martes, 9 de febrero de 2021

Sloterdijk. Un Golpe de Arte en la Filosofía. (Claves de lectura de Esferas)

 

 


 

Sloterdijk. Un Golpe de Arte en la Filosofía. (Claves de lectura de Esferas)

 

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

«Las citas extensas, o por lo menos frecuentes, le son tan indispensables al comentarista literario como las ilustraciones y las proyecciones luminosas al crítico de arte.» Ernst-Robert Curtius

«Ver no es pensar.»  Bhagwan Shree Rajneesh

«La filosofía del arte es la necesaria meta del filósofo que en el arte puede ver la esencia interna de s ciencia como en un espejo mágico y simbólico» Friedrich Schelling

«Sería perfecto aquello donde se articula un teorema total de lo que significa ser.»  Peter Sloterdijk

Introducción

Esferas, es la obra mayor del más importante filósofo alemán vivo. Peter Sloterdijk es rector y profesor de filosofía de la Hochschule fûr Gestaltung de Karlruhe, ha escrito un monumental y extraordinario conjunto de reflexiones filosóficas que Occidente no veía desde la aparición de Sein und Zeit, de Heidegger.

Es inevitable, al leer el título, no pensar en aquel texto de Borges titulado La Esfera de Pascal y la ironía que recorre sus breves páginas, con su erudita definición de la famosa esfera:

“[…] el teólogo francés Alain de Lille —Alamus de Insulis— descubrió a fines del siglo XII esta fórmula que las edades venideras no olvidarían: «Dios es una esfera inteligible, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.»”

En la obra Sloterdijk se trata de encontrar el centro de la esfera invisible, entonces construye esferas, muchas, una miríada de esferas, como mónadas, cada una reencontrándose desde un centro inexistente. La esfera infinita recae desde luego, en otras más pequeñas, ésas que no tienen lugar porque son las que la filosofía creó, ésas que ocupan el lugar de la equidistancia entre el infinito y lo finito.

Sloterdijk construye sus esferas allá donde el centro, pero, sería mejor decir “los centros”, escapan a toda vigilancia, menos a la codicia del filósofo como maestro, la cuarta figura de entrenador, del que Sócrates sería su primera encarnación, es decir, como alguien que destila amor para conseguir un amor de retorno con el que apartaría de sí al discípulo que, llegado a ese punto, puede ser reconducido a la sabiduría. La filosofía siempre será un drama. Inaugurado por Platón, que nos trajo la retórica filosófica contemporánea alejándose de la retórica aforística propia de la sabiduría, impuso la filosofía argumentativa.

Este profesor de estética fue horadando poco a poco (filosofando a martillazos) la pared fofa, pero pared al fin, del pensamiento de finales del siglo pasado, continuado en esta primera veintena del siglo XXI. Como Nietzsche, trabaja sin pensar en el porvenir, sino en la Aurora (“Hay tantas auroras que aún no han resplandecido”, reza el epígrafe tomado del Rig-Veda que vigila el comienzo del libro de Nietzsche, Aurora).

Ya sin poder caminar hacia atrás, dejando de lado esa “investigación veneradora” signada por la sabiduría, Sloterdijk se encamina con rumbo fijo, pero no sin paseo, no sin intentar un itinerario parecido al “Libro de los pasajes” de Walter Benjamin.

Como buen profesor de estética, Sloterdijk nos distrae la mirada —porque sabe que el ojo es ciego para sí mismo— con una profusión de imágenes que abarcan todos los ámbitos de la cultura, desde la antigüedad hasta nuestros días, que constituye, dicho sea de paso, otro modo de presentar su obra y de leerla. Todo obedece al deseo de pensar tridimensionalmente, ya Jacques Lacan (Sloterdijk, es un buen lector de Lacan) sostenía que sólo tenemos acceso a lo bidimensional, Sloterdijk toma para sí la tarea de un pensar en tres dimensiones, Lacan invitaba a su auditorio, en sus últimos seminarios, a intentar armar un nudo borromeo con cubos, quien lo haya intentado se habrá topado con algo casi imposible. Estamos habituados a vérnoslas con la letra que es el achatamiento (mise á plat) del cuerpo. Sloterdijk nos guía por el camino que conduce al arte de la escultura y con ella hacia su esferología.

