Barbara Cassin. Jacques Lacan, el sofista
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
“Como hace años que he renunciado a pensar, es normal
que otro piense por mí, en mi memoria, y me ponga en la mano piedritas de
colores, como esos chicos que parsimoniosamente van exhibiendo a otros sus
figuritas…”
Julio
Cortázar. Imagen de John Keats.
Barbara Cassin
Conocimos
a Barbara Cassin de leídas. En la presentación de su compilación de textos
titulado: Nuestros Griegos y
sus Modernos (1) sostenía:
“Lo que está vivo, o casi, se adueña de su muerto, lo
completa, lo pule: falsificación y uso de falsificación, así es nuestra
apropiación de la antigüedad.” (Pág. 11)
Su
libro: Il n‘y a pas de rapport
sexual (Paris: Fayard, 2010), escrito junto con su marido, el filósofo
Alain Badiou, traducido al español como: No hay relación sexual (Buenos Aires: Amorrortu,
2011) (2), traza una lectura muy interesante y esclarecedora de ese misterioso
texto que Lacan nos dejó para reinventarlo en cada lectura: L‘Etourdit (El
Atolondradicho).
Barbara
Cassin es filóloga y filósofa, directora de investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique
de Francia, experta en la lengua griega clásica, ha escrito sobre los sofistas:
L´Effect Sophistique, traducido al
castellano (3), y otros textos dedicados al lenguaje como: La Décision du sens, otros más heterogéneos
como: Avec le plus petit et le plus inapparent
des corps.
Lo
que llama la atención de esta amante de lo clásico es su desparpajo a la hora
de escribir, ya lo habíamos advertido en su libro sobre L‘Etourdit, cuando escribe:
“A de Aristóteles, porque este es el intruso
filosófico más constante en Lacan, y uno de los intrusos filosóficos más
constantes de ese texto filosóficamente ilegible que es El Atolondradicho.”
En
Jacques el Sofista. Lacan, logos y psicoanálisis (4), todo comienza con la sabrosa equivocación
que la llevó —con menos de treinta años— a conocer a Jaques Lacan, a quien
enseñó Doxografía.
En
1975, tiempo en el que Lacan se dedicaba y aburría a su auditorio con los
nudos, Barbara Cassin recibe una llamada telefónica de Gloria (personaje
central en la actividad psicoanalítica de Lacan de la que habrá que hacer, si
no se ha hecho ya, una historia aparte) la secretaria de Lacan, ¡era domingo
por la mañana!, escucha que se trata del “doctor” que quiere hablar con ella,
Cassin lo confunde con su tío Jacques Caroli, también médico, pues a Jacques
Lacan no lo conocía y le contesta “¡Hola!, ¿cómo estás?”, Lacan le responde:
“Muchas gracias por reconocerme. Jacques Lacan.” Y, sí, le enseñó Doxografía:
“[…] regularmente, puntualmente, pongamos una mañana cada
quince días durante larguísimos meses (…)”
Un mañana, sentado de espaldas a su escritorio y
toqueteando sus nudos, me dijo: “Vaya a ver a Gloria”.
Con los ojos bien abiertos en dirección a su espalda,
respondí: “¿Al final, va a pagarme?”.
Él se volvió, ilegible, sus ojos opacos o turbios
bajo los vidrios de los anteojos, y profirió: “¿Es usted realmente Stéphanie
Gilot?”.
Fui a ver a Gloria, nadie le pagó a nadie.”
(5)
Una
doble “la-una-equivocación”, el
inconsciente no traiciona. El Inconsciente, en alemán, Unbewusste, L´Une-Bevue (la-una-equivocación), en la
traducción que le da Lacan, para distinguir que el inconsciente freudiano (Unbewusste), queda del lado del campo del
saber y del sentido, y el inconsciente lacaniano (L´Une-Bevue),
del lado de lo Real. El Inconsciente Real es el inconsciente que equivoca, que
no atribuye ningún sentido, ninguna significación.
