martes, 21 de diciembre de 2010

Derrida desde Los Andes


 

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

 

(Este texto fue redactado inicialmente para Le Monde Diplomatique, año 2, Nº 26, edición de Bolivia, noviembre de 2004).




“En principio mi deseo iba por el lado en que el acontecimiento 
literario atraviesa y desborda incluso la filosofía.” 

Jacques Derrida.


“Notemos que escritura y lectura son dos nociones que vienen transformadas de su acepción corriente por un largo trabajo teórico y práctico. La noción de escritura, por ejemplo, puede ser referida a la formulación programática y filosófica de J. Derrida” 

Luis H. Antezana. Álgebra y Fuego


La noticia nos llega desde Radio Francia Internacional: el sábado 8 de octubre (de 2004) murió el filósofo Jacques Derrida...  

Hace tiempo atrás, durante el sepelio de Emmanuel Levinas, Jacques Derrida decía que sabía que, al hablar de Levinas, en el instante del adiós, le temblaría la voz y que le “...gustaría hacerlo con las palabras de un niño, llanas, francas, palabras desarmadas como mi pena.”

Sería difícil para nosotros –al hablar de Derrida y de su obra en el instante de la noticia de su muerte– utilizar “palabras desarmadas como mi pena”, primero que nada porque no sentimos pena ya que no conocimos de él sino su obra filosófica, incluso sentimos un entusiasmo egoísta porque ahora es posible pensar en una “Obra Completa”, además, Derrida –junto con Lacan– nos enseñó que el último significante, el de la muerte, es el que da significancia a la vida (1) y segundo, porque es imposible utilizar palabras desarmadas ante un pensamiento tan complicado y crítico. Tal vez lo mejor sería utilizar palabras llanas y mejor francas.

Diremos pues, que lo primero que leímos de Derrida fue su terrible mamotreto: “De la Gramatología”, aceptamos también que pasamos algún tiempo tratando de entender ese su “paso sobre la Luna” (la expresión es de Philippe Sollers) donde devela lo que él denomina logocentrismo: un etnocentrismo moderno, que puede quebrarse gracias a la escritura explicada de otro modo, explicación materialista que va desde su ubicación espacial y temporal. La Gramatología es el estudio de la escritura y, gracias a Derrida, tuvo un cambio de enfoque fundamental, de tal manera que no hay texto de lingüística que mencione la Gramatología sin asociarlo a Derrida.


El análisis de Derrida comienza verificando que la escritura ha estado siempre bajo el dominio del lenguaje hablado, puesto que éste, al ser “voz”, está más cerca del alma, concepto tan caro a la metafísica. Si la escritura fue considerada desde siempre una apostilla al significante fónico es porque se privilegia lo “interior” frente a lo “exterior”, así el pensamiento es interior, “verdadero” y la escritura exterior, puro reflejo o copia, y al final ése es el origen de los pares de opuestos que dominan el pensamiento que denominamos moderno: interior/exterior, alma/cuerpo, significante/significado, contenido/forma, emisor/receptor, etcétera. Siguiendo la serie, llegamos a que nuestro concepto de verdad está vinculado estrechamente a la razón, al logos, a la foné y que gobierna al conjunto de la actividad científica.


Ahora bien, Derrida comienza su trabajo de deconstrucción (destrucción-construcción a un tiempo) del logocentrismo occidental, allí donde se anida toda presunción de verdad: en el lenguaje y su partícula elemental: el signo lingüístico. De acuerdo a Saussure, el signo lingüístico se desdobla en significante (la imagen acústica) y significado (el concepto), pero para que los signos se articulen formando una lengua es necesario que se diferencien, el “valor” del signo lingüístico es su diferencia; así, existiría en el significado mismo algo que funcione como significante, que selle esa heterogeneidad; no quiere decir esto que se borre la diferencia entre significado y significante saussuriano (2), sino que algo funciona como significante hasta en el significado mismo, ese algo es la huella, el trazo. Existe pues, una primacía del significante... A partir de su estudio de la escritura, Derrida va desglosando una cadena singular de términos que constituyen el trazo mismo de su obra: différance, diseminación, suplemento, parergon, hymen, injerto, pharmakon, etcétera (3).

Pero, antes de ocuparnos de nuestras propias lecturas, queremos aquí recordar la obra de Derrida buscándolo en los textos de intelectuales bolivianos que, leyéndolo, intentaron articularlo en su propia obra. Como hemos visto, grosso modo, la obra derridiana se va tejiendo principalmente en torno a la noción de escritura y entonces, de manera natural, alrededor de la Literatura. La Literatura sería el paradigma del anclaje de la lengua en la escritura, de la primacía del significante. Este enfoque es el que ha posibilitado que el pensamiento de Derrida haya cobrado tanta importancia en literatura. Las Teorías Literarias necesitaban de una renovación, después de Barthes las lecturas se habían tornado estériles o repetitivas, Derrida trae un aire fresco (que derivó luego, es cierto, en algunos de sus seguidores junto con cierto pensamiento postmoderno, en un anarquismo insulso de lectura y escritura). No es raro entonces que fuera entre los literatos que su pensamiento se difundiera más rápidamente. Precisamente a nuestro país llegó de la mano de teóricos literarios formados principalmente en Europa.