Clave de lectura de Esferas

¿Cómo se filosofa en Occidente? La sociedad occidental se ha definido por un horizonte muy concreto: la búsqueda de una máxima eficacia, del mayor rendimiento, de la utilidad más absoluta. Así, en línea con ése punto de fuga, la sociedad occidental busca el saber y el poder bajo la urgencia mezquina de la utilidad que, a su vez, es necesaria a su supervivencia.

Este utilitarismo a ultranza, produce que las instituciones que se desarrollan bajo su sombra posean un enorme potencial de violencia, que lo ejercen soterradamente, en el orden intelectual o del saber como la búsqueda de racionalidad del discurso, la búsqueda obstinada de un fundamento que sustente el sistema de jerarquías en el que lo principal es el rechazo del otro por diferente, de ahí la efervescencia por la búsqueda de una identidad, de la fraternidad asentada en el fundamento de estar separados juntos. La segregación es el fundamento del Occidente moderno.

Esta violencia institucional encubierta posee un arma muy sofisticada: la absorción del pensamiento que juzga más amenazante. Por eso al pensamiento no le basta ser crítico u oponerse al lazo social (discurso) homogeneizante y homogeneizador, el pensamiento crítico que quiera resistirse a la absorción y a la integración de la violencia institucional deberá ser audaz y peligroso, ha de tener un gesto diferente; como sostiene Nietzsche, el filósofo ha de ser la mala conciencia de su época, tendrá que filosofar con el martillo, deberá ser un pensador intempestivo y apátrida, lo que quiere decir, sin tiempo y sin lugar. Un pensador así, visto desde la institución, produce desazón e inquietud, resultando inclasificable e intolerable.

Un pensamiento crítico contemporáneo y opuesto a la institución homogeneizante es el de Peter Sloterdijk de ahí que, frente a sus escritos, se reaccione desordenadamente, algunos lo calificaron de derecha racista (lo mismo ocurrió con Heidegger) o de autor intratable (lo mismo ocurrió con Jacques Lacan). La solución que opone Sloterdijk al sistema homogeneizador y segregacionista es un golpe de arte, por eso encontramos en Esferas una profusión de imágenes y comentarios interpretativos de éstos. Dos estilos se unen en su escritura: el comentario del crítico de arte y la filosofía-cosa.

El comentario crítico es el que lleva la mirada a las ilustraciones que contienen los tres tomos, está dado por su estilo impresionista, una de las características del impresionismo en literatura es el puntillismo, esas menudas intermitencias luminosas , que en lo literario se expresa en la frase sin mucho nexo conjuntivo, con frecuencia nominal y casi siempre yuxtapuesta, este divisionismo se da en la estructura sintáctica de la frase, cada descripción que realiza Sloterdijk tiene el aspecto de la discontinuidad de los toques sintácticos.

El pintor impresionista utiliza colores simples, para luego, por medio de toques menudos, con pequeñas pinceladas agrupa apretadamente esos colores elementales y termina por construir, ante la mirada del espectador, la “impresión” buscada. Toda crítica, aun la más objetiva, es impresión. Sloterdijk construye su propia impresión del arte en el horizonte de la filosofía.

Por otra parte, hay en ese “comentario de crítico de arte” algo que obliga al lector dejar de lado todas las opiniones preestablecidas sobre la filosofía, la literatura y el arte. Sus tres textos invitan a contemplar, leer y escuchar lo que se muestra como reflexión filosófica tal como se interpreta una pintura o una escultura, hasta que, finalmente, en un determinado momento, lo sorprendente y hasta entonces desconocido se hagan de pronto accesibles y se logre comprender la seriedad y la belleza del pensar lo nuevo o lo nuevo por pensar.

Lo que nosotros llamamos la filosofía-cosa, es la propuesta más interesante de Sloterdijk, por supuesto, tenemos en la mirada el poema-cosa rilkeano. Esta clave de lectura ya se encuentra expresada en un texto posterior a la trilogía de Esferas, en: Has de Cambiar tu Vida (2009), Sloterdijk sostiene que “un texto corre menos peligro, por su pertenencia al ámbito del arte, de provocar aquellos reflejos antiautoritarios”. Se refiere, claro está, a la recepción tan abiertamente agresiva que tuvo su primer gran libro: Crítica de la Razón Cínica, que levanto voces disconformes que incluso echaron mano de los adjetivos: racista y autoritario (al respecto ver el largo comentario de esta polémica en el libro que Félix Duke dedica a Heidegger, Gadamer y Sloterdijk.

