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TIEMPO Y PSICOANÁLISIS (Primera Parte)
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
«Mas yo no quiero el presente, quiero la realidad; quiero las cosas que existen no el tiempo que las mide.» Alberto Caeiro. Poemas Inconjuntos
«—Le he contado todo esto —dijo—, como si ya hubiera ocurrido. También hubiera podido contarlo como si fuera a ocurrir en el futuro. Para mí, no hay demasiada diferencia.» Michael Ende. «Momo»
Resumen
Nuestro trabajo se basará en un concepto de Freud que Jacques Lacan llevó a su máxima expresión: Nachträglichkeit, “retroactividad” o como Lacan lo denomina: aprés-coup (lit."después del golpe") retroacción. Consideramos que este concepto "temporal" debe radicalizarse para entender el acto analítico y aclarar sobre la cura, que nosotros no vacilamos en calificar de "sanación". Al método de radicalizar la formulación de un concepto lo llamamos "exageración", tomando en vilo la visión de Gunther Anders en su ya célebre: «La Obsolescencia del Hombre», la exageración le sirve a Anders como un telescopio a un astrónomo o un microscopio a un químico, pues sin estos instrumentos quedarían desapercibidos objetos o componentes de la materia muy importantes.
Introducción
El tiempo que se vive en un sueño (objeto privilegiado del análisis), es un tiempo liberado/liberador del tiempo lineal, cronológico del mundo, como tal, implica una serie de conexiones, asociaciones libres (liberados del tiempo cronológico), en un “tiempo retardado” (Bergson dixit) que tienen un valor curativo en un tiempo oportuno (kairós). El sueño es “[m]itad muerte, mitad vida, los sueños son atemporales y capaces de representar, de albergar en esa atemporalidad todos los tiempos de la vida vaciados en la muerte y por ello son fugitivos y absolutos”, escribe María Zambrano en «El sueño y el tiempo» (1). Así como hay un “trabajo del sueño” también hay un “trabajo del tiempo”.
Mientras que las psicologías o las terapias conductuales, al igual que los múltiples estilos de autoayuda, comprenden tareas infinitamente perfectibles, tal como manda la época actual, el psicoanálisis, por el contrario, desplaza la apuesta de la tarea infinita, tal como lo hizo Walter Benjamin considerando el mesianismo. Benjamín desplazó la apuesta filosófica de la tarea infinita a la noción de “Lösbarkeit” (“solucionalidad”, “resolubilidad”), que opone a la idea de progreso que está acorde con una concepción lineal, homogénea e infinita del tiempo. “¿Qué es el aura —se pregunta Walter Benjamin en «La obra de arte en la Época de su reproductibilidad técnica»— propiamente hablando? Una trama particular de espacio y tiempo: la aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse”. El tiempo contenido en el aura, es el instante que hace ver lo eterno; lejos del tiempo común que destruye, el tiempo del aura «realiza». Nos alejamos así del concepto de «progreso», cualquiera que fuese su contenido, nos alejamos del progreso que es sólo la cara ideológica del tiempo.
En el acto analítico se demuestra una práctica lejos de un progreso, en el acto analítico se da —y esta es su condición— una “solucionalidad” (Lösbarkeit), se busca el eterno retorno de lo igual para escapar a cualquier posibilidad de un “más allá”. Asumir la muerte, del semejante y la propia en un tiempo futuro, es la apertura a la “resolubilidad” (Lösbarkeit) del verdadero acto.
La poética del acontecer —sostiene Gastón Soublette (2)— es el suceder de la poesía, cuando la poesía se hace acto, es decir, cuando estalla en poética, como creación, como la voluntad de poder nietzscheano. La poética del acontecer tiene que ver con el destino, porque se dirige a un lugar preciso, único, preparado por el inconsciente de quien lo protagoniza o lo observa, el poeta —el que crea, de eso se trata— es alguien que juega con el espacio-tiempo, sabe hacer algo con ambos aspectos ineludibles de la existencia humana. El poeta juega con la analogía, lo semejante se vuelve ley, lo semejante es el doble, la repetición, el eterno retorno de lo igual nietzscheano.
