Élisabeth Roudinesco |
La biografía de Lacan de Élisabeth Roudinesco (Reseña)
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
“¿No sabéis que a los hombres les sucede no
estar a la altura de sus obras?” J. P. Sartre
Lectura silenciosa
Uno, de los más
de diez verbos que significan “lectura” en griego es (némein), que quiere decir: “distribuir” (1), pues se leía en voz
alta, se ponía al oído de otros, se compartía, pero también, al mismo tiempo, servía
para salvar las dificultades de leer, pues las palabras se escribían juntas y no
había signos de puntuación. Según San Agustín es San Ambrosio quien inventa la
lectura en silencio, lo observa leyendo con los labios cerrados, con lo cual
termina (Borges dixit) la época de la
palabra oral y comienza la época de la palabra escrita. Luego, con la invención
de los signos de puntuación la lectura se hará más íntima.
Este pequeño
rodeo era necesario para sostener que la biografía de Jacques Lacan, escrita
por Élisabeth Roudinesco, se lea en un triple silencio: primero, por lo dicho
anteriormente; segundo, porque cuando se trata de una biografía “no autorizada”,
se trata cuasi de una intromisión,
con todo el peso que esta palabra tiene; tercero, porque corrió sobre ella (la
biógrafa no autorizada por Jacques Alain Miller, albacea testamentario de
Lacan) un anatema. Aún antes de que se editara, se corrió el rumor de que
sacaba los trapos sucios de Lacan a ventilarlos fuera del ámbito privado donde
deberían quedar, por supuesto esto avivó más el deseo de leer aquel libro.
Los primeros
que lo leyeron, los más cercanos a Lacan, inmediatamente desaconsejaron su
lectura, así pues, los que nos acercamos a su obra ulteriormente, lo hicimos silenciosamente
para no ser descubiertos en su prohibida lectura, son pocos los comentarios que
circulan aquí y allá, al final, los censores optaron por la indiferencia,
entonces es hora de reavivar la polémica. Leerla (némein) en “voz alta”, “distribuir” su contenido.
La biografía de un psicoanalista
La biografía
(2) fue editada por primera vez en 1993, en castellano se publicó un año
después, actualmente ya van más de siete reimpresiones. A simple vista es un
libro amplio, de más de ochocientas páginas en letra menuda, por eso, a simple
vista, es una biografía digna de un personaje como Lacan, revisando el índice encontramos
su división en nueve partes, a la manera familiar del gran biógrafo Stefan Zweig
(que escribió una sutil biografía de Freud): “Figuras de padres”, “Locuras
femeninas”, “La edad adulta”, “Historias familiares”, “La guerra, la paz”,
“Elementos de un sistema de pensamiento”, “El poder y la gloria”, “La búsqueda
de lo absoluto”, “Herencias”.
Al primer
intento uno se sentiría tentado de abrir el libro allí donde titula: “Elementos de un sistema de pensamiento”
y saltarse todo lo demás, pero el deseo escópico de “mirar más” prevalece, y se
comienza leyendo desde la primera página hasta la final, ayudado por la autora,
ya que se trata de un estilo narrativo muy cercano a la novela, que Roudinesco
maneja muy bien. Sin embargo, para unas notas como estas, es necesario recortar
y concentrarse en lo que puede tener un interés mayor. Que una biografía sea de
ayuda a la lectura de la obra de alguien llamado Jacques-Marie Émile Lacan no
es totalmente cierto, no lo es porque él mismo, como analista, practicaba el
arte de la interpretación en lo concerniente a su enseñanza oral, en cuanto a
su enseñanza escrita, es otra la función del lenguaje y la palabra, tal como
indica Jean Claude Milner (3), la obra de Lacan puede dividirse en los Scripta y
el Seminario. Pero, aún hay otra razón para leer una biografía de Lacan, aunque
sea una no autorizada, es la relación de su obra, de más de treinta años, con
las circunstancias que le tocó vivir, se trata de la duración bergsoniana de su
trabajo teórico.
