La entrada en análisis. Nociones fundamentales
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
«Per via
di pone y per vi di levare» (*)
Leonardo Da Vinci
Las entrevistas previas en Freud
Como bien dice Freud en: “Sobre la iniciación del tratamiento”
(Amorrortu V. XII. Págs.: 121 y ss.), se puede iluminar mucho sobre el inicio y
el final de las partidas de ajedrez, quedando en tinieblas lo que ocurre en el
espacio entre ambos. Freud, habiendo constatado esto, sostiene que dará
“consejos” y no reglas para iniciar un tratamiento, ya que:
“La extraordinaria
diversidad de las constelaciones intervinientes, la plasticidad de todos los
procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen, por
cierto, a una mecanización de la técnica, y hacen posible que un proceder de
ordinario legítimo no produzca efecto algunas veces, mientras que otro
habitualmente considerado erróneo lleve en algún caso a la meta. Sin embargo,
esas constelaciones no impiden establecer para el médico una conducta en
promedio acorde al fin.”
Prestemos atención a la idea de que el “inicio” esté de acuerdo al
“fin”, que puede considerarse una ética, es lo que leyó Lacan como que no hay
clínica sin ética, y esto debido a que el fin de un análisis no es el dominio
de sí mismo, la ausencia de pasión, sino el ideal de un reconocimiento
existencial: “tú eres esto”, ahora bien,
este ideal está para nunca ser alcanzado.
Freud —hablando de la técnica—, sostiene que a los “enfermos” (quien
viene a consulta con un síntoma) que conoce poco los acepta provisionalmente
por una o dos semanas, esto es lo que podríamos llamar entrevistas
preliminares, en este tiempo el analista se da cuenta, mediante un “sondeo”, si
el caso es “apto para el psicoanálisis” (pág. 126), este es un “ensayo” previo y
puede considerarse como parte de un análisis con sus propias “reglas”, este
espacio, es también, el lugar para el diagnóstico. Freud aconseja no prolongar
demasiado las entrevistas previas, una señal para concluirlas la da el
nacimiento de la transferencia.
En otro lugar de su extensa obra, la de 1905: “Sobre
la Psicoterapia” (Amorrortu, V. VII. Págs. 247 y ss.), Freud trata
sobre la elección de los pacientes que pueden ser tratados por la “psicoterapia
analítica”, presenta varios ejemplos de los que no son susceptibles de
tratamiento con este método: los que no tienen un grado cultural y carácter “en
alguna medida confiable”, las personas “sanas que no sirven para nada”, las que
no llegan a la consulta por su propia voluntad, sino que son llevados por
otros. Freud también excluye las psicosis, debiendo ser tratados con otros
procedimientos, aunque después sostiene que en el futuro podría haber cambios
en la terapia analítica que le permita tratar ese tipo de pacientes, (Lacan
aconsejaba no retroceder ante las psicosis); Freud también habla de la edad de
los pacientes como consideración para entrar o no en el análisis, los ancianos
no serían “educables”, tampoco es eficaz el análisis tratándose de una emergencia,
pone de ejemplo a la anorexia histérica. Posteriormente Jacques Lacan avanzará
de otra manera.
Las entrevistas preliminares
Ningún análisis comienza sin realizar las entrevistas denominadas
por Jacques Lacan: pre-liminares, —pre:
“antes de” y “liminaris”, del sufijo
limen, liminis (umbral de una puerta), de donde deriva también “eliminar”,
que desde el latín quería decir “sacar algo fuera del umbral de una puerta”.
Así pues, la entrevista está antes de eliminar la ignorancia del sujeto sobre
su deseo.
La primera entrevista siempre se da por accidente, es la sorpresa
la que la acompaña, sólo después (o quizá nunca) se convertirá en necesaria.
Para el que viene a consulta nada está dicho, trae una queja que en las entrevistas
preliminares deberá convertirse en demanda, después, y sólo después,
verificaremos que trae un deseo que no sabe en qué consiste. Para el analista nada
debería estar dicho, la docta ignorancia debería estar siempre presente en su
escucha.
La función de interrogación debe guiar toda la conversación, ella
nos irá descubriendo la cualidad del entrevistado, se trata de dar la
bienvenida a la lengua que lo habita sin que él lo sepa (por eso viene a
consulta), las preguntas deberían servir para que el entrevistado dé
significación a los síntomas que describe, es decir, qué lugar ocupan en él.
Las entrevistas, además, irán creando el marco necesario para que
se dé la transferencia, por eso son cruciales y hay que recordar el valor de la
palabra en la cura tal como lo previó Jacques Lacan, es el único medio que
tenemos de actuar. En una entrevista las palabras deben perder el significado
que se les da normalmente, deben aclararse y resignificarse, esta es la
diferencia entre una entrevista con un analista y una conversación amistosa con
alguien de confianza.
Recordemos que se oye a alguien que quiere ser escuchado, el
analista se encuentra, por eso mismo, en una función de poder que debe poner en
suspensión (docta ignorancia), por medio de recordar que se escucha por contingencia
y que se está frente a un entrevistado que muestra uno o varios “semblantes”
(con todo el peso que tiene este término en la obra de Jacques Lacan).
