domingo, 16 de mayo de 2021

El carácter teológico del nudo borromeo

 

 


 

Los enredos del nudo borromeo (segunda parte)

El carácter teológico del nudo

Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

«¿Qué palabra es posible a partir de un texto? Un primer comentario es la paráfrasis. Más allá de la paráfrasis está el comentario que se interesa por la ilegibilidad de un texto, que reconoce explícitamente los sucesos de ilegibilidad, de incomprensión. A esta clase de comentario la llamaría “práctica retórica”. Trabajar la incomprensión tiene como producto la retórica. […] para hacer aparecer el fracaso y la incomprensión, hace falta delicadeza: hay que permitir la mala voluntad, lo mal pensado. El comentario de texto es fundamentalmente deshonesto. La incomprensión es frágil, así en la paráfrasis se puede decir que la incomprensión está reprimida. Como existe una teología negativa, se podría hablar de lógica negativa para nombrar a esta práctica retórica. Se trata de presentar al fracaso en su verdad y de obtener de él una enseñanza.».

Pierre Soury. Cadenas, nudos y superficies en la obra de Lacan

«Así como el bastón nudoso se convierte en serpiente bajo la mirada del faraón, el nudo, de sostén pata la imaginación, se vuelve entonces animal destructor. Destructor de la letra. Lacan no renuncia a ella, pero si letra debe haber, en lo sucesivo ha de buscársela en otra parte.»

Jean-Claude Milner. La obra clara. Lacan, la ciencia, la filosofía.

Acuso a Lacan de haber querido provocar una superstición, es decir, una transferencia, al echar sobre nuestros hombros la primacía del nudo borromeo”. 

Jacques-Alain Miller. El lugar y el lazo.

 

Introducción

El nudo borromeo es la imposibilidad misma, no es posible deshacer un redondel sin dispersarlo como nudo. El nudo borromeo, además, es la imposibilidad misma del ultimo Lacan, que no logró hacer de él una nueva ciencia del Psicoanálisis. Sólo así podemos entender la frase: “te demando que rechaces lo que te ofrezco, porque no es eso”, no existe manera sintáctica en francés ni en castellano de hacer de ella una frase performativa.

El nudo borromeo, a más de mostrar un orden a la manera de los tres mundos de Popper, no nos ayuda en la elaboración teórica de la práctica psicoanalítica, que sigue y seguirá librando su batalla en el cara a cara entre analista y analizando. A no ser que…

A no ser que lo utilicemos salvajemente o, a la par, tontamente, como aconsejaba Lacan en sus últimos seminarios. El “no es eso” que, por otra parte, alude al “no-todo”, quiere decir, que como utilizamos, por fuerza, el discurso del Otro: lo que se dice nunca es lo que se quería decir, hay aquí una imposibilidad radical, pues no hay Otro del Otro. Veamos un ejemplo. Lewis Carol inventó un juego que consiste en pasar de una palabra a otra, en una serie de pasos, con la regla de que se cambie una letra por vez y que las palabras resultantes existan en el diccionario. Por ejemplo, pasar de AMOR a ODIO. AMOR—AMAR—ASAR—ASIR—-ASIO—APIO—OPIO—ODIO. Curiosamente, vemos aparecer el amor-pasión (ASAR), el amor-posesivo (ASIR), el amor-droga (OPIO). (1)

El carácter teológico de la cadena borromea

En el capítulo ocho de Esferas I (2), Peter Sloterdijk escribe sobre la esfera interior, de su ensamblaje interno, que fabrica un interior bipolar, para Sloterdijk, estaríamos en una mircroesfera que distinguiría siete estratos:

Primero: un espacio intercordial

Segundo: una esfera interfacial

Tercero: un campo “mágico” de aproximaciones

Cuarto: una inmanencia

Quinto: una díada (con la madre placentaria)

Sexto: un acompañante inseparable

Séptimo: un campo de resonancia de la voz (materna)

Estos estratos conforman la intimidad, la estructuran en un “ser-en” (Inheit, literalmente “inmidad”, cualidad del “ser-en”, “estar-en” en Heidegger, passim), la estructuran en un “ser-en”, es el “proto-ser-ahí”, el “ser-en hay que entenderlo pues, como la convivencia de algo con algo”. ¿Cómo entender esta hipóstasis? Sloterdijk se responde echando mano de la elucubración teológica, sobre todo de las teorías trinitarias de la teología europea, ya que en ellas todo comienza con el ser-en-Dios y Dios puede estar en todos en sí mismo (“ser absoluto en”).

