Giorgio Agamben |
“El uso de los cuerpos”. El libro de Giorgio Agamben
Autor. Marco Antonio Loza Sanjinés
«Entonces la teología ejercería en extremo la profanación inntegral, la filología profana practicaría la teologización del lenguaje [...]
Werner Hamacher. "95 tesis de Filología"
«[…] la monte et
douloureuse universalité d’un squelette» [la
triste y dolorosa universalidad de un esqueleto].
Marcel Proust. "A la recherche du temps perdu. I."
Homo sacer
Homo
Sacer, es el opus
magnum de Giorgio Agamben (el filósofo italiano contemporáneo más
importante), dividido en varios tomos —hasta ahora se han publicado cuatro en
español— algunos de ellos subdivididos en otros, el que nos ocupará en esta
nota esta signado como Homo sacer, IV, 2
y lleva el título del primero de los tres ensayos, dos intermedios y un
epílogo, que contiene este tomo: El uso de los cuerpos (1)
“Homo
Sacer” significa: “hombre sagrado”,
donde la palabra “sagrado” sólo se define como lo que se opone a lo profano,
ahora bien, como sostiene Roger Caillois, cuando uno se propone aclarar esta
oposición se tropieza con un laberinto complejo y complicado.
Esta oposición podemos situarla en la
diferenciación ocurrida entre los años 800 y 200 antes de la era común, en el
que sucede ese “tiempo-axial” con el que nombra Karl Jaspers al momento en que
el ser humano descubre el espíritu, y que Peter Sloterdijk relaciona con la
aparición de la escritura y de la exclusión de los que sabían escribir, que
desde ese momento se convertían en acróbatas del espíritu. Junto con el
espíritu se inventa la crucial división entre lo sagrado y lo profano que
domina hasta ahora y que dio lugar a las religiones…
Pero el recorrido que realiza Agamben no es
ese, sino otro más interesante. Heredero del método arqueológico foucaultiano, busca
las rupturas, las discontinuidades del material histórico elaborado en el documento, como un arqueólogo, reagrupa,
reordena las superficies del documento transformado en monumento, donde se forman series, se desgajan estratos,
posibilidades enunciativas, entre estos: “las
palabras empleadas con sus reglas de uso y los campos semánticos que proyectan,
o bien la estructura formal de las proposiciones y los tipos de ordenamiento
que las unen” (Foucault. La
arqueología…)
Giorgio Agamben demuestra también ser un gran
filólogo, su: “El tiempo que resta”,
es un extraordinario ejemplo de filología y ars
commentarium.
En “Homo
sacer I. El poder soberano y la nuda vida, examinando el tratado del
gramático romano Sexto Pompeyo Festo: “De
verborum significatione” (“Sobre la
significación de las palabras”), analiza el lema “sacer mons”, bajo el cual, por primera vez, se relaciona la
sacralidad con una vida humana como tal, se pregunta entonces: “¿En qué
consiste la sacralidad del hombre sagrado?”, ya que en la enigmática frase de
Festo (2), donde se encuentra ese lema, se sanciona la sacralidad de una
persona y, al mismo tiempo, declara que no es punible quien le mate… Agamben se
dirige entonces a interpretar la sacratio
para encontrar lo político en una región anterior a la distinción entre lo
sagrado y lo profano.
El homo
sacer pertenece a la vida sagrada, aquella en que opera una doble exclusión,
está excluido tanto del ámbito divino como del humano, Agamben encuentra
entonces, una figura (un “cuadro” diría Sloterdijk) que lo lleva a pensar la biopolítica:
“[…] el homo
sacer ofrece la figura originaria de la vida apresada en el bando soberano
y conserva así la memoria de la exclusión originaria a través de la cual se ha
constituido la dimensión política. El espacio político de la soberanía se
habría constituido, pues, a través de una doble excepción, como una excrecencia
de lo profano en lo religioso y de lo religiosos en lo profano […] Soberana es la esfera en que se puede matar
sin cometer homicidio y sin celebrar un sacrificio; y sagrada, es decir,
expuesta a que se le dé muerte, pero insacrificable, es la vida que ha quedado
prendida en esta esfera.” (Agamben.