Dirigir al entrevistado su propio mensaje para conseguir su división
En el análisis no nos guiamos por patrones de conducta, sino por
principios que hay que formalizar caso por caso, el patrón viene como
perversión del mercado, creación de la necesidad de un producto, homogenización
de los comportamientos.
Hay indicaciones muy valiosas en el libro de Ernesto Sinatra: “Las
entrevistas preliminares”, pero hay que leerlas con cuidado, por
ejemplo, veamos la viñeta de la primera entrevista que él titula. “Sólo Una”.
Sinatra recibe la llamada de alguien al teléfono que le pide “sólo una” consulta,
para hacerle “sólo una” pregunta, se lo dice claramente. Sinatra resuelve
recibirlo en consulta, también podría haberlo rechazado, debido a la
excentricidad de su pedido, pero acepta la cita, aquí vemos, de entrada, el
deseo del analista. ¿Qué deberá buscar en esta primera entrevista?
Primero “escuchar” el primer y, en este caso, el único pedido:
“sólo una” consulta, sólo una pregunta: “¿por
qué mi novia no quiere tener relaciones sexuales conmigo?”. Aquí, algo nos
suena a palabras conocidas, lo sexual está presente, la relación de amor con el
otro también, se trata de un hombre en su relación con una mujer. habrá que
(con)mover todo su pedido, esto podríamos considerarlo una regla, el contra-ejemplo
nos lo da el anterior analista consultado que, muy freudianamente, le contestó:
“Pero si usted la eligió”, dejando todo en su lugar: tanto la dimensión de su
demanda, como la subjetividad con la que entró: confirmación que la pregunta de
la esfinge no podría ser resuelto.
En la viñeta de Sinatra, vemos claramente que se busca una
rectificación subjetiva a partir de la demanda de un sujeto supuesto obsesivo,
ya que su pedido es una verdadera demanda, es algo consolidado y bien construido:
únicamente quiere una sesión para que se responda a su pregunta.
Ernesto Sinatra sabe que es así y concede inmediatamente, sabiendo
que una sola cita no será suficiente, no cede en su deseo por el deseo del
otro, como lo hace el primer analista que contesta al sujeto: “usted la
eligió”, que consciente en el deseo del sujeto y cede en el suyo, quiere darle
la respuesta en una sesión tal como lo demanda.
Para lograr una rectificación subjetiva y que haya sujeto barrado,
Sinatra recurre a la misma frase con la que demandó su entrada: “sólo una”. Ni
siquiera “sólo una” vez su padre lo abrazó. Con la frase devuelta, con su carga
rectificadora, acuerda con el —ahora sí sujeto— continuar escuchando su demanda
de amor indefinidamente. El semblante entrevistado, representado (entonces:
sujeto) por: “sólo una”, es devuelto a su rango de semblante, así Sinatra puede
formular: “como hacer de lo mismo otra
cosa”, la sorpresa es utilizada para conseguir dirigir su propio mensaje al
entrevistado.
Las “maniobras” del analista
En las entrevistas preliminares el analista no permanece neutral
como sería de esperarse en un análisis, el analista al contrario realiza “maniobras”
para lograr un mínimo de transferencia, para lograr que la persona que vino se
convierta en sujeto, esto es, que se separe de lo que dice sobre sí mismo, en
otras palabras, abandonar su posición de amo, es lo que también se conoce como “histerización”,
ubicarlo en la posición de demanda, de quien pide.
Otro ejemplo importante de las maniobras que se realizan en las entrevistas preliminares lo encontramos en las anotaciones técnicas de Jacques-Alain Miller (Págs. 63-64), en el que nos presenta el caso de un hombre —que había realizado un largo análisis— que lo llama para pedirle una entrevista “urgente”. Miller divide su breve viñeta en tres tiempos:
Otro ejemplo importante de las maniobras que se realizan en las entrevistas preliminares lo encontramos en las anotaciones técnicas de Jacques-Alain Miller (Págs. 63-64), en el que nos presenta el caso de un hombre —que había realizado un largo análisis— que lo llama para pedirle una entrevista “urgente”. Miller divide su breve viñeta en tres tiempos:
Primer
tiempo, el hombre le dice que se siente mejor, que el sólo hecho de
telefonear lo alivió y que ya no sería necesario otro análisis. Miller lo
escuchó largamente, (unos 45 minutos), su discurso vacilante le dio a entender
que se esforzaba no en ser aceptado sino en ser rechazado (vemos aquí la
perspicacia de la escucha de Miller, lo que también podemos denominar “invención conjetural del acto”, que
consiste en separar los actos y el comportamiento del sujeto de lo que viene a
decirnos en la sesión), cuando le pregunta cuánto debe pagar (esta pregunta sólo
lo haría alguien ya familiarizado con un análisis, pues la paga es variable
como lo es, después de Lacan, la duración de las sesiones), Miller le responde “nada”,
y en seguida le dice: “Piense, y vuelva dentro de una semana”, aquí juega
Miller una apuesta diagnóstica: se trataría de un obsesivo, para el que “pensar”
tiene mucha importancia.