Aires de familia
El 13 de
abril de 1901, a las dos y media de la tarde, nació el primer hijo de Charles
Marie Alfred Lacan y Émile Philippine Merie Baudry, fue presentado por su padre
y sus dos abuelos al funcionario del registro civil de la alcaldía del tercer
distrito de París y después bautizado en la iglesia Saint-Denis-du-Sacrement,
con el nombre de Jacques Marie Émile Lacan. Jacques fue el mayor de los cuatro
hijos de la familia Lacan: Raymond, que murió después de cumplir dos años,
Madeleine Marie Emmanuelle y Marc Marie, quien más tarde tomará los hábitos de
dominico con el nombre de Marc-François.
El rasgo más
importante de la infancia de Jacques Lacan está resaltado por Roudinesco con la
desastrosa relación de Jacques con su abuelo paterno (“ese execrable pequeño
burgués —dice Lacan— que era el mencionado buen hombre; ese hombre personaje gracias al cual
accedí a una edad precoz a esta función fundamental que es la de maldecir a
Dios”).
Jacques
Lacan se educó en el colegio Stanislas, cuando este colegio había dejado de ser
marista para pasar a ser un colegio laico y secular, en 1908 el abate Jean
Calvert fue nombrado director de los estudios literarios, Calvert se había
hecho especialista en clasismo francés en la Sorbona, de tal manera que sus
autores privilegiados venían precedidos por Pascal y Bossuet, seguidos de
Racine, Malherbe y La Fontaine, no se hablaba de Ernest Renan, la poesía
moderna estaba representado por Edmond Rostand, en cambio, Baudelaire estaba
calificado de “poeta mórbido” y Mallarmé no existía, para colmo, el abate Beaussart, censor del colegio, se propuso
luchar contra las seducciones de la literatura, “No dejéis que la duda,
neurastenia de la inteligencia, os invada”. En cuanto a la filosofía, en el colegio
se honraba a Descartes. Así fue como Jacques Lacan recibió una educación
clásica muy poco dirigida al espíritu de las Luces, como la de algunos de sus
contemporáneos.
A los 17
años Jacques Lacan comenzó a frecuentar una librería de París situada en la
calle del Odéon, Adrienne Monnier, su propietaria, organizaba allí lecturas
públicas con autores como André Gide, Jules Romains, Paul Claudel, allí Lacan
conoció a André Breton. En la librería Shakespeare & Co. oyó, maravillado,
la primera lectura de Ulises de James Joyce, hacia 1923 escuchó hablar, por
primera vez, de las teorías freudianas. A todo esto, sus padres comenzaron a
inquietarse de su hijo que odiaba sus orígenes “se vestía como un dandy y
soñaba convertirse en Rastignac”, para ese entonces Lacan enrumbaba hacia la
medicina o la política.
Los tres
hermanos Lacan compartían un rasgo en común, querían y lo habían logrado,
romper los lazos familiares, cada uno a su modo, Marc uniéndose a la
religiosidad católica, Marie Emmanuelle, yéndose a vivir al extranjero, Jacques
Lacan rompiendo intelectualmente con el legado de la familia paterna que quería
verlo como el continuador de la tradición de la venta de mostaza.
El psiquiatra
El momento
en que Lacan se decidió por la medicina, el freudismo se introducía en la
psiquiatría dinámica, en la psicología de Pierre Janet y en la filosofía de
Bergson, la intelectualidad francesa se negó a aceptar las teorías freudianas
como “germanas” y más bien las vieron como ideas profanas que abrían un camino
inesperado hacia el inconsciente, admiraban a ese “austero científico” (Freud)
que había osado escuchar las pulsiones más íntimas del ser, aún a riesgo de la
soledad y el escándalo.
Así es como
Lacan entra al campo médico y el 4 de noviembre de 1926 realiza, en la Sociedad
Neurológica de París, su primera presentación de enfermo bajo la dirección del
gran neurólogo Théophile Alojouanine. El paciente tenía (podríamos decir que
“sufría”) un diagnóstico como sigue: ”fijación de la mirada por hipertonía,
asociada a un síndrome extrapiramidal con perturbaciones seudobulbares.” Dice
Roudinesco —autora también de la más completa historiografía de la psiquiatría
francesa—: “La observación clínica hecha por Lacan era larga, minuciosa,
estrictamente técnica y desprovista de afectos: la rutina ordinaria de la
miseria hospitalaria.”