La Doxografía
Doxografía
es lo que Barbara Cassin “contó”
(¿enseñó?) a Lacan “y que sin duda con razón lo
durmió”, cada quince días, “durante
larguísimos meses” aunque él no escuchaba, sino que “esperaba oír” (Cassin, pág. 16)
Nuestra
curiosidad se mueve entonces, en forma de deseo, de deseo de saber.
Doxografía
es un término inventado por Hermann Diels en 1879, en el título de su obra: Doxographi Graeci, además de su extraordinaria reunión de fragmentos de los
presocráticos, en su libro: Fragments
des Présocratiques de 1905.
La
Doxografía en la definición de Cassin, es “la de un proceso de cita generalizada” (6), es el “phesin”, el “dice él”, “dice que”… pero, vamos
por partes, tal como Barbara Cassin procede, a quien podemos considerar
altamente ordenada, considerablemente filóloga-filósofa.
La
palabra Doxografía (no el significante), “lo
primero que retuvo a Lacan”, está compuesta, a su vez, de dos palabras
griegas, la primera de gran prestigio en la filosofía clásica: Doxa y Grafía.
Doxa no sólo implica la “opinión”, sino también “espera”,
“expectación”, dokei moi, “me parece”,
doxa además, pertenece a la familia Dekomai,
que significa “recibir”, “acoger”, pero también doxazo,
que quiere decir “imaginar”, “pensar”, la palabra latina “docere” (enseñar) proviene de doxa. Como todas las palabras de origen, Doxa, también es un término
ambivalente, así significa “fingimiento”, “opinión no confiable”, pero así
mismo: “bella apariencia”, “buena reputación”, y hasta “esplendor” (la palabra
doxa se utilizó para traducir el esplendor de dios en la Biblia), doxa es la
“opinión verdadera”, la “opinión establecida”.
Grafía significa escribir,
“fijar”, “rasguño”. La Doxografía es pasar del entusiasmo (en- theos, la posesión de un dios) que en los
griegos era siempre oral, al registro del rasguño, a la escritura a la que otro
Jacques, Jacques Derrida, dio su estatuto preciso (7).
La
Doxografía es aquello por la que nos llega casi toda la filosofía griega,
fragmentos reunidos, ordenados según criterios arbitrarios, acomodados según su
“apariencia” y su efecto en un “dice que…”; la Doxografía muestra la
ambivalencia de los términos más importantes, ya que es también radicalmente no
confiable. “Dicho de otra manera no sin ella,
pero nada sin ella” (Cassin, pág. 21). La Doxografía es el reino de la
interpretación, y de la interpretación de la interpretación, por eso la
Doxografía plantea un problema a la transmisión del pensamiento antiguo, el de
la hermenéutica, entre insuficiente y demasiado sentido.
Otra
definición que ensaya Cassin para Doxografía es el de un “bazar desordenado” hecho de citas, fragmentos
desordenados, fragmentos escogidos, partes de obras.
Platón
y Aristóteles son sus primeros padres, comparan trozos de otros filósofos, los
exploran uno a uno, indagan sus divergencias y dificultades, sitúan las
opiniones de los otros en sus propias obras, recordemos de camino, que la
escritura griega carecía de comillas, así que encontramos señales doxográficas
como: “Tales dice que…”, “Teofrasto afirma que…”. Si Platón y Aristóteles son
los padres de la Doxografía, Teofrasto es el primer doxógrafo, discípulo de
Aristóteles se niega a seguir pensando y escribe un libro perdido para siempre:
Physikon Doxai, (Las opiniones de los físicos).