La especulación trinitaria le interesa a Sloterdijk, por la única razón que hasta hace poco, era la única que se ocupaba, con riguroso afán, al estudio de la intimidad, pues provenía de la tradición mística, muchos de los conceptos de intersubjetividad ya estaban prefigurados en esos discursos teológicos. También el Psicoanálisis, desde Freud y hasta Lacan, intuyó y tomó mucho de la especulación teológica, así en el “surrealismo teológico” estaba latente el realismo del Psicoanálisis, pero ambos se refieren a la teología, como proveniente de la sabiduría no a aquella de la relación al padre, que constituye la religión. Si lo principal de esta teología es la relación entre Dios y el alma, como paradigma de lo íntimo, entonces debemos comprender cómo se da esta relación que tiene sus obstáculos: ni Dios atrae “hacia sí” al alma, ni el alma puede ser atraída sin más por Dios. No podrían entablar conocimiento sin antes haberse conocido, no podrían ser ajenos uno al otro sin haberse relacionado íntimamente, a esto que Sloterdijk llama relación “posterior inicialmente” y Lacan “aprés-cup”, lo consideramos un “ensamblaje” que incluye la más antigua apertura como la ruptura primordial. Si las almas se han perdido, alejadas de Dios, entonces, Dios, en su economía divina, intenta subsanar a posteriori la pérdida de almas. Entre Dios y el alma ya se da el conocimiento, pero impregnado de malentendido. (Freud mismo ya está presente aquí con su Verdrängung).

Al respecto tenemos a un “apóstol terapéutico”, San Agustín de Hipona, que en sus confesiones trata sobre la “curabilidad” de Dios a la no creencia en Dios, logrando disolver la diferencia entre el reconocimiento humano de los pecados y la revelación divina, de tal modo que hay algo que no deja de escribirse: la exitosa histórica de la salvación.

Para Freud, la religión funciona como una neurosis obsesiva, es decir, una neurosis ideal, una confusión mental feliz, de tal modo que la religión (aquí la judaica y la cristiana) no es un error. Para Freud, la teología tendría la misma importancia que se le asigna a la mitología.

San Agustín, considerado el gran “lógico de la intimidad de la teología occidental”, en sus “Confesiones” a dialectizado el reconocimiento a partir del malentendido entre Dios y el alma. Esta dialéctica tiene que ver con la ciudad.

La teología de la trinidad o la teoría del ensamble trinitario (padre-hijo-espíritu santo) pertenece tanto a la intimidad subjetiva, como a la intimidad del mundo. Fueron los padres griegos, quienes describieron una nueva “forma de meditación sobre la interpersonalidad surreal”, los que encontraron un problema: la pretensión de pensar lo Uno en relaciones fuertes entre tres, o, lo que es lo mismo: “Uno es tres y tres es Uno”, encontrando que se abría un abismo para la ortodoxia. Se tuvo que esperar un milenio hasta que Tomás de Aquino, con su doctrina de “relaciones subsistentes”, por fin había hacía pensable lo impensable. Con esto comenzaba la “paulatina helenización del Evangelio”.

Más que pensar lo numérico, a los primeros teólogos del evangelio les preocupaba el espacio, que se reparte entre tres y Uno, es decir, piensan en la trinidad desde la topología. Ya en el neoplatonismo se había pensado lo diferente en el Uno que se aprovechará para fundamentar la triple unicidad. Las imágenes que se crean con la finalidad de ilustrar dicho ensamblaje, están todavía lejos de la forma borromea que tendrá luego, éstas hablan de lámparas que cuando una es retirada las otras dos quedan intactas o de la expansión del aroma o del sonido en el aire. La tarea es compleja: “concebir una diferencia que no desemboque en separación, es decir, en devenir-exterior-uno-para-otro”, para mantener, a un tiempo, la no-mezcla y la íntima unión de las tres personas divinas.

Los padres griegos lograron dar respuesta a este insondable problema, le llamaron ekporeusis en griego, en latín “processio”, “procesión”, una mezcla entre engendrar y exhalar, cómodos gestos de salir-de-sí. Dios sale-de-sí, más allá de sí en Hijo y Espíritu Santo, así se produce que ser-uno-en-otro no pugne por espacio o por preeminencia. Es la ensambladura.