Tenemos por ejemplo, a Renato Prada Oropeza que cita, aunque tímidamente, a Derrida (L’ecriture et le différence) en su libro “La Autonomía Literaria” (1976) que es seguramente el primer texto de divulgación de la Semiología que se escribió en Bolivia. Renato Prada pasó varios años en Lovaina (Bélgica) lo que le valió una amplia lectura de las principales corrientes teóricas literarias europeas. Su texto gira en torno a probar la autonomía literaria mediante su “función poética”, para esto recurre principalmente a los trabajos de teoría literaria del Olimpo francés pero, hay que decirlo, su lectura de Derrida apenas es marginal, casi sin peso alguno en su obra, por lo menos en sus libros principales (ver bibliografía).

El teórico boliviano que sí ha trabajado con cierta profundidad la obra derridiana es Luis H. Antezana. Antezana es uno de los intelectuales bolivianos que mayor influencia tiene, su gran capacidad analítica y su extensa erudición lo han situado en esa posición; doctor en filología moderna por la Universidad de Lovaina, sus estudios abarcan desde la literatura comparada hasta la política y sociología contemporánea en Bolivia, pasando por sus ensayos sobre el fútbol. En 1977, publica sus “Elementos de Semiología Literaria” en el que, al tratar las definiciones de escritura y lectura, nos reenvía a “De la Gramatología”, dice: “El tratamiento filosófico y programático de Derrida ha tenido gran influencia en la precisión teórica de la noción de escritura, notablemente.” (p. 79). Él mismo toma a su cargo este reenvío en un libro posterior: “Teorías de la Lectura” (1983), en este libro Antezana procede a ordenar y aclarar el amplio panorama teórico de la lectura de la que la otra cara es la escritura. En el Capítulo III: “Sobre el Texto”, Antezana quiere dar cuenta de las marcas menos explícitas del campo textual, dichas marcas, dice, están diseminadas en el texto de manera que motivan la participación activa del lector, son las indeterminaciones: imprecisiones, ambigüedades, incógnitas, etc. Ahora bien, estas indeterminaciones pueden ser por lo menos de dos tipos: intencionales, es decir, puestas en el texto por el autor y las “inevitables”, aquellas que “son ‘intrínsecas’ al texto literario”. En el campo de éstas últimas se encuentra “el esquivo carácter de la escritura, siguiendo las sugerencias de J. Derrida (sobre todo en De la grammatologie, 1967, y La dissémination, 1972).” El texto que desarrolla Antezana es una verdadera introducción a la noción de escritura de Derrida relacionándolo constantemente con la lectura. Dice: “Las TL [Teorías de la Lectura] suelen suponer este tipo de presupuestos metafísicos y, en algunos casos, la noción de lectura opera como esa lectura oral que haría revivir la escritura muerta.” (P. 96). Así, el modelo del “acto-de-leer” basado en la oralidad pierde el carácter diferencial de la escritura, frente a esto están las posiciones que buscan abrir caminos nuevos a la lectura del texto literario.


La de Derrida es una vía clara y rigurosa, pues la escritura “[t]iene dimensiones lúdicas, irónicas, perversas, festivas que perturban cualesquiera categorías inmutables. Es un joker, señala Derrida, que hace posible el juego diferencial de las significaciones pues carece de un valor determinado, lo que le permite, dicho sea de paso, asumir todos los valores: de ahí el amplio campo de juego que deja para la lectura.” (Pgs. 98-99). “Teorías de la Lectura” es un libro programático, después de él Luis H. Antezana se dedicará casi exclusivamente a leer y así, toda su obra posterior se encamina hacia la crítica literaria con mucho de las bases derridianas.

Existe otro conocido crítico literario que, leyendo a Derrida, a querido “aplicarlo” a su lectura: Oscar Rivera-Rodas, pero debemos decir que su lectura del filósofo francés es poco clara, por ejemplo, propone que el poeta Man Césped sería una especie de precursor de la différance derridiana. (Ver bibliografía).

Existen también, para fortuna del libre pensar, quienes tienen observaciones críticas frente a la obra de Derrida y, en nuestro país, un filósofo de gran renombre y con una cultura amplia: H.C.F. Mansilla. Su posición crítica frente a las posiciones deconstruccionistas y/o postmodernas ha sido siempre radical, ha apuntado sus dardos –en sus múltiples artículos y en algunos de sus libros– no tanto hacia Derrida sino sobre todo contra la utilización acrítica de su obra. Sostiene por ejemplo, en un artículo reciente (4), que “[e]s sintomático que el ataque de los postmodernistas y deconstruccionistas contra el logocentrismo ocurre, por ejemplo, mediante nociones logocéntricas, con ayuda de los mismos conceptos e instrumentos, de la misma gramática y retórica que tanto censuran.” Sostiene que el diluir las fronteras de los opuestos: interior/exterior, etc. lo único que ha logrado ha sido evitarnos el tomar decisiones, nos ha eximido de “realizar esfuerzos intelectuales desagradables” para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo importante y lo secundario.