He ahí la
entrada de Lacan al campo de la psiquiatría. Lacan siempre sostuvo que su
maestro en psiquiatría fue Clérambault, pues bien, con él Lacan sostuvo una
relación tan paradójica y contradictoria como puede ser una transferencia
amorosa. Gaëtan Gatian de Clérambault, también había estudiado en el colegio
Stanislas, cursó estudios de derecho, para escoger más tarde medicina, con casi
treinta años más que Lacan, era un misógino convencido, en el tiempo en que
Lacan estudiaba con él fue nombrado jefe de la sala de alienados de la
Prefectura de la Policía, donde estuvo hasta su suicidio en 1934. Clérambault,
fue el que construyó “el bellísimo edificio del síndrome de automatismo mental”, a partir del cual intentó una
clasificación de las enfermedades mentales, separando las psicosis
alucinatorias de los delirios pasionales introdujo esa “locura de amor casto
llamada erotomanía”, para Clérambault, la erotomanía aparecía como una representación
de la realidad tan lógica como cualquier otra, así compartía con Freud y los
surrealistas que la locura estaba muy cerca de la verdad.
La
influencia de Clérambault en Lacan fue tan fuerte como para aparecer en el
primer “texto doctrinal” de éste: “Structures
des psychoses paranoiaques” (muy cercano al título de su tesis doctoral),
publicado en 1931 en el Semaine des
Hôpitaux de París, en el que aparecía la noción de “estructura” en el
sentido fenomenológico, dividía en este texto tres tipos de psicosis
paranoicas: “la constitución paranoica, el delirio de interpretación, los
delirios pasionales.” En la última parte de este texto aparecía, por primera
vez en él, una referencia a Freud, escribía allí de los “técnicos del
inconsciente” para criticarlos por su impotencia frente a la paranoia. Así,
Lacan, a sus treinta años, conocía mal la teoría freudiana.
Lacan,
agregaba, al final de su artículo, una nota para Clérambault, sabiendo que
éste, tiránico como era, pedía de sus discípulos una fidelidad incondicional,
escribía: “Esta imagen está tomada de la enseñanza verbal de nuestro maestro,
M. G. de Clérambault, a quien debemos tanto en materia y en método que
necesitaríamos, para no arriesgarnos a ser plagiarios, rendirle homenaje en
cada uno de nuestros términos.”
A pesar de
tal nota, Clérambault, acusó a Lacan de haberlo plagiado, tirándole, en plena
reunión de la Sociedad Médico-Psicológica, los ejemplares dedicados de sus obras,
sin inmutarse Lacan contestó que era Clérambault quien lo había plagiado.
Lacan
prosiguió su itinerario psiquiátrico de la mano de Henri Claude, “patrón
introvertido de la clínica de las enfermedades mentales de Sainte-Anne”, bajo
sus auspicios presentó en mayo de 1931, en la Sociedad Médico-Psicológica, dos
casos de “locuras simultáneas”, después, Lacan se interesó en las
perturbaciones del lenguaje escrito, presentando en noviembre del mismo año
junto a Lévy-Valensi y Mignault, un caso de paranoia femenina, en el que
definían la estructura paranoica partiendo de las perturbaciones semánticas,
estilísticas y gramaticales, según los autores en esta paranoia el automatismo
mental se asemejaba a las creaciones del surrealismo, se aparataban así de la
psiquiatría clásica.
George Bataille
La relación
de Lacan con George Bataille es de las más importantes no sólo para la teoría
que desarrollará después, sino sobre todo porque a partir de ella, la vida de
Lacan dará un giro irreversible. Pero, también es interesante detenerse en la
historia de Bataille que nos presenta Roudinesco, ya que echa luces sobre
aspectos de la biografía de éste. Como muchos intelectuales franceses de entre
guerras, Bataille quedó convencido e influenciado por el freudismo, tanto así
que siguió un análisis con Adrien Borel, psicoanalista fundador de la Sociedad
Psicoanalítica de París que gustaba ocuparse de los artistas y creadores,
Bataille tomaba el análisis —sostiene Roudinesco— como se tomaría una aspirina.