“Si alguna vez —dice Sloterdijk— se tomó en consideración la idea de una intersubjetividad a priori, fue, desde luego, en el entrelazamiento de las personas trinitarias unas en otras y con otras” (Pág. 534). Al mismo tiempo, esto quiere decir que no hay un “entre” separador, pue sería el triunfo del exterior sobre el interior del ser-en-si de las personas divinas.

El modelo utilizado para pensar la coherencia de las tres personas divinas, es la redondez, que es a un tiempo la rotación, así que se recurre a esferas y círculos, logrando abandonar lo físico del espacio (esa ley física de que un cuerpo no puede ocupar el espacio de otro al mismo tiempo). “Así, —dice irónicamente Sloterdijk—, el surrealismo topológico de la religión se introduce en su fase docta” (Pág. 539). Algo muy importante ocurre en este devenir docta el surrealismo teológico: la “perichonesis”; palabra griega que usa Juan de Damasco en un giro vertiginoso y lleno de ingenio, como que las personas de la trinidad no son localizables (imposible), en espacios exteriores, sino que son ellas mismas las que, en su relación, crean (inventan) el lugar en el que están.

¿No es así como concibió Jacques Lacan el encadenamiento borromeo?

Desanudando el nudo

Las personas de la trinidad inventan el lugar donde se encuentran al precio del misterio, para leer la trinidad se hace necesario desunir a sus personas sin quitar nada, pues no hay, stricto sensu, un “entre” entre ellas. Si hay hipóstasis es porque no hay nada entre ellas, lo que quiere decir también, que nada las une al ser una “perichonesis”, una “relación subsistente”, una ensambladura. Es también lo que hace la cadena borromea: desune/Uno.

El misterio de la trinidad es su conjunción, donde se localiza este misterio debe advenir el encadenamiento borromeo, que los presenta como conjunción y como problema, las tres personas se muestran en su disolución, son posibles de ser analizadas. Es decir, el nudo borromeo los hace inteligibles, los fuerza a disolver su misteriosa conjunción.

Jacques Lacan ya había introducido el encadenamiento borromeo para explicar la frase: “te demando que rechaces lo que te ofrezco porque no es eso” (Cf. Blog), pero en el seminario Encore, lo introduce con toda la fuerza que da la certeza de una apuesta, la fuerza a dar una respuesta a otra frase que desliza al final de la penúltima lección:

Lo real, diré, es el misterio del cuerpo que habla, es el misterio del inconsciente” (Pág. 158) (3)

Aquí están presentes lo Real, Lo Imaginario y lo Simbólico, tal vez tenemos que recordar que el cuerpo es lo imaginario en tanto da una imagen de completud y el inconsciente en tanto estructurado como un lenguaje. Para pensar la coherencia de las tres personas hay que pensarlas por separado y por la “existencia”, es decir, no por su esencia ya que eso las haría diferentes. La existencia supone un agujero, por eso es soporte de lo real. “Veremos que agujero, real y ex-sistencias se combinan pues de dos en dos, excluyendo a veces el tercer término, incluyéndolo otras veces” (Regnault, pág. 49) (4).

El agujero está en correspondencia con lo real, el nudo borromeo hace agujero disociado de la existencia, el nudo ex-siste (término que Lacan utiliza muchas veces también en relación con el sujeto).

El nudo borromeo posee tres propiedades:

La propiedad “agujereadora” y que es un real; la propiedad anudadora, ya que se le atribuye una necesidad: anudar; y la propiedad “triadora”: hacer agujero, anudar y un posible des-anudamiento. Estas propiedades son las que podemos llamar nominación, (los Nombres del Padre), pues “la nominación es la única cosa acerca de lo cual estamos seguros que hace agujero” (Ornicar? No 2, pág. 98. Citado por Regnault, pág. 50)

Así, tenemos:

“El agujero sin nombre (en tanto tal)”; la nominación del agujero, la nominación que lo hace agujero; la nominación de los tres círculos como borromeo que cubre el agujero con lo simbólico. Esto corresponde a los problemas planteados por Frege: lo no idéntico en sí mismo (el agujero sin nombre), el cero (el agujero nombrado) y el uno (el agujero como uno entre otros).