Fuera del campo de la literatura y dentro de la reflexión sociológica, el pensamiento de Derrida se halla reflejado en la obra de Raúl Prada; en su prolífica producción intelectual, la obra de Derrida ocupa un espacio importante, a veces –debemos decirlo– exagerando las citas textuales o la paráfrasis.

Mirando hacia atrás, y para cerrar esta nota, percibimos que Derrida ha influido en los intelectuales bolivianos más que otros pensadores modernos (dejando a Marx de lado), quizá, porque la moda siempre acaba imponiéndose o, tal vez –prefiero creer en esta otra alternativa–, porque su obra filosófica enriquece la manera de ver (o leer) esa cifra que es el mundo.

Notas:

(1) Jacques Derrida. Aporíes. Mourir –s’ attendre aux “limites de la vérité”. (París: Éditions Galilée, 1996)
(2) Derrida sostiene que lo suyo no es una protesta contra la voz ni su intención oponer la escritura a la palabra, sino que se ha “...limitado a analizar la autoridad que se le ha atribuido, la historia de una jerarquía.” En: “Jacques Derrida. Entrevista con Christian Descamps” (Revista ANTHROPOS N° 93)
(3) En su primer trabajo, su “Introducción” al libro: “El Origen de la Geometría” de Husserl, su interés ya se centraba en la escritura y en lo que Husserl dice de la notación gráfica: que no era un momento auxiliar de la matemática. Tratemos de resolver una simple suma con notación romana y nos daremos perfecta cuenta de la veracidad de esta afirmación.
(4) “El estilo literario y las prácticas profanas de los postmodernistas”. En: revista “Atar a la Rata” N°2

Bibliografía

Antezana, Luis H. Elementos de Semiótica Literaria. (La Paz: Instituto Boliviano de cultura, 1977)
–––. Teorías de la Lectura. (La Paz: Ediciones Altiplano, 1983)
–––. Ensayos y Lecturas. (La Paz: Ediciones Altiplano, 1986)
–––. Sentidos Comunes. (Cochabamba: CESU – FASES – UMSS, 1995)
–––. Álgebra y Fuego. Lectura de Borges. (La Paz: Nuevo Milenio, 2000)
–––. Dice que Dijo. Libros y Discursos. (Cochabamba: CESU, 2003)
Derrida, Jacques. De la Gramatología. (México: Siglo XXI, 1978)
–––. Márgenes de la Filosofía. (Madrid: Ediciones Cátedra, 1989
–––. La Escritura y la Diferencia. Trad. Patricio Peñalver. (Barcelona: Anthropos, 1989)
–––. Introducción a "El Origen de la Geometría de Husserl". (Buenos Aires: Manantial, 2000)
Prada, Renato. La Autonomía Literaria. (La Paz: Los Amigos del Libro, 1976)
–––. El Lenguaje Narrativo. (Costa Rica: EDUCA, 1979)
Rivera-Rodas, Oscar. La Modernidad y sus Hermeneúticas Poéticas. (La Paz: Signo, 1991)
Revista ANTHROPOS N° 93. Número monográfico dedicado a Jacques Derrida.

Publicado por primera vez en: Le Monde Diplomatique, año 2, Nº 26, Bolivia noviembre de 2004

Vallejo: poeta y humano


 

 

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés


 

Vallejo: poeta y humano

(Publicado por primera vez en la revista: El Mal Pensante, año 1, Nº 7, La Paz, marzo de 2003)

 

Escribir una carta


Escribir una carta es como abrir el alma. Quien escribe una carta jamás (salvo raros casos) piensa en una posible publicación, de ahí que la lectura de un epistolario se convierta en una intromisión casi abusiva de la intimidad de su autor. Pero bueno, cuando se trata de escritores esta intromisión resulta hasta obligada, más si se trata de un poeta de la talla de César Vallejo.

Definitivamente el pesimismo y el fatalismo que como un aura rodea la obra poética de Vallejo ha hecho que se le atribuya una personalidad análoga y, por tanto, a mitificarlo (por alguna razón el sufrimiento siempre mitifica). En contra de esta mitificación se dirige la nota de Ángel Páez (El Malpensante, N°4) pero dando tamaño salto que cruza al otro extremo queriendo mostrar a un Vallejo humano demasiado humano.

Recordemos que en 1982 Pre-Textos edita el “Epistolario General” de Vallejo preparado por el profesor español José Manuel Castañón, quien, además, ya había publicado en 1960 un folleto: “César Vallejo a Pablo Abril en el drama de su epistolario”. David Sobrevilla nos advierte que el “Epistolario General” está incompleto, le faltaría unas pocas cartas (1) pero que en lo central —tomando en cuenta las fechas de las misivas— nos da una “compilación verdaderamente amplia de las cartas de Vallejo”. Y tan es así, que muchas citas hechas por Páez coinciden con esta edición, lo cual demuestra que su nota no es tan novedosa como pretende. Por otra parte hay que señalar que Ángel Páez realiza una lectura sesgada por una animadversión hacia el más grande poeta peruano.

