tesis
arendtiana de la diferencia en Zoé y Bios, ya que en la lengua
griega no existiría, en ningún caso, la palabra “bios” para referirse al ser
humano, menos al ejercicio político. (Cf. el Cap. X. Aristocracia y Servidumbre.
Ap. 44. Natalidad y “segundo nacimiento”: Arendt y Gehlen).
Nota:
«Nur wo
Führer und Geführte gemeinsam in ein Schicksal sich binden und für die
Verwirklichung einer Idee kämpfen, erwächst wahre Ordnung. Dann
wirkt sich die geistige Überlegenheit und Freiheit aus als tiefe Hingabe aller
Kräfte an das Volk, den Staat, als strengste Zucht, als Einsatz, Standhalten,
Einsamkeit und Liebe. Dann ist die Existenz und Überlegenheit des Führers
eingesenkt in das Sein, in die Seele des Volkes und bindet es so mit
Ursprünglichkeit und Leidenschaft an die Aufgabe. Und wenn das Volk diese
Hingabe spürt, wird es sich in den Kampf führen lassen und den Kampf wollen und
lieben. Es wird seine Kräfte entfalten und ausharren, treu sein und sich
opfern. In jedem neuen Augenblick werden sich Führer und Volk enger verbinden,
um das Wesen ihres Staates, also ihres Seins zu erwirken; aneinander wachsend
werden sie den beiden bedrohenden Mächten Tod und Teufel, d. h. Vergänglichkeit
und Abfall vom eigenen Wesen, ihr sinnvolles, geschichtliches Sein und Wollen
entgegensetzen»
Séptima sesión.
Párrafo 13, inédito, Seminario de invierno 1933-1934.