El acto analítico tiene mucho de esta poética del acontecer, la interpretación es la analogía, lo semejante que cura lo semejante, una dosis de homeopatía de palabra (simila similibus curentur), pero con la condición de estar fuera del sentido; en el afuera de la lluvia de vocablos, la voz, en su extrema posición, la voz que pertenece y no al lenguaje, que pertenece y no al organismo, que pertenece y no al cuerpo, toma su lugar como el objeto “a” por excelencia. Fuera del mundo puramente causal, fenoménico, acogemos la poética del lenguaje, su cuerpo y su misterio, la verdad queda desvelada como error, como ese error con el que el sujeto se siente cómodo y le “ayuda a vivir”.
En la clínica nos encontramos con un relato, una declaración, a la manera de la enunciación de “sostiene Pereira” de la novela de Antonio Tabucchi, en el que se da una “hermenéutica conjetural”, “sostiene Pereira” pero no sabemos si lo que sostiene es o no verdadero, es —desde el punto de vista del lector— una conjetura, sí sabemos que “él sostiene”, es decir, eso que sostiene, a su vez, lo sostiene, lo regenera, lo acaece, le hace surgir como sujeto. Sostiene Pereira, en el tiempo del relato, su propia panoplia, aquello que ha erigido como defensa frente al otro que toma nota de su declaración. El tiempo de “sostiene Pereira” es el presente, pero lo que cuenta o el contenido de lo que sostiene está en otro tiempo, ése es el tiempo que nos proponemos conceptualizar aquí.
Y lo haremos según dos aspectos: (a) la lectura del tiempo, es decir, la relación de un sujeto con su historia a partir de la interpretación y (b) el tiempo del acto analítico, es decir, la temporalidad de la experiencia psicológica de la sesión analítica.
Un futuro anterior
«[…] no / las palabras/ no hacen el amor / hacen la ausencia / si digo agua ¿beberé? / si digo pan ¿comeré?». Alejandra Pizarnik. «En esta noche, en este mundo»
La palabra es anticipación, «lo que habré sido para o que estoy llegando a ser». Al poema de Pizarnik, que nos sirve de epígrafe, le falta un verso que va de suyo, que hace cauce, que dirige todo el poema, pero que permanece velado: «si digo muerte ¿moriré?». Blanca Wiethüchter (3) nos aclara que ¿acaso no lo ha enunciado durante todo su poema?, sin saberlo (o quizá sí), Pizarnik se ha condenado —al omitirlo— a unir la palabra y la cosa, el signo y el referente, ha anticipado la muerte de la cosa. La palabra anticipa la muerte porque el “Dasein” está obligado a ocultar su “ser-para-la-muerte”, «¿[e]s que su discurso le permite huir de la certeza?» —se pregunta Levinas— (4), así es, y esta huida es su verdadera relación con la muerte, utiliza la palabra para escapar a la muerte, lo que a su vez testimonia de su certeza, “[e]s su huida ante la muerte lo que da fe de la muerte”.
El acercamiento o, más bien, la anticipación, por la palabra a la muerte se hace necesaria para tener un otro comienzo de la concepción de la historia, lo temporal debe partir de la vida fáctica y desde allí alcanzar el sentido del tiempo, lejos de la conciencia pura de la idea de tiempo. Así pues, el Psicoanálisis funda una nueva relación con lo temporal y con el tiempo, partiendo del sujeto y de su historia fáctica.
Gerard Genette ya lo había sugerido al estudiar el tiempo del relato, el constata que cualquier relato está dividido en dos temporalidades, que Christian Metz llama “tiempo de la historia” y “tiempo del relato”, tiempo de la “cosa-contada” y el tiempo del relato o: “tiempo del tiempo del significado y tiempo del significante”.