Homo sacer…)
El uso de los cuerpos
En su reciente libro: “El uso de los cuerpos”, tendiendo al límite que nos muestra el homo sacer, Agamben encuentra una nueva
aparente contradicción entre el uso y el instrumento, en cuanto se habla del esclavo:
“el ser cuya obra es el uso del cuerpo”,
la definición que da Aristóteles en la Política
y que Giorgio Agamben comentará para implicar en ella la soberanía y, de paso,
la técnica.
Tal como en su obra inmediatamente anterior: Altísima pobreza. Reglas monásticas y forma
de vida. Homo sacer IV, 1, todo se restituye en la dialéctica entre “uso” y
“propiedad”, el uso se hace necesario —en los argumentos de los franciscanos
contra la curia, que Agamben estudia— para la conservación, pero no obliga a la
propiedad así, los alimentos y los vestidos, se usan para la conservación de la
vida, pero no excluye que se renuncie a ellos, sin embargo, los franciscanos
representados por Hugo de Digne, no definen el “uso”, que podía, muy bien,
haberles ayudado en su empresa.
Los griegos clásicos tenían las palabras: chrésis o chrésthai, que estaban referidas al ámbito del uso y que
pertenecían a las “palabras oraculares”, chrésis
o chrésthai parecen no tener
significado, sino que lo adquieren según el contexto, por ejemplo:
Chresthailógoi, que literalmente quiere decir: “usar el lenguaje” = hablar
Chresthai
symphorii, lit. “usar la desventura” = ser infeliz
Chresthainostoú, lit. “usar el retorno” = experimentar nostalgia
Así que —dice Agamben— lo que demuestra estas
citas es que no podemos atribuir el significado común a “uso” (servirse de
algo, utilizar algo) a estos términos griegos con los que definían por ejemplo
al esclavo: “el ser cuya obra es el uso
del cuerpo”. En la utilización de estas palabras más bien se ve que el “sujeto es el centro y a la vez el actor de
un proceso: cumple algo que se cumple en él” (Agamben, p. 69)
La definición del significado de Chrésthai que da Agamben que le servirá
para el resto del ensayo es: “este
expresa la relación que se tiene consigo, la afección que se recibe en cuanto
se está en relación con un determinado ente”. De tal manera que el sintagma:
Somátos chrésthai, “usar el cuerpo”,
significará:
“la afección
que se recibe en cuanto se está en relación con un cuerpo o con cuerpos”,
es el sujeto que se constituye en este uso. Definición tan cercana a la que da
Jacques Lacan al sostener que el sujeto “tiene un cuerpo, no es el cuerpo”,
pero Agamben no lo nombra jamás en toda su obra.
Siguiendo al Spinoza de su compendio
gramatical de la lengua hebrea, Agamben amplia esta primera definición de uso,
Spinoza analiza una forma verbal hebrea, el verbo reflexivo activo que se forma
añadiendo un prefijo a la forma intensiva: se
visitare, “visitarse” o se visitantem
constituere, “constituir-se visitante”. Queda así demostrado que todo uso
es ante todo “uso de sí mismo”.
“[P]ara
entrar en relación de uso con algo, debo ser afectado por ese algo constituirme
a mí mismo como aquél que hace uso de algo.”
Lo que Agamben busca con esta definición,
aplicada al uso del cuerpo, que es uso de sí mismo, es neutralizar la famosa
relación sujeto-objeto, él denomina a esa neutralización inoperosa.
Arqueología de la inoperosidad
Toda la obra de Agamben esta signada por un
término en busca de su definición, pero que como ocurre con las grandes
palabras sólo podemos aproximarnos a ella, rodearla, acariciarla, intentar
nombrarla, significantizarla, nunca podremos volverla monumento, estela
legible. Este término es inoperoso.
