domingo, 31 de mayo de 2020

Esquema de la Histeria



Jean-Martin Charcot en una sesión de hipnotismo

Esquema de la Histeria

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

 

Un poco de historia de la Histeria

 

Ya se sabe que son las mujeres, que presentaban ciertos problemas físicos que no tenían una causa orgánica, las que iluminaron el tortuoso camino hacia el inconsciente, fue la tarea de Freud el seguir ése camino, pero antes tuvo que dejarse seducir por el mhisterio, (como la grafía que utiliza Fabian Schejtman), escribiendo esa letra que es muda (y quizá sorda) que bien puede nombrar lo que no se logra asir sino de manera sesgada.

La (tachada) Mujer, enseñó a Freud que hay que suspender la queja sobre la duda y despejar su aparente veracidad para que surja el (psico)análisis, no otra cosa significa la tos de Dora, que Freud no pudo descifrar, pero sí aprender de él.

Lo que le ocurrió a Freud al encontrarse con la Histeria e inventar el psicoanálisis para intentar comprenderla, es solamente la representación del misterio que envuelve y envolvió la relación con lo Otro, y las mujeres siempre fueron el emblema de lo desconocido a controlar, lo que las llevó a ser identificadas con la histeria y con la feminidad, ya en el campo de una política sexual, “esta feminidad eterna ironía de la comunidad” decía Hegel.

La famosa pregunta de Freud: ¿Qué quiere la mujer? nunca fue contestada, ni siquiera Jacques Lacan lo hizo, aunque avanzó más que Freud en la elucidación del mhisterio. La histeria se perdió de vista en la nueva psiquiatría y reapareció por doquier entre los psicoanalistas que la confundieron con la feminidad.

No toda neurótica supone una histérica, es decir, es un error creer que todo sujeto femenino es, de entrada, histérico. Podemos decir que la histeria tiene un lugar específico a partir del ejemplo paradigmático del análisis del sueño de la bella carnicera, realizado por Freud, desde ese análisis sabemos que el sujeto histérico tiende a la identificación, en tres modalidades:

1. Con lo imaginario, es decir, con el semejante, la bella carnicera se identifica con su amiga. no olvidemos que lo imaginario se desenvuelve porque hay semejante, deseo de “salmón” en lugar de deseo de “caviar”.

2. Con lo simbólico, con el deseo de su marido, su marido las desea gordas y ella ve gorda a su amiga, quiere engordarla para que pueda ser deseada por su marido.

3. Con un significante, el del deseo del Otro, y el deseo del Otro tiene como significante al Falo, así éste es definido como el significante de la falta y esta es identificación última de acuerdo a Lacan.

En resumen, si pudiéramos poner palabras al sujeto histérico en primera persona, diría: “Es cierto, no puedo ser, pero por lo menos, puedo ser lo que le falta al Otro”. Es querer hacerse ser por medio de la falta de Otro.

Identificarse no es conocerse, sino reconocerse en el otro, esto ocurre, sin embargo, de un modo ambivalente: “La identificación mejor sublimada —dice Freud— ha conservado algo de su origen; es ambivalente desde el inicio, puede estar orientada tanto hacia la expresión de ternura como hacia el deseo de supresión del otro” (Psicología de las masas y análisis del Yo).

¿Qué quiere la mujer? Se pregunta Freud, Lacan responde: Gozar. ¿Qué quiere el sujeto histérico?, insatisfacer al Otro apuntando a un plus de ser. El sujeto histérico quiere ser. Exige ser, ser algo para el Otro, no un objeto de goce, sino un objeto preciado que sustente el deseo y el amor.

Lacan distingue el modo mujer y el modo histérico, que pueden combinarse.

La posición de una mujer está en referencia al goce, a un plus, ese querer gozar tiene un complemento: “un querer hacer gozar”. El goce que un hombre tiene de una mujer la divide, dice Lacan en el Atolondradicho. El goce del partenaire viene al lugar de la causa del deseo de ella, hay, sin embargo, una diferencia entre la oferta de gozar para el Otro y el goce específico de una mujer, porque hay mujeres que no quieren ni hacer gozar ni gozar.

Esquema de la Histeria

 

El principal esquema de la Histeria es, por supuesto, ése matema que Lacan pone en primer plano (véase que un esquema, puede ser, también, un matema): el Discurso de la Histérica (véase que un esquema puede ser, también, un matema y, ambos, un discurso, lo inverso no es enunciable).

De los cuatro discursos:










Tomamos el de la Histeria:













Del que podemos extraer este esquema:








Donde:
a = Objeto causa de deseo o “plus de goce”
y S2 = El saber que no se sabe, saber del inconsciente, “lo que llamo el otro significante” (Lacan).

La Histeria impugna la unión entre goce y saber, no se sabe qué hacer con “a” (petit a), ese plus de goce que nos deja el discurso del amo, ni siquiera sabemos qué es “a” para nosotros, así, saber y “plus de gozar”, comparten un no-saber. El goce es el reveso del objeto “única óntica confesable por nosotros” —dice Lacan en La Tercera—, esta relación entre el objeto “a” y el goce se encuentra ya en el Seminario XIV, La Transferencia, donde el “agalma” es el objeto causa de deseo que se “contiene” en Sócrates en el Banquete, después, a partir de 1968 en el Seminario XVI, De un Otro a otro, como “plus de goce”.