La lectura que realiza David Sobrevilla (2) en cambio, es más equilibrada por no decir más objetiva, le interesa a él más iniciar una indagación filológica que entrometerse en la vida privada de Vallejo. Es decir, busca lo que se debería buscar siempre que se hurga en un epistolario, alumbrar la obra del autor, del poeta Vallejo.

Así orienta su lectura por medio de seis temas, ordenados del siguiente modo: Personalidad compleja de Vallejo; Libertad y fatalismo; Relaciones eróticas; La presencia de Dios y el compromiso revolucionario; Vocación, lecturas y actividades literarias; Claves interpretativas.

La personalidad de Vallejo


El motivo que llevó a Vallejo a dejar el Perú fue el proceso y prisión que sufrió en 1920 en Trujillo, en octubre de ese año, luego de salir en libertad condicional, se marcha a Lima y avisa a su amigo Oscar Imaña que ha decidido salir del país. Cuando ya está en Europa su hermano le comunica que el Tribunal de Trujillo había ordenado su captura. Sólo se siente tranquilo cuando el proceso es archivado en 1928. Todos los años de intranquilidad sufridos muestran las razones objetivas del resentimiento de Vallejo para con el Perú, así como sus violentas expresiones, que Sobrevilla compara con las de Schopenhahuer y Nietzsche contra Alemania y los alemanes.

A pesar de todo ese resentimiento, Vallejo escribe a Pablo Abril en junio de 1930:

“A veces pienso volver al Perú, como al único sitio donde podré disfrutar de una calma relativa, para trabajar. Siete años en Europa y no he hecho nada. Es horrible querido Pablo”.

Vallejo pensó regresar al Perú y hacía gestiones ante la legación peruana en París para conseguir un pasaje. Probablemente debido a este pedido entrevista, a comienzos de 1927, a Eduardo S. Leguía ministro del Perú en Madrid, para la revista “Variedades”, pero en marzo se arrepiente de haberla enviado, escribe a Pablo Abril:

“Hace tres días puse al Correo la entrevista al Ministro, dirigida a usted, para que se moleste en entregársela a Vegas. Ahora me apresuro a rogarle que no la entregue usted y la retenga en su poder. He pensado mucho en este artículo y me parece que él lleva cierto ribete oscuro de ambigüedad moral, que no está de acuerdo con mi manera de ser. He pensado mucho en esto y me disgustaría que se publique ese artículo”.

A pesar de todo decide publicarla, aunque después vuelve con los arrepentimientos, le escribe a Abril:

“Mi artículo sobre él se publicó ya en Variedades. Sin duda, en el Perú dirán los malvados paisanos que he sido pagado para escribir un artículo o que el Gobierno me tiene asalariado. Pero usted sabe que no es así”.

Sin duda el desarraigo provoca no pocas contradicciones en quien lo sufre, ese parece ser el caso de Vallejo y se manifiesta en su fatalismo. A Pablo Abril le escribe en octubre de 1924, después de ser operado de una hemorragia intestinal:

“He sufrido, mi querido amigo, veinte días horribles de dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles. Hay, Pablo, en la vida horas de una negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba. Yo no las he conocido antes. Este hospital me las ha presentado, y no las olvidaré. Ahora en la convalescencia, lloro a menudo por no importa qué causa cualquiera. Una facilidad infantil para las lágrimas me tiene saturado de una inmensa piedad por todas las cosas. A menudo me acuerdo de mi casa, de mis padres y cariños perdidos. Algún día podré morirme, en el transcurso de la azarosa vida que me ha tocado llevar, y entonces, como ahora, me veré solo, huérfano de todo aliento familiar y hasta de todo amor. Pero mi suerte está echada. Estaba escrito. Soy fatalista. Creo que todo está escrito.”

(¡Cómo nos recuerda estas líneas “Los heraldos negros”! Poema escrito unos años antes, en 1918).
Lo que, además, acerca al autor de “Fabla Salvaje” a la religión. En noviembre de 1924, vuelve a escribirle a Pablo Abril de Vivero:

“Vuelvo a creer en nuestro Señor Jesucristo. Vuelvo a ser religioso, pero tomando la religión como supremo consuelo de esta vida. Sí. Sí. Debe haber otro mundo de refugio para los que mucho sufren en esta tierra. De otro modo no se concibe la existencia, Pablo.”

Y este acercamiento no cesa, en 1929 escribe a su hermano Víctor:

“Le ruego mandar decir una misa al Apóstol a mi nombre. Una vez que sea dicha, le suplico me la indique, diciéndome el día y la hora en que ella se ha realizado. Le he pedido al Apóstol que me saque bien de un asunto. Le suplico mucho que mande decir esa misa. Así me he encomendado ya”.

Vallejo y su vocación literaria


En el “Epistolario...” se encuentran cartas que nos dan noticias de sus actividades literarias en Europa, como en las que se puede percibir el tipo de valoración que realizaba Vallejo de la poesía. Por ejemplo, cuando recibe un libro de Ildefonso Pereda Valdés —“La guitarra de los negros”—, Vallejo le escribe (en enero de 1926):

“El canto de usted, lineal, óseo y bien vertebrado, discurre paralelamente a nuestra sangre, sin violencias de pega ni avinagrado embarazo. Su canto es silvestre, basto, hasta torpe, de puro sincero. Puede estar usted cierto de que ha hecho un bello libro de pensamientos y creación innegables”.