Borel fue
quien, de una manera totalmente brutal, acercó a Bataille a “su” literatura, es
decir a la literatura que Bataille escribiría después. La historia es
truculenta y esta es una de las razones de leer a Roudinesco —excelente
conocedora del mundo intelectual francés— pues nos acerca a la biografía de
personajes cercanos a Lacan, ese capítulo lleva el título significativo de:
“Historias familiares”.
Todo sucedió a partir del momento en que Borel muestra
a Bataille una fotografía de Louis Carpeaux, que luego fue reproducida en el
famoso “Tratado de psicología” de Georges Dumas, mostraba una escena espantosa
en el que un chino culpable de asesinato de un príncipe era sometido a un
suplicio que consistía en ser despedazado en cien trozos, Dumas había asistido
a esa escena junto con Carpeaux y la había comentado sosteniendo que el supliciado
tenía toda la apariencia de los místicos en éxtasis, pero agregaba que esa
apariencia provenía de la gran cantidad de opio con la que se atiborraba al
supliciado para prolongar su tormento. El contraste entre la dulzura de la
expresión del rostro de ese hombre y su cuerpo despedazado impresionó a
Bataille: “Lo que veía súbitamente era la identidad de esos perfectos contrarios
que oponen al éxtasis divino un horror extremo.”
Sólo así
Bataille pudo escribir su primer libro importante: “Historia del ojo”, que
además fue comentado, y hasta corregido en cada sesión de análisis, con Adrien
Borel, Bataille mismo lo asegura: “El primer libro que escribí, no pude
escribirlo más que psicoanalizado, sí, al salir de ello. Y creo poder decir que
sólo liberado de esa manera pude escribirlo.”
Baja esa
acción transferencial Bataille comenzó esa obra que sería la que lo diera a
conocer, mantuvo con Borel una amistad entrañable y le dirigió cada una de las
obras que escribió hasta su muerte, también, bajo esa acción transferencial
conoció a quien sería su esposa: Sylvia Maklés, quien después sería esposa de
Jacques Lacan.
La muerte de Lacan o la pérdida de la voz
Toda muerte
comienza temprano, justo después del nacimiento, el tiempo la va ajustando, la
modula, la de Lacan comenzó en el otoño de 1978, con un leve accidente
automovilístico en su mercedes rumbo a Guitrancourt, la periferia de París
donde Lacan había comprado una residencia, salió ileso pero a partir de allí ya
no fue el mismo, se mostró fatigado y disminuido, su vigésimo sexto año de
seminario debía confluir en: “La topología y el tiempo”, en su inauguración el
21 de noviembre de 1978 calló, por primera vez en más de 30 años de proveer el
más interesante material intelectual, sólo comparable al que produjo Michel
Foucault. En esa sesión Lacan se embrolló con sus nudos, habló brevemente de su
error y salió de la sala.
Corrieron
muchos rumores sobre la salud de Lacan, se decía que callaba a propósito, que
todo era producto de su edad, que se mantenía lúcido pero silencioso, sus más
cercanos no querían observar el devastador sufrimiento que lo aquejaba y que le
hacía pasar de la risa al llanto. Sólo Jenny Aubry, neuróloga de profesión, se
dio cuenta cabal de lo que le pasaba a Lacan, ella pensaba que por los signos
que lo aquejaban, que eran perturbaciones vasculares de naturaleza cerebral.
Eran —dice Roudinesco— los signos inequívocos de una patología que avanzaba
lentamente y que se manifestaría con toda su fuerza en julio de 1980. Tendrá
“«ausencias», accesos de ira, automatismos y una especie de afasia que es
difícil atribuir a la edad, a la fatiga o a una depresión de origen psíquico.”
Este es el
tiempo —8 de enero de 1980— en el que Lacan disolvió la Escuela Freudiana de
París, que él había fundado, en las sesiones del seminario, Lacan volvió a
hablar, pero ya no como antes, leía textos mecanografiados, que luego se
publicaban en Le Monde o en Ornicar?
Desde el 20
de septiembre de 1980, su círculo más íntimo sabía que Lacan tenía un cáncer
incipiente de