Es en la creación estética y su comentario, donde podemos acercarnos a una forma de autoridad confortable, donde la jerarquía queda por fin aceptada, porque “lo que se ha expuesto a sí mismo —sostiene Sloterdijk— y se ha mantenido a salvo en la prueba adquiriría una autoridad que no se ha arrogado. Es el espacio de la simulación estética, que es, al mismo tiempo, el espacio donde se pone en juego en serio, el logro y el fracaso de la creación artística, puede actuar una superioridad de las obras que no hace pesar su poder sobre quienes los observan [o leen]”.

Así pues, Esferas, con su carga de “simulación estética” pondría en juego y en serio el logro y el fracaso de la creación filosófica (Derrida sostenía, en su camino de deconstrucción de la serie de oposiciones: lo literal/lo metafórico; la realidad/la ficción; discurso filosófico/discurso literario, que la filosofía era un género literario particular). Sloterdijk habría creado una obra artística con materiales de la filosofía y la estética, con el arte y su comentario artístico, un filosofema-cosa, un “Ur-Geräusch” (proto-ruido) que escribiera Rilke, en el que se da la conjunción de cosas viejas, cargadas de pasado, el silencio del jardín y el viento de verano. La misma proyección que se da en el poema-cosa titulado: Torso Arcaico de Apolo, donde Rilke experimenta el “dejar-se-decir-algo”, con la “primacía del objeto”, en el que Rilke, siguiendo a los antiguos maestros, cede el paso al objeto sin retratarlo, “al natural”, si el objeto no es retratado, es decir, descrito y por tanto, ficcionalizado, entonces, de momento, el objeto como cosa, se nos presenta como la fuente de toda la autoridad del objeto al reclamar la mirada, totalmente, se nos presenta como ser-cosa, significando el tener algo que decir.

Filosóficamente, la operación rilkeana, podría traducirse, de acuerdo a Sloterdijk, como una “transformación del ser en mensajero” y cuando el ser abandona el lenguaje, éste se convierte en mero parloteo (lo que habría ocurrido con la filosofía en estos tiempos modernos). “cuando y sólo cuando, el ser se recoge en cosas privilegiadas y dando un rodeo por esas cosas, se dirige a nosotros hay motivo para la esperanza de escapar a la tumescente arbitrariedad, tanto en lo estético como en lo filosófico”.

El poema-cosa, construye, en su recorrido, la perspectiva de volver al fundamento de la estética: las experiencias sensoriales.

Ahora bien, no cualquier ente tiene el rango de “cosa”, para Rilke, los entes privilegiados son los artísticos y los seres vivos, sólo ellos pueden llegar a ser cosas-mensaje. Los seres vivos reciben su característica de los entes artísticos, de modo —dice Sloterdijk— que los animales pasan a ser las obras de arte “supremas del prehumano”. Pero esta energía de mensaje presente en la cosa necesita de un decodificador, en Rilke es el poeta, en Sloterdijk, el filósofo, el ejemplo sería Heidegger con su filosofía “meditabunda que ya no quiere ser una nueva disciplina de escuela”.

En Rilke, creador del poema-cosa, la experiencia mayor es su soneto, Torso Arcaico de Apolo, que nada tendría que ver con el fragmento o con cierta teoría sobre las ruinas de un tiempo pasado “sino con la apertura del arte moderno a un concepto de objeto que se dice a sí mismo con autoridad y de cuerpo que se revela a sí mismo con una potencia plena”.

Sloterdijk, lee el poema de Rilke como un comentario de arte en el que hace aparecer la cosa en sí misma, las ultimas frases del poema son las que más demandan una atención filosófica: “Pues no hay allí sitio alguno / que no te mire a ti. Has de cambiar tu vida”, en el que ve la “religiosidad”, que se extiende como un gusto a desarrollar comparable a la musicalidad, ejercitable, cuyo premio por participar en la inversión del objeto en sujeto es la “conmoción estética”, pero esa iluminación no agota el significado del objeto-cosa contemplado.