Sobrevilla resalta la fina ironía que desliza en las palabras: “silvestre”, “basto”, “torpe”; ironía que se repite en una carta del 10 de diciembre de 1926, dirigida a Emilio Armaza que le había enviado su libro: “Falo”:

“Su libro me ha gustado singularmente por las disciplinas de equilibrio y de medida que hay en él. En estos tiempos de epilepsia, una obra así, de euritmia y justeza, hace bien y nos reconcilia con los ‘números severos y apostólicos’ de [los] que gustan las cosas eternas. Ni una masa más, ni un volumen menos. Su libro Falo responde a esta exigencia fundamental de la vida y del arte. Fuera de este mérito verdaderamente excepcional en estos tiempos, sus versos respiran peruanidad, es decir, humanidad, por anchos y salubres pulmones titikakas. La paja de jalca vibra en Falo, contra el ventisquero y a favor de la dicha de cancha y cal domésticas. ¡Qué bellas estrofas que revientan blanco, blanco! Yo tengo mucho gusto. Magnífico libro el suyo, querido compañero”.

Las cartas hablan también de proyectos literarios truncados, como la revista: “Foro” de política latinoamericana o el semanario: “La Semaine Parisienne” en el que quiere prescindir de cualquier colaboración de escritores latinoamericanos y especialmente peruanos. Las cartas también mencionan los proyectos que sí vieron la luz, como el primer número de “Favorables, París, Poema” que edita junto con su gran amigo Juan Larrea.
De su epistolario se pueden extraer asimismo, algunas ideas estéticas del autor de “Poemas Humanos”; en una carta, que le dirige a Juvenal Ortiz Saralegui, comentando el poema que éste le había enviado, dice:

“Usted es de los que crean cosas nobles, humanas, naturales, eternas. Sin adornos, ni recovecos. Sin fórmulas, ni trucos. Sin manera, ni secreto profesional. Sin simbolismo, ni virtuosismo. Todo directo, elíptico, justo. Fraternizo hondamente con su estética”.

El “Epistolario...” muestra a Vallejo humano y poeta, y quizá: Poeta y humano y es que la literatura puede estar escrita también con la vida como quería Stefan George. Pero, terminemos con un párrafo de una carta de septiembre de 1927 que nos muestra esa confusión contradictoria entre la vida y la literatura:

“Empiezo a resignarme. Empiezo a reconocer en la suma miseria mi vía auténtica y única de existencia. Me parece que yerro, al buscar la seguridad económica o, al menos, el pan a su hora y el agua a su hora. Yo he nacido para pobre de solemnidad y cuanto haga yo en contra será, como lo ha sido hasta ahora, estéril. Me parece que esto no es literatura, puesto que parto de la realidad y apunto a la realidad”.

Notas:

 
(1) El texto de Jesús Cabel contiene las 281 cartas escritas por el autor de “El Tungsteno” (cit. por Ángel Páez, suplemento El Malpensante en El Juguete Rabioso N° 71); el de Castañón 239, escritas en el período: 1915-1938. Castañón, José Manuel. Epistolario General de César Vallejo. (Valencia: Pre-textos, 1982)
(2) Sobrevilla, David. César Vallejo. Poeta nacional y universal y otros trabajos vallejianos. (Lima: Amaru Editores, 1994)
 

sábado, 24 de julio de 2010

Actualidad de la crítica literaria académica



 


















Actualidad de la crítica literaria académica
(Dos libros de Crítica Literaria: Las tentaciones de San Ricardo y Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti)

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés


¿Qué es la literatura?


Lo que nos interesa en esta nota es reseñar los libros: “Las tentaciones de San Ricardo” de Marcelo Villena y “Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti” de Ana Rebeca Prada, (los dos autores son catedráticos de la Carrera de Literatura de la UMSA) pues nos parece útil promover una comparación entre ambos textos ya que pertenecen a dos maneras diferentes de enfocar la literatura.
Manuel Asensi en: “Crítica límite/El límite de la crítica” sostiene –escribiendo sobre el marco de la literatura– que la teoría literaria está fundada en la oposición: interior/exterior, para él, la “Poética” de Aristóteles inaugura el trazo de esa frontera que luego discurrirá en la teoría literaria, como ejemplo está el formalismo ruso que en su primer momento considera que la ciencia literaria toma como objeto de estudio no al texto literario sino lo que hace literario a un texto; lo mismo habrían hecho, a su turno, el estructuralismo y la semiótica. Ahora bien, el diferenciar los lugares interiores de los exteriores a la literatura proviene de una pregunta metafísica: ¿Qué es la literatura?

 Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti

 

Ana Rebeca Prada parece decirnos que la literatura carece de fronteras y, por tanto, todo puede entrar a formar parte de ella. Este es el razonamiento perseguido en su libro (su tesis doctoral modificada en poco) pues lo que intenta es desleír (me niego a utilizar el término deconstruir) las fronteras existentes entre una obra literaria (la de Jesús Urzagasti) y otros textos (etnológicos, históricos, filosóficos); así, la lectura que realiza de los textos narrativos de Urzagasti se abren a dos tipos de discursos contemporáneos (“voluntad de hacer ‘dialogar’ las teorías con el texto literario”, dice Prada): una cierta clase de pensamiento postmoderno y el pensamiento postcolonial. Con honestidad intelectual Prada nos advierte que ambos pensamientos pueden tener puntos de contacto pero, muchas de sus ideas centrales son incompatibles, lo raro es que a pesar de esta constatación sigue adelante y ensaya construir una trama que le permita leer la narrativa de Urzagasti. Parece ser, entonces, que la obra del escritor chaqueño sirve a Prada como pretexto para acceder a una construcción teórica dejando a la obra literaria como objeto secundario. Esto presupone una manera de ver la literatura, esa de creer que “gran parte de la literatura boliviana, [...]elabora un pensamiento dirigido a dirimir la complejidad social, cultural e histórica de la realidad nacional”(p.417); por tanto “Urzagasti plantea la posibilidad de imaginar un ser individual y colectivo exterior, alternativo al Estado y a su propia lógica nacional, cultural, económica”.

“Viaje y narración...” está dividido en tres partes: una teórica; otra en la que se mira a “Tirinea” y a “En el país del silencio” (las dos novelas principales de Urzagasti) con lentes Cliffordianos, es decir, ver a la narración como “viaje cultural”; la última, en la que se lee a “Los tejedores de la noche”, a partir de la noción de “nomadismo” trabajada por Deleuze y Guattari.

Ahora bien, la mejor de las tres partes es la teórica pues Prada realiza un excelente resumen de las nociones de “viaje cultural” y de “nomadismo”. James Cliford, proveniente de la etnología norteamericana, es el que desarrolla el concepto de “viaje cultural”, que se enmarca dentro de los estudios postcoloniales. Viaje implica movimiento, tránsito y cambio; el viaje sería los “diferentes modos de residencia y desplazamiento, trayectorias e identidades, narración de historias y teorización, en un mundo postcolonial de contactos globales” –dice Clifford– (traducción de la autora del original en inglés), Prada aclara que “[p]uede pensarse en el concepto de ‘viaje cultural’[...]como una intervención epistemológica que problematiza conceptualizaciones ortodoxas, esencialistas de términos como cultura, identidad, comunidad, autenticidad, etnicidad, asimilación, etc.” Siguiendo esta línea, después de una amplia descripción de las novelas “Tirinea” y “En el país del silencio”, Prada entiende que existirían varias formas de viaje en las dos novelas, la primera está relacionada con la migración que, a su vez, se liga con la sociedad rural boliviana. Los narradores-personajes de las novelas de Urzagasti se perciben como “viajeros”, “caminantes”, “forasteros”, “errantes”, etc., por lo tanto para Prada las novelas podrían ser descritas como “un complejo tramado de viajes, en las connotaciones más diversas que tiene el término”.

Con el concepto de “nomadización” ocurre otro tanto, después de estudiar prolijamente –en su edición original– el “Mille Plateaux” de Deleuze y Guattari, Prada procede a leer “Los tejedores de la noche” hallando, entre las páginas 105 y 109 de ese libro, un verdadero manifiesto del nómada.
Al final, en sus conclusiones, Prada admite que “estas teorías no tienen que ver directamente con lo literario, [pero]se constituyen en perspectivas muy útiles a la hora de cotejarlas con las formas en que la literatura promueve, desde su lógica y especificidad, una propia ‘teoría’ de la cultura”. Pero no nos dice en qué consiste esa “propia teoría” o de qué manera se constituye “lo literario”.

 Las tentaciones de San Ricardo


Pasemos al texto de Villena. Si quisiéramos volver a la pregunta de Asensi: ¿Qué es la literatura? e intentar que nos lo conteste el libro de Marcelo Villena, hallaríamos que éste parte de otro presupuesto, uno que le viene dado de Walter Benjamin (a quien, sin embargo, no cita) que escribió: “En mi escrito ´Las afinidades electivas de Goethe´ intenté llevar a cabo la idea de iluminar una obra absolutamente a partir de ella misma” y precisamente al comienzo de su ensayo sobre Goethe, Benjamin sostiene –diferenciando el comentario de la crítica–: “Si para usar una comparación, se quiere ver la obra en crecimiento como una hoguera en llamas, el comentarista está frente a ella como un químico; el crítico como un alquimista. Mientras que para aquél sólo quedan como objeto de su análisis maderas y cenizas, para éste sólo la llama misma conserva un enigma: el de lo vivo.” Pues bien, Villena hace eso, ser un alquimista leyendo el fuego de la narrativa de cinco de los más grandes escritores bolivianos del siglo pasado, enumerémoslos en el orden de aparición en el libro: Arturo Borda, Carlos Medinaceli, Oscar Cerruto, Jaime Saenz y Ricardo Jaimes Freyre. A la lectura de estos autores le antecede un texto que es la base programática de su crítica (“El gesto bien temperado”) y que es, a nuestro modo de leer, lo mejor del libro.