Todo se deriva de la relación antropogénica
entre potencia y acto, Aristóteles sostiene en la Metafísica que: “toda potencia es impotencia de lo mismo y según lo
mismo”, Agamben lee aquí la adynamía
(impotencia) como “poder no pasar al acto”, la “potencia del no” es lo que permite
pensar el hábito como tal y, al mismo tiempo, la hace inferior al acto, lo que
resulta en una aporía que dominó el pensamiento por mucho tiempo, Agamben lo
sustituye por el uso que es por medio del cual el hábito se da existencia más
allá de la simple oposición entre potencia y acto (o ser-en-obra), de esta
manera se amplía la neutralización de la relación sujeto-objeto, no hay sujeto
propietario del hábito. “El sí mismo, que se constituye en la relación de uso,
no es un sujeto, no es otra cosa que esta relación.” (Agamben, p. 124)
Lo inoperoso
no significa ausencia de obra, pues la obra no es el resultado de una potencia
que se agote en ella, en la obra habita la potencia siempre vacilante abierta a
un nuevo uso, por eso la contemplación es el paradigma del uso, la
contemplación es lo inoperoso en
acto, no tiene un sujeto, no tiene un objeto ya que en la obra contempla solamente
la propia potencia.
“La vida que contempla en la obra la (propia)
potencia de obrar o de hacer, se vuelve inoperosa en todas sus obras, vive sólo
en el uso de sí, vive sólo la (su) vivibilidad.”
La sagrada ignorancia, la obra sin obra, el ignorare (que quiere decir perdón) es la
inoperosidad del mundo. La inoperosidad opera con la separación
entre contemplación y conocimiento, Agamben, en contra del prestigio de que
goza el conocimiento en nuestro tiempo, sostiene un tiempo de espera hos mé (como si no), la vocación
mesiánica que revoca toda vocación “vacía y transforma desde el interior toda
experiencia y toda condición facticia para abrirla a un nuevo uso” (Agamben, La
Iglesia y el Reino), donde el uso-de-sí, el hábito, articulan una zona de
no-conocimiento, que no tiene nada que ver con una aureola mística, sino una
morada habitual en la que el viviente, anterior a toda subjetivación, “está a
su aire”. “Todo uso es la articulación de una zona de no conocimiento.”
(Agamben, p. 130)
Notas:
(1) Giorgio Agamben. El uso de los cuerpos.
Trad. Rodrigo Molina-Zavalía, revisión científica de Flavia Costa, la
traducción de los textos en latín y la transliteración de los términos del
griego ha estado a cargo de: Antonio Tursi. (Buenos Aires: Adriana Hidalgo
editora, 2017)
(2) «Hombre sagrado es, empero, aquél a quien
el pueblo ha juzgado por un delito; no es lícito sacrificarle, pero quien le
mate, no será condenado por homicidio. En efecto, en la primera ley tribunicia
se advierte que “si alguien mata a aquel que es sagrado por plebiscito, no será
considerado homicida”. De aquí viene que se suela llamar sagrado a un hombre
malo e impuro.» Cit. En: Homo sacer I. El poder soberano y la nuda
vida. Pág. 94
Bibliografía citada:
Giorgio Agamben. Homo sacer. I. Trad. Antonio Gimeno Cuspinera.
(Valencia: Pre-Textos, 2006)
Giorgio Agamben. El tiempo que resta. Comentario a la carta a los romanos. Trad.
Antonio Piñero. (Madrid: Editorial Trotta, 2006)
Giorgio Agamben. ¿Qué es un dispositivo?
Trad. Mercedes Ruvituso. (Barcelona: Anagrama, 2005)
Giorgio Agamben. El reino y la gloria. Una genealogía teológica de la economía y
del gobierno. Homo sacer, II, 2. Trad. Flavia Costa, Edgardo Castro y
Mercedes Ruvituso. (Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2008)
Giorgio Agamben. Lo abierto. El hombre y el animal. Trad. Flavia
Costa y Edgardo Castro. (Adriana Hidalgo editora, 2006)
Giorgio Agamben. ¿Qué es un dispositivo?
Trad. Mercedes Ruvituso. (Barcelona: Anagrama, 2005)
Roger Caillois. El hombre y lo sagrado. Trad.
Juan José Domenchina. (México:: Fondo de Cultura económica, 1984)
Karl Jaspers. Origen y Meta de la Historia.
Trad. Fernando vela. (Madrid: alianza editorial, 1980)
Peter Sloterdijk. Has de cambiar tu vida.
Trad. Pedro Madrigal. (Valencia: Pre-Textos, 2012)
Michel Foucault. La arqueología del saber.
Trad. Aurelio Garzón del camino. (México: Siglo XXI Editores, 1990)
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