La palabra es, ante todo, anticipación y, por tanto, variedad, el sujeto ama la variedad, aunque lo que le ocupará, según tome decisiones, sea siempre sólo aparentemente diverso, pues se da la “convergencia de cuanto más cambia, más se trata de lo mismo, es el “Durcharbeitung” freudiano, el “trabajo de elaboración” de toda interpretación.
Aquí entramos plenamente en el tiempo del relato que el paciente nos dirige y que escuchamos como “significatividad” (cf. Ser y Tiempo de Heidegger y al Hegel de la Fenomenología), lo característico de la vida en el ser hablante, la vida fáctica, inmediata y realmente vivida, ya que la vida no es un concepto general, no puede serlo cuando se trata del parlêtre, la vida es siempre respecto de lo que está en el momento presente, es decir, no solo las cosas tienen significado, implica que en nuestra relación inmediata, las cosas nos dicen algo, nos significan algo, algo nos es significativo, nos encontramos involucrados con las cosas, y que lo que escuchamos nos afecta, nos conmueve; según esto, existir es estar en medio de significaciones, entre las cosas que nos dicen algo que “comprendemos”, entonces, al final, la significatividad quiere decir que todo descubrimiento es, inevitablemente, una traducción, «a los significados les brotan las palabras» dice Heidegger.
Este ya estar en la “significatividad”, quiere decir, al mismo tiempo, que una vez que las cosas nos significan algo y brotan las palabras, ya estamos instalados en la temporalidad, una temporalidad cuyo punto de división, en el sentido de separar, de "Introducir la discordia o el desacuerdo entre personas o colectividades: «divide y vencerás» (Diccionario de María Moliner), es el presente, «[a]hora bien, este «presente», a su vez, tiene como referencia temporal únicamente un dato lingüístico: la coincidencia del acontecimiento descrito con la instancia del discurso que lo describe.» [Mais toujours la ligne de partage est une référence au «présent». Or ce «présent» son tour n’a comme référence temporelle qu’une donnée linguistique: la coincidence de l’événement décrit avec l’instance de discours qui le décrit.] (5) Benveniste. French, 262-263
Sin importar la lengua de que se trate, Emile Benveniste, sostiene que estructuralmente, “Independientemente del tipo de lengua, observamos en todas partes una cierta organización lingüística de la noción de tiempo”. [Quel que soit le type de langue, on constate partout une certaine organisation linguistique de la notion de temps.]. En otras palabras: «hay tiempo porque hay lenguaje» (6) [Kristeva, La revuelta, 46].
De acuerdo con lo dicho, en la expresión “el tiempo del relato” encontramos una tautología, un relato ya es tiempo, sólo puede presentarse como temporalidad, en la línea divisoria del presente.
Así, el tiempo de la espera es el que se instala entre la anticipación imaginaria y el cálculo simbólico y su eventual concreción en el acto. Se trata de un tiempo “ansioso de goce”. La paradoja consiste, pues, en que sólo se logra cancelar el pasado cuando se lo mantiene presente en la narración que lo evoca. Sí y sólo sí, se relata el pasado como si fuera un presente que no cesa de transcurrir. Todo relato es, así mismo, memoria de una pérdida, de lo que ya no está y se ha perdido (las tres figuras del objeto de la falta: frustración, privación, castración) sólo podemos contarlo, es decir lo transformamos en relato, en tiempo.
Paolo Virno [El Recuerdo del Presente] (7), comentando la frase de Agustín de Hipona que se encuentra en sus «Confesiones» (8), sostiene que esta concepción del tiempo de Agustín es válida para lo real pero no para lo posible, frente a lo potencial es preminente el pasado, así habría que decir: “pasado del pasado” o “recuerdo del presente”, “pasado del presente” o ése efecto temporal ampliamente psicoanalítico: déjà vu, y “pasado del futuro” o “habré sido”. Se trata, dice Virno, de un pasado que nunca fue actual, una forma pura de la anterioridad, esto sería precisamente lo posible, la traducción temporal de la categoría aristotélica. Así, con la interpretación que hace Virno de la frase de Agustín, entramos de lleno en la visión de un “futuro anterior”, anterior a la imagen de un pasado consumado e irreversible.