Pero,
para Cassin el doxógrafo por excelencia es Diels con su Doxographi Graeci y su particular modo de presentar los
fragmentos: dos columnas paralelas que sirven para comparar dos textos, con las
anotaciones de sus observaciones. “Diels
imagina su forma tras haber recuperado los miembros dislocados y mal
aglutinados para reducirlos al orden correcto, esto después de hacer su
inventario con la pereza de los copistas y de poner en evidencia los fraudes y
ardides, finalmente monótonos de los compiladores.” (Cassin, pág. 27)
El sofista en nuestra época
Lejos
estamos en este tiempo de grandes desarrollos en la investigación de la Grecia
clásica, de considerar a los sofistas como simples embaucadores de la palabra,
al contrario y en la deriva, encontramos en los sofistas griegos lo que las
palabras llegan a hacer.
Jacques
Lacan emplea la siguiente expresión en el seminario “Los problemas cruciales del Psicoanálisis”: “El psicoanalista es la presencia del
sofista en nuestra época, pero con otro estatuto” (8).
Para
Cassin, la sofística y el psicoanálisis comparten la misma rebeldía en su
relación con el sentido, relación que transita por el significante y su
distancia con la verdad en filosofía, cuando Lacan dice: “nuestra época” se
refiere a la del sujeto del inconsciente, no a la del animal político griego,
se refiere al sujeto ligado a la relación sexual que no hay, transido de lalengua.
Cassin
se justifica: “Digo Jacques el Sofista para evocar, claro, a Jacques el fatalista” (Cassin, pág. 45), y en
seguida cita al Lacan del seminario La Transferencia:
“Si olvidamos esta relación que hay entre el análisis
y lo que llaman el destino, esa especie de ocaso que es del orden de la figura
—en el sentido con que se emplea este término para decir figura del
destino como se dice también figura de
la retórica—, ello significa simplemente que
olvidamos los orígenes del análisis, porque sin esta relación el análisis no
hubiera podido dar ni un paso siquiera” (9)
Y
Cassin continúa esa otra doxografía que es la memoria cuando evoca también:
“Sea como fuere, a quien conocí en la rue d´Ulm, en
una sala Dussane desbordante, de bullente murmullo, de pronto más que
silenciosa, fue primero a Jacques el Sofista presente en directo y arrastrando
tras él una multitud, una corte, un ballet
de jóvenes y menos jóvenes deleitados con las epideixis, los seminarios-performance, improvisados o no.
Efectos de moda, amores locos, odioenamoraciones [hainamorations]. El bullente murmullo de la voz que se estira y se
refrena, audible inaudible a la manera de Delphine Seyring, tuvo que ser
escrito por Sócrates al comienzo del Protágoras y mejor aún por Filóstrato en Vidas
de los Sofistas.” (Cassin, pág. 46)
Notas
(1)
Barbara Cassin Comp. Nuestros
Griegos y sus Modernos. (Buenos Aires: Manantial, 1994)
(2)
Barbara Cassin. No hay
relación sexual. Trad. Horacio Pons. (Buenos Aires: Amorrortu, 2011). Rapport en francés, en una de sus acepciones
quiere decir: “relación con proporción”,
“contacto sexual”, “similitud”
(3) Barbara Cassin. El efecto sofístico. Trad. Horacio Pons. (Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008)
(4)
Barbara Cassin. Jacques el
sofista. Trad. Irene Agoff. (Buenos Aires: Manantial, 2013)
(5)
Cuán semejantes y unánimes son los testimonios de quienes conocieron a Jacques
Lacan en ese tiempo, el de los nudos,
otro tanto cuenta Élisabeth Gleblesco en su diario. Cf. Un amor de transferencia. (Buenos aires: El
Cuenco de Plata, 2009)
(6)
Barbara Cassin. Jacques el
sofista. Pág. 34
(7)
Jacques Derrida. De la
Gramatología. (México: siglo XXI Editores, 1978)
(8)
Problemas Cruciales del
Psicoanálisis. Seminario inédito. Clase del 12 de mayo de 1965
(9)
Jacques Lacan. La
Transferencia, Seminario 8. Trad. Eric Berenguer. (Buenos Aires: Paidós,
2009). Pág. 356
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