Segundo tiempo, el
hombre vuelve la semana siguiente y le dice que habiéndolo pensado no desea
iniciar otro análisis, Miller corta ahí la sesión y esta vez le cobra el triple
del precio de una sesión cara.
Tercer tiempo, saliendo
de esta segunda entrevista, el hombre telefonea pidiendo comenzar un análisis,
como buen obsesivo acaba de anular la anulación. Miller gana la partida.
Miller da un plazo para las entrevistas preliminares, dice: “Las
entrevistas preliminares pueden durar un mes a una por semana, en total cuatro
entrevistas”, luego sostiene que algunos analistas practican un “preliminar
permanente”, es decir, de un tiempo mucho más largo, sin embargo, nos parece
pertinente un plazo concreto para dar también el empuje a concluir al analista
y pasar al acto.
La reconstrucción de la historia frente al muro del lenguaje
Habrá que tener en cuenta siempre, que el locutor recibe su propio
mensaje en forma invertida y que frente a alguien que quiere analizarse tenemos
un muro (el lenguaje) a trasponer, que, a su vez, está concernido en una
subjetividad “la que crea en los hombres la idea de que pueden comprenderse a
sí mismos” (Lacan. Los Escritos Técnicos de Freud. Pág. 13)
Por esta razón la condición para escuchar es cuestionar o hacer
vacilar al sujeto que oye, Freud sabe que desde el comienzo de un análisis no
sólo hay dos concernidos, sino tres o más: el paciente, el analista, el
lenguaje; de donde proceden tres relaciones duales: el paciente con su propio
decir, el analista con su propio lenguaje y la relación entre ambos. (Ibídem. Pág. 25)
El punto germinal del Psicoanálisis es, por supuesto, la reconstrucción
de la historia del sujeto, este es, como dice Lacan, lo esencial de la obra de
Freud, por eso para él siempre se trata de la aprehensión de un caso singular.
Estudiarlo en su singularidad quiere decir “la reintegración por parte del
sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una
dimensión que supera ampliamente los limites individuales.” (pág. 26). Esto,
que puede decirse del análisis, también sirve para las entrevistas
preliminares, es traer la historia del sujeto al presente, ya que con Freud
sabemos que la historia no es el pasado. “La historia es el pasado historizado
en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado”
(Ibídem. Pág. 27)
Esto quiere decir, que cuando uno cuenta la historia de su vida
siempre la ficcionaliza, esto es, la reconstruye en la medida de su presente, a
Freud le ocupó muchos años estudiar esta restitución del pasado, esta función
del tiempo en la “realización del sujeto humano”, y fue eso lo que mantuvo vivo
al Psicoanálisis.
No es importante que el sujeto reviva los acontecimientos que
formaron su existencia, sino lo que “reconstruye de ellos”, después de todo,
por ejemplo, los sueños son, para Freud, una manera de recordar, así pues, de
lo primero que hacemos en las entrevistas preliminares, dar expresión a los
afectos, pasamos a la traducción, a la lectura del criptograma que es para
nosotros el sujeto (en realidad del “conjunto de su sistema”) que viene a
consulta. Se trata en último término “menos de recordar que de reescribir la
historia” (Ibídem. Pág. 28-29).
Hay una pregunta que circula siempre entre los consultorios de los
psicoanalistas, y es esta: “¿qué hacemos cuando hacemos análisis?”, que tiene
relación con esta otra: “¿qué hacía Freud efectivamente?”, la respuesta es
incierta, no se sabe mucho, sólo aquellos cinco análisis que
describió/descubrió para nosotros y que nos muestra un pequeño destello de lo
que hacía: la singularidad de la experiencia.
Sostiene Lacan que, para Freud, cada caso, cada paciente era una
especie de apoyo, un interrogante, en el camino por el que avanzaba, en eso
consistía su drama, en volver a empezar en cada caso, en fracasar en cada caso.
Ante este inconveniente, Lacan plantea realizar un acercamiento mediante una
crítica de la técnica analítica. Ya que: “nuestra
concepción teórica de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo
que hacemos, no por ello deja de estructurarse, de motivar, la más trivial de
nuestras intervenciones sobre los denominados pacientes. […] nos permitimos las
cosas sin saberlo…”
(*) La pintura: agregar color para modificar la imagen; la
escultura: restar material al bloque para que aparezca la figura.
Bibliografía
Sigmund Freud. Obras Completas. VII. Trad. José Luis Etcheberry. (Buenos
Aires: Amorrortu, 1991)
—Obras Completas. Trad. Amorrortu, XII. José Luis Etcheberry. (Buenos
Aires: Amorrortu, 1991)
Jacques Lacan. Los Escritos Técnicos de Freud.
Trad. Rithee Cevasco y Vicente Mira Pascual. (Buenos Aires: Paidós 2009).
Ernesto S. Sinatra: Las
entrevistas preliminares y la entrada en análisis. (Buenos
Aires: Colegio Epistemológico Experimental, 2004)
Jacques-Alain Miller. Introducción
al método psicoanalítico. (Buenos Aires: EOLIA-Paidós, 1998)
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