En Sloterdijk, esta forma de arte, como comentario artístico y como forma de creación con la preminencia del objeto, se convierte en método de argumentación; por ejemplo, hablando de Nietzsche, dice de él que en su “condición de artista” habría transitado del romanticismo al modernismo y como “publicista”, del Wagnerismo a un “naturalismo perspectivista”, como tránsito de Schopenhauer a Darwin.

Esta manera de comentario que hemos esbozado la encontramos en Esferas, cuyo centro está en el capítulo cinco del primer tomo: El acompañante originario, en él encontramos la posición del observador como la figura central del filósofo. Sloterdijk, con su golpe de arte en la filosofía prevé que desde ahora el mundo y lo que acontece deberá ser pensado desde el arte. Así la política, en el tercer tomo de Esferas, que no en vano califica de Espumas, ya que una filosofía que no avanza hacia la política, entendida simplemente como cambio en la manera de relacionar la vida con el saber, no sería todo lo que se esperaría de ella.

Refrendando la visión global de la clave de lectura

El capítulo cinco de Esferas I, comienza con un elogio de los sentidos, partiendo del ojo, que debería convertirse en uno esférico, abarca la escucha y lo táctil, donde el sujeto de conocimiento devenido en pupila, comenzaría a percibir el mundo ante el mundo, manteniendo la pureza de lo inefable e incognoscible, iría apareciendo “como una escultura de azogue ante un fondo negro”, lo real del mundo polarizado como un “primer «ahí» que devolvería a su vez un «aquí» incipiente”.

Sloterdijk, se pregunta: ¿cómo ejercitar el ojo ciego a lo negro del mundo?, ¿cómo volverlo vidente del “país negro”? o, en otras palabras: ¿cómo nos acercamos a una obra de arte? Desechando la meditación y con ella todas las doctrinas espiritualistas, así como las drogas psicognósticas de todo tipo, ya que sólo alientan la corriente de lo inobjetivo, pues van como “pegando tiros o fogonazos por la caverna”, aquí “caverna” alude, no sólo a la caverna del mito de Platón, sino también al útero como caverna, Luce Irigaray ha escrito:

“Desde el mito de la caverna cabe, por ejemplo o ejemplarmente, reanudar el camino. Para leerlo, esta vez como la metáfora —rigurosamente imposible, esto se verá inscrito en el texto— del antro, o matriz, o úοτéρα, a veces tierra.”

Luce Irigaray, titula, teniendo a la vista a la estética, el primer capítulo de su libro: “El punto ciego de un viejo sueño de simetría”, que seguramente inspiró a Sloterdijk la idea del fondo “monocromo-negro, del que tu vida un día comenzó a distinguirse como figura vibrante.”

Y, sin embargo, Sloterdijk recurre, en su exposición más importante o central del capítulo a las visiones delirantes de una monja mística, Hildegard von Bingen, esta aparente incongruencia es salvada porque las visiones de Hildegard se transforman en arte literario y pictórico, además Hildegard escribió un comentario a sus visiones, posteriormente, un ilustrador de manuscritos las tradujo a formas pictóricas librescas. En ése ámbito, Sloterdijk se muestra más seguro, el ejemplo es la descripción que hace de la ilustración:

La imagen está dividida en su eje longitudinal por un trono o una cuerda, que con curiosa o perpleja concreción sube del vientre del feto en la madre recostada en el suelo oval de la imagen hasta el rombo flotante, repleto de ojos situado en la parte superior.”

A partir de la descripción del cuadro, pasa a la interpretación, que se constituye en una “ilustración” de la mónada primordial; sin atisbos de Leibniz, la mónada es en realidad la díada originaria, ya que la caverna, el útero vale como “cápsula-figura” que alberga al dos, la microsfera primaria. Sloterdijk llama al pre-sujeto uterino con un nombre pre-objetivo: «con» y al feto el «también». Ya que esa identidad fetal sólo se produce por la vuelta del «con» que es-ahí, al aquí que es «también-aquí».

En las imágenes visionarias de Hildegard está la representación del «con» “a cubierto” de cualquier descripción anatómica con la que la jerga médica a querido ceñir la aparición de la mónada primordial.

En el capítulo ocho de Esferas II, titulado “La última esfera. Para una historia filosófica de la globalización terrestre”, sugerida por el propio autor como lectura principal en la nota que inserta al comienzo de Esferas III, redactado mucho después de sus dos primeros tomos, analiza el ámbito de la/su historia de la globalización.