La primera noción bien fundamentada aparece en el Seminario V, Las formaciones del inconsciente, después será referido a Hegel y los dos goces: el del amo y el del esclavo; en el Seminario XIV, La transferencia, Lacan instala una dualidad, fiel al esquema del significante, entre el deseo como relación con el Otro el objeto causa de deseo.

Por otro lado, el goce tiene una doble referencia: al lenguaje y al cuerpo, ya que el ser hablante está separado del cuerpo por el mismo hecho de hablar, cuando lo hace (hablar) hay un goce del sentido, ése que involucra una caída (caso o casus) por el hecho de la esperanza de que lo imposible, lo real, tenga un sentido, he aquí la raíz del parloteo, éste viene con la intención de taponar esa falla fundamental.

Hay entonces, un goce fálico y un goce Otro (eminentemente femenino). El objeto “a” separa el goce del cuerpo y el goce fálico. “Hice un esquemita. Si este es el caso en lo tocante al goce del cuerpo en tanto es goce de la vida, lo más asombrosos es que ese objeto, el “a”, separa este goce del cuerpo del goce fálico. Para eso tienen que ver cómo está hecho el nudo borromeo.” (J. Lacan, La tercera, pág. 90).

Retomemos entonces. Llamamos Histeria a una posición del sujeto que impugna la unión entre goce y saber o pone en suspensión al saber, lo considera insuficiente, incluso impotente, esto, es, por supuesto, un aliciente para el saber, ya que tal posición no se satisface (goza) con lo ya sabido. Si discute al saber es para hacerlo progresar, es Sócrates y su Mayeútica, pero también, se encuentra aquí el misterio, el enigma, al cuestionar al saber (a todo saber), la posición histérica pide que se goce de ella como de un enigma.

La posición histérica, hace todo lo posible para impedir que el goce sea absorbido por el saber, busca siempre el movimiento, el flujo, de desenganchar la seguridad en el acercamiento al objeto “a”, así difumina su posición haciéndola inhallable.

En el discurso de la Histérica, la posición del objeto “a” está en el lugar de la verdad y el S2 del saber, en el lugar de la producción, es lo opuesto del discurso del amo, de este modo, también se opone al discurso universitario.

El discurso Histérico, es el verdadero retorno de lo reprimido, constituyéndose en el síntoma del discurso del amo, a quien interroga sobre su potencia o castración, sin embargo, en la medida en que el amo no responde, pues, el dominio del cuerpo (suyo y del esclavo) es segregación del goce, el histérico supone un amo (el padre idealizado de Freud) para reinar sobre él, es el punto del que Freud entrevió la histeria: el sujeto histérico siempre está preocupado por la impotencia del padre (véase el caso Dora), pero sólo porque hay un ideal de referencia.

La histerización del discurso

 

La intervención del analista hace que el S2, ése saber que no se sabe y que está alojado en el Otro como lugar del tesoro del significante, que se muestra como totalidad (ideal del padre), se histerice, “es la introducción estructural, mediante condiciones artificiales, del discurso de la histérica” (J. Lacan, El reverso… pág. 33) (L´hysterique, en francés mantiene la ambigüedad del género, lo que nosotros asumimos en todo este escrito), todo analizante debe pasar por el discurso histérico, por eso es una posición y un discurso, no un carácter o una característica de algún sujeto, es un modo operativo del lazo social. Si hay análisis, es necesario pasar por el discurso histérico.

Lacan relaciona del discurso histérico con la regla fundamental: la asociación libre, la histerización del discurso hace que el sujeto produzca significantes al azar, abandonando cualquier referencia, deja de relacionarse con ese saber no sabido para poner a trabajar el saber inconsciente, esto es lo que hizo que Jacques-Alain Miller renombrara los lugares del matema:

Lacan:




Miller:







En el discurso de la Histérica el S1, está en el lugar del trabajo y produce un saber (S2), siempre insuficiente y separado del goce.

El significante S1, es el deseo; el S2, estando en el tesoro del significante, es el Otro (A), por eso el deseo es deseo del Otro; el sujeto, S tachado, es la verdad; y “a” es la pérdida o plus de gozar. En el discurso de la Histérica se revela la relación del saber con el goce, “en la medida en que el saber ocupa el lugar del goce” (Lacan, El reverso… pág. 98). Si el amo busca el dominio del cuerpo (el suyo y el del esclavo), la histeria lo rechaza, liberándose de ser esclavo, no entrega su saber, se sustrae al saber del amo, haciéndose enigma, esto es lo que representa el padre idealizado, es lo que Dora revela, “lo que ella quiere es el saber como medio del goce, pero para que sirva a la verdad, a la verdad del amo que ella encarna como Dora.” (Lacan, El reverso… pág. 101).

Y esta verdad es, “para decirlo de una vez” —dice Lacan— la castración, que el amo sólo puede dominar excluyéndolo.

Bibliografía

 

Jacques Lacan. Seminario XVII. El Reveso del Psicoanálisis. Trad. Eric Berenguer y Miquel Bassols. (Quilmes: Paidós, 1999)

Jacques Lacan. La Tercera. En: Intervenciones y Textos 2. Trad. Julieta sucre, J. Luis Delmont, Diana S. Rabinovich. (Buenos Aires: Manantial, 1991)

Jacques-Alain Miller. El Banquete de los Analistas. (Buenos Aires Paidós, 2011)


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