Notas y bibliografía
(1) María Zambrano en: «El sueño y el tiempo». (Madrid: Ediciones Siruela, 1998). Pág. 145
(2) Gastón Soublette. «La Poética del Acontecer». (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 2007)
(3) Blanca Wiethüchter. “Si digo muerte ¿moriré? Gestos románticos en la literatura latinoamericana”. Cuadernos de Literatura Nº 2, La Paz-Bolivia, 1997
(4) Emmanuel Levinas. “Dios, la muerte y el tiempo”. Trad. María Luisa Rodríguez. (Madrid: Ediciones Cátedra, 2008). Pág. 66
(5) Emile Benveniste. «Problémes de linguistique générale». (París: Editions Gallimard, 1966). Págs: 262-263
(6) Julia Kristeva. «La revuelta íntima». Trad. Irene Agoff. (Buenos Aires: Edudeba, 2001). Pág. 46
(7) Paolo Virno. «El Recuerdo del Presente». Trad. Eduardo Sadier. (Buenos Aires: Paidós, 2003)
(8) «Lo que ahora resulta límpido y claro es que ni las cosas futuras ni las pasadas existen, ni es con propiedad como se dice: "Hay tres tiempos, pasado, presente y futuro". Tal vez sería más propio decir: "Hay tres tiempos, presente de lo pasado, presente de lo presente, y presente de lo futuro". Pues estas tres cosas existen de algún modo en el alma y no las veo en otra parte: el presente de lo pasado es la memoria; el presente de lo presente, la atención; el presente de lo futuro, la expectación. Si se nos permite decirlo, yo veo tres tiempos; lo admito, son tres. Que se diga, entonces, que los tiempos son tres, pasado, presente y futuro, como abusa la costumbre decir; se diga. No me preocupo por eso, ni me opongo, ni lo reprendo, con tal de que se entienda lo que se está diciendo: ni que aquello que es futuro existe ya, ni que aquello que es pretérito existe ahora. De pocas cosas hablamos con propiedad; de muchas, sin ella. Pero se entiende lo que queremos decir.» Agustín de Hipona. «Confesiones». XI, cap. XX, 26. Trad. Silvia Magnavacca. (Buenos aires: Losada, 2005). Pág. 332
(*) NOTICIA SOBRE LA IMAGEN: A Model of the Cosmos in the ancient Greek Antikythera Mechanism = Un modelo del cosmos en el antiguo mecanismo griego de Antikythera
Modelo computacional de la visualización del cosmos. En el centro, la cúpula de la Tierra, la fase de la Luna y su posición en el Zodíaco; luego, anillos para Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, con marcadores de "pequeña esfera" y marcadores más pequeños para oposiciones. Las marcas de escala y las letras índice para los ciclos sinódicos de los planetas están inscritas en los anillos planetarios. Rodeándolos, el Zodíaco y el Calendario Egipcio. El anillo del Sol verdadero tiene una "pequeña esfera dorada" con "aguja". Cuando las agujas de la Luna y el Sol coinciden, la esfera de la Luna se muestra negra para Luna Nueva; cuando las agujas están en lados opuestos, la esfera de la Luna se muestra blanca para Luna Llena. La Cabeza de la Mano del Dragón muestra el nodo lunar ascendente; la Cola, el nodo descendente. Pequeños triángulos en el anillo del Sol verdadero, cerca de la aguja, muestran límites de eclipse más amplios y más estrechos. Los eclipses son posibles si la Mano del Dragón está dentro de estos límites. Cuando el puntero lunar se encuentra delante de la Cabeza del Dragón, la Luna está al sur del nodo; después, al norte, a la inversa para el nodo descendente. Un puntero de fecha está unido a un estrecho anillo de fecha, que muestra la fecha en el calendario egipcio.
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