En el Occidente, son los geómetras y los filósofos griegos quienes comienzan con la globalización del universo, basándose en la perfección geométrica de la esfera, que bien podía albergar el Todo, esfera que era al mismo tiempo estéticamente bella, por eso los cosmólogos racionales eran, aun tiempo, estetas, “quien no era geómetra u ontólogo no valía tampoco como conocedor de cosas bellas”.

Podemos descubrir aquí el proyecto de Sloterdijk, las esferas son percibidas también como una “estética de la perfección”, la esfera como perfección y belleza sólo se muestra a ojos acostumbrados a esas dos cualidades centradas por la geometría y la ontología, permaneciendo invisible para los ojos normales, y a partir de la guerra que entablaron los filósofos contra las opiniones populares (la doxa), la invisibilidad pasó a ser la característica fuerte del todo real.

Sin embargo, como todo en este mundo, la esfera-todo terminó retirándose con sus dos nombres, cósmos y uranós, al campo de las “ideas acabadas, que han cumplido su misión.”, supliéndola la estética de lo feo, la tierra fue vista con su forma original, con sus aristas, ensanchada en la línea ecuatorial, con su eje inclinado, es decir, geométricamente no-bella y no-perfecta, lo que exigió y posibilitó la investigación empírica, pues, lo bello puro puede dejarse en manos de los idealistas, “lo bello a medias y lo feo da que hacer a los empiristas”.

La totalización de la esfera fue asunto de geómetras y filósofos, en cambio, la globalización terrestre fue asunto de cartógrafos y marineros, después o ahora, de los climatólogos, de los políticos, de los ecólogos y “otros expertos de lo irregular y confuso”. Debido a esto el proyecto metafísico estaba preparado para advenir en la globalización terrestre, porque en él, lo abajo y lo aparte y lo fuera del cielo estaban ya separados. Arriba y abajo, que construye la fundamentación del atractivo metafísico, están relacionados de manera religiosa, donde el cielo podía inmiscuirse libremente en lo sublunar, pero no a la inversa, aun eso, quedando relegado, los dioses ya no visitaban la tierra como en los mitos anteriores, la nueva física había borrado el cielo esférico y perfecto, para sustituirlo por el espacio vacío. La errancia es todo lo que quedaba de la tierra, tal como lo proponía Heidegger, quien la nombraba como “la estrella errante”.

Las esferas de la primera globalización no eran una cubierta de inmunidad frente a la muerte, no la habían segregado con los utensilios de la medicina, la esfera perfecta cercaba lo que acaece en el tiempo, por lo cual “todo lo que nace adeuda una muerte a sus orígenes”. Esta es una lectura aprés-cup, donde el big bang pertenece al final más que a los comienzos.

La “estrella errante”, siendo fea, logra ser interesante, las teorías estéticas modernas de lo feo asesoran la investigación empírica de lo interesante. La tierra rugosa, irregular, conglomerada tiene todas las virtudes para la decepción o el desengaño. “Desde el punto de vista estético, la globalización terrestre es la victoria de lo interesante sobre lo ideal.”

Bibliografía

Peter Sloterdijk. Esferas I. Burbujas. Microsferología. Trad. Isidoro Reguera. (Madrid: Ediciones Siruela, 2003)

Esferas II. Globos. Macrosferología. Trad. Isidoro Reguera. (Madrid: Ediciones Siruela, 2004)

Esferas III. Espumas. Esferología Plural. Trad. Isidoro Reguera. (Madrid: Ediciones Siruela, 2006)

Has de Cambiar tu Vida. Sobre antropotécnica. Trad. Pedro Madrigal. (Valencia: Pre-Textos, 2012)

Ingeborg Schnack. Rainer María Rilke Vida y obra. Testimonios gráficos. Trad. Ernesto Garzón-Valdés. Republic Federal of Germany, 1975

Rainer María Rilke. Rodin. Trad. Jorge Seca. (Barcelona: Editorial Nortesur, 2009)

Félix Duke. En torno al Humanismo. Heidegger, Gadamer, Sloterdijk. (Madrid: Tecnos, 2006)

J. L. Borges. Otras Inquisiciones. (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2001)

Luce Irigaray. Espéculo de la otra mujer. Trad. Raúl Sánchez Cedillo. (Madrid: Ediciones Akal, 2007). Primera edición en Editions de Minuit, 1974.