 Que corresponde a tres nominaciones:

Imaginaria: Inhibidora

Simbólica: Sintomática

Real: Angustiante

El Nombre-del-Padre

Que el Nombre-del-Padre es el nudo, queda muy bien afirmado por Lacan en su última enseñanza, así como el algoritmo sussureano, el Nombre-del-Padre desplegado tempranamente, acompañará toda la enseñanza de Lacan. Para comprobar que el Nombre-del-Padre es el nudo —dice Lacan— no hay nada más que “suponer desanudados los redondeles” (Ornicar? No 5, pág. 21) (5). El Nombre-del-Padre es cada uno de los redondeles, que ya estaba presentificado en su enseñanza de los años sesenta, cuando Lacan pasa del Nombre-del-Padre a los Nombres-del-Padre, aunque sin dejar el singular. Cada redondel es el nombre del Nombre-del-Padre, en tanto nombran algo (Ornicar? No 5, pág. 17) [pág. 52, Regnault]. El Nombre-del-Padre es el padre como nombre. Ya en Freud estaría elaborado este nombre, bajo la triple modalidad de inhibición, síntoma y angustia. La trinidad análoga al nudo borromeo, que es el orden explorado por Lacan en la “trinidad infernal”, (RSI, Ornicar? No 4, pág. 103).

Encontramos aquí, por supuesto, la relación del Psicoanálisis con la teología; primero, relación entre la sublimación y las pulsiones, después, ya en tiempo de Lacan, la trinidad como una anticipación del nudo borromeo, así como la verdad como “no-toda”.

Veamos ahora (6), en la cadena borromea, esos tres nombres del padre: inhibición, síntoma y angustia, que Freud trata de dos en dos. Primero tenemos que saber que lo borromeo de un nudo se presenta con la condición de tres “lapsus del nudo”.

 


Los lapsus del nudo son los puntos en donde se cruzan, sin atravesarse, lo redondeles, los tenemos por pares:

a) entre Simbólico e Imaginario

b) entre Real y Simbólico

c) entre Real e Imaginario

Ahora bien, esos lapsus o no-encuentros o encuentros fallidos, pueden ser separados por: inhibición, síntoma y angustia. Así tenemos:

a) entre simbólico e imaginario, el síntoma (Sin 1), que redobla lo simbólico, es decir, lo refuerza para salvar el encuentro fallido con lo imaginario.


            

Pero también puede ser redoblado lo imaginario, entonces, tenemos la inhibición I 1:

 

 


b) entre real y simbólico encontramos la angustia (α 1), que redobla lo real:

 


De la misma manera que en a), también en b), se puede reforzar lo simbólico que conduce a la segunda versión del síntoma:

 

 

c) entre real e imaginario, la angustia en su segunda versión (α 2), redoblando lo real

 

 

También en c), puede quedar redoblado lo imaginario y tenemos la segunda versión de la inhibición (I 2):

 


Estos son los seis anudamientos neuróticos, donde la no-relación sexual se figura bajo sus formas dobles de inhibición, síntoma y angustia, que son los otros nombres del padre, que podemos poner en relación con otra tríada: frustración, privación y castración. Siendo la frustración una falta imaginaria de un objeto real; la privación, una falta real de un objeto simbólico y la castración, la falta simbólica de un objeto imaginario.

Notas

(1) En: David Crystal. Enciclopedia del Lenguaje de la Universidad de Cambridge. Versión en español. (Madrid: Taurus, 1998). Pág. 65)

(2) Peter Sloterdijk. Esferas I. Burbujas. Microesferología. Trad. Isidoro Reguera. (Madrid: Ediciones Siruela, 2003). Todas las citas provienen de este libro.

(3) Jacques Lacan. Encore. Trad. Diana Rabinovich, Delmont-Mauri y Julieta Sucre. (Buenos Aires: Paidós, 1992)

(4) François Regnault. Dios es Inconsciente. Trad. Inés Bari. (Buenos Aires: Ediciones Manantial, 1996)

(5) “Pou démontrer que le Nom-du-Pére n´est rien d´autre que ce noeud, il n´y a pas d´autre façon de faire que de supposer dénoués les ronds.” Jacque Lacan Ornicar? No 5, pág. 21

(6) Tomamos los gráficos —en otro orden— de: Fabián Schejtman. Ensayos de Clínica Psicoanalítica Nodal. (Buenos Aires: Grama Ediciones, 2013)