“El gesto bien temperado” comienza diciendo que la historia de la literatura en Bolivia es una “lucha de gestos”, es decir, una “confrontación de haceres”, puesto que gesto “es un hacer propiamente dicho [...] o, más precisa y etimológicamente, desde el siglo VI, como ‘gestus, -us’: un hecho, una obra” (p. 18). Siguiendo al Barthes de “El grado cero de la escritura”, Villena busca la manera en que una escritura, mediante la elección de una forma, se relaciona con el mundo y la sociedad. La escritura como “praxis que actúa en el cruce de la lengua y el estilo” puede, debido a esa función articulatoria, desligarse de las ataduras y determinaciones de la “representación” para ser: “un gesto [...] a través del cual lo íntimo se inscribe en el mundo”. Según Villena una historia de la literatura no debe interrogar por la personalidad civil de los escritores, ni por el contenido de la obra, sino por “la responsabilidad de la forma” (Barthes citado por el autor). Con estas armas Villena arremete contra la que llama “Santa Alianza”, compuesta por aquellos que consideran a la obra literaria como “documento” ya sea como una “instancia de mediación entre el Estado y la Sociedad Civil [Javier Sanjinés]”, como “espacio de inscripción de proyectos y sujetos nacionales [Leonardo García Pabón]” o como espacio de “diálogo” entre teorías de toda laya (Ana Rebeca Prada, Elizabeth Monasterios) añadiríamos nosotros. Incluso en el saco de la Santa Alianza podría encontrarse “Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia” (Alba María Paz Soldán, Blanca Wiethüchter) pues una historia de la literatura no debería “plantearse el descubrimiento de nuevos astros, obras o autores ignorados por los firmamentos oficial u oficiosamente establecidos.

Al contrario, y porque un efectivo descubrimiento se impone, involuntario, sin proponerse, el desafío de nuevos firmamentos consistirá más bien en ensayar una ‘interpretación sabia’ ajustando algunas obras (más o menos canónicas, no importa) con cierta inteligencia en la lectura.” Para Villena, una historia de la literatura deberá plantearse: “imaginar una gesta”, pues ésta reuniría aquellos haceres que comparten una misma perspectiva poética. Con este “programa” Villena lee la obra narrativa, de los escritores que ya hemos enumerado, encadenando gestos e iluminando cada una con la luz de la propia obra, realizando diríamos un “acto de lectura” (parafraseando al Lacan del “acto analítico”). Así, por ejemplo –y para muestra un gesto–, “El Loco” de Arturo Borda mostraría los gestos del perverso: perversión del símbolo y, por tanto, del lenguaje, pero también perversión del orden de la literatura boliviana. Villena lee a “El Loco” a partir de la obra misma. Con la ayuda de Saúl Katari el “investigador” de “El Caserón del pobre” (Divagaciones II, T. 1) va encontrando que “El Loco” no puede remitirse al fácil expediente de lo autobiográfico donde la escritura se subordina a la historia vivida. “El Loco” rompe con los dogmas de la “expresión” y la “representación” y asume más bien, una “ficción de la no ficción”.
¿Hay algo que reprocharle a Villena, además de incluir en su texto la obra de Julio de la Vega (creemos que a ésta todavía le falta mucho tiempo para codearse con los grandes), o que cite demasiadas veces a Barthes? Quizá el uso lúdico del lenguaje, que en algunos lugares aburre al lector, pero que bien leído, obedece a dos rasgos de un buen texto: rigor y entusiasmo. ¿Qué más se puede pedir?

Nota bibliográfica


Prada M., Ana Rebeca. Viaje y narración: las novelas de Jesús Urzagasti. (La Paz: Sierpe Publicaciones, 2002)
Villena A., Marcelo. Las tentaciones de San Ricardo. Siete ensayos para la interpretación de la narrativa boliviana del siglo XX. (La Paz: IEB, 2003)
Asensi, Manuel. Estudio introductorio: Crítica límite/el límite de la crítica. En AA.VV. Teoría Literaria y deconstrucción. (Madrid: Arco/Libros, 1990)
Benjamin, Walter. Dos ensayos sobre Goethe. (Barcelona: Gedisa, 1996)

miércoles, 3 de marzo de 2010

Carta a la Inolvidable (Eduardo Mitre y Juan Rulfo)







Carta a la Inolvidable (Eduardo Mitre y Juan Rulfo)

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés



«El poema es eso que nos enseña a no servirnos más del lenguaje. Solo nos enseña que, contrariamente a las apariencias y las costumbres del pensamiento, no nos servimos del lenguaje.» Meschonnic


Un espacio para la poesía 

La tyche (tyché o tiqué), entre los griegos clásicos significaba un encuentro afortunado, en oposición a automaton (el azar), Aristóteles da el siguiente ejemplo que los distingue: Un caballo, que había huido, por azar encuentra a su amo (automaton) y el amo, encuentra al caballo por fortuna (tyché), pero lo que verdaderamente distingue a la tiché del azar, es que se trata siempre de un encuentro no previsible, “una cita siempre reiterada con un real que se escabulle” —dirá Jacques Lacan.

Ese es, justamente, un acto de literatura: el encuentro no previsible con la palabra, eficacia pura del lenguaje, donde el acto crea una nueva combinación posible, el encuentro con el milagro de hacer con elementos finitos combinaciones infinitas —Chomsky dixit—, pero, con la poesía, estas combinaciones son combinaciones felices, es decir musicales (Henri Meschonnic habla de la musicalidad de la lengua hebrea), Goethe, citado por Lezama Lima, cuando éste escribe sobre el miedo al fragmento del escritor que utiliza el plural: “lo incontemplable: la vida eternamente activa concebida en reposo”. (1)


Carta a la Inolvidable

La fortuna es, pues, encontrar(se) (con/la) poesía. Eso es lo que queremos compartir: el hallazgo de un hermoso poema de Eduardo Mitre que encontramos rebuscando en una de las librerías de nuestra ciudad. Se trata de “Carta a la Inolvidable” en una edición bien cuidada: Un precioso estuche conteniendo hojas rectangulares y tersas, que sustentan una letra que va deslizándose con pulcritud, sin artificios, con sinceridad, con erudición y sin falsa modestia; sobre la tapa del estuche se encuentra la imagen de una mujer que lee, con cierta angustia, una carta. Así, el poema, nos invita a leerlo tomando una a una las hojas sueltas –como una carta–, pudiendo ejercitarse también una combinatoria.

“Carta a la Inolvidable” es un homenaje a “Pedro Páramo” de Juan Rulfo y con él al mundo que Rulfo construyó, un mundo en el que se mezclan la realidad, la imaginación y el lenguaje. Por las hojas del poema-carta se ponen en escena los personajes de aquél inmortal relato. Siguiendo a Nabokov –que aconsejaba que la mejor manera de leer literatura era ponerse del lado de uno de los personajes– para mí, Susana San Juan, la destinataria del poema-carta de Mitre, era ***** tan cerca y tan lejos del verso de Mitre; y este poema de amor, un relato de amor por la Literatura:

Aquí se intercala el poema de Mitre y los párrafos de “Pedro Páramo” de Rulfo con el que la escritura de Mitre parece dialogar. Las citas tomadas del poema de Mitre van entre comillas, en cambio las citas del relato de Rulfo van entre paréntesis.

“Inolvidable y soñada
Susana San Juan:...” (2)

(“Pensaba en ti Susana. En las lomas verdes. Cuando volábamos papalotes en la época del aire.”) (3)

“Lejos de borrarse del mapa,
te cuento que ahora Comala
es una aldea planetaria,
una extraña idea global.

El camino que subía o bajaba
según se iba o venía,
es hoy una lisa autopista
que nos engulle de entrada.”

(“El camino subía y bajaba: ‘Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja.’
–¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
–Comala, señor
–¿Está seguro de que ya es Comala?
–Seguro, señor.
–¿Y por qué se ve esto tan triste?
–Son los tiempos, señor.”)

Comala se ve triste, aunque sólo de lejos, pues lo pueblan los ecos de las personas que allí fueron felices a su modo, que ocuparon esos lugares que quedan en la memoria de los muertos:

“Pedro, del montón de piedras
en que se sentó a perecer,
se levantó a ser lo que es:
Rencor vivo y mala hierba.

(“–¿Conoce usted a Pedro Páramo? –le pregunté.
Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza.
–¿Quién es? –volví a preguntar.
–Un rencor vivo –me contestó él.”)

Continuando lo serio de la serie en el poema de Mitre, se ven aparecer a: Juan Preciado, Damiana Cisneros, Fulgor Sedano, el padre Rentería..., y siempre presente, el fantasma de Susana San Juan:

“¿Y te imaginas, Susana,
una odisea más triste
que discurrir sin Itaca
ni Susana ni Ulises,

bajo un cielo inconmovible,
a la deriva, sin horizonte,
el rostro amado invisible
en el mar desierto de su nombre?”

(“Los rayos de la luna filtrándose sobre tu cara. No me cansaba de ver esa aparición que eras tú. Suave, restregada de luna; tu boca abullonada, humedecida, irisada de estrellas; tu cuerpo transparentándose en el agua de la noche. Susana, Susana San Juan.”)

Mitre y Rulfo. Carta a la inolvidable... a la Literatura.

Notas.- 

(1) Las páginas que citamos y no citamos aparecen aquí en desorden: Louis Lavelle. Acerca del acto. Trad. Laura Palma V. (Chile: Puntángeles Universidad de Playa Ancha Editorial, 2001); Noam Chomsky: Passim; Henri Meschonnic. Un golpe bíblico en la filosofía. Trad. Alberto Sucasas. (Buenos Aires: Fundación David Calles para la difusión del humanismo, 2007). José Lezama Lima. Obras Completas. Tratados en La Habana. (Cuba: Editoral Letras Cubanas, 2009)

(2) Eduardo Mitre. “Carta a la Inolvidable” (S/L: S/E, S/F). Existe una versión del poema de Mitre en: Eduardo Mitre. “Camino de Cualquier Parte” (Madrid: Visor Libros, 1998). Pp. 53-61

(3) Juan Rulfo. “Pedro Páramo. El Llano en Llamas y otros textos” (Argentina: Editorial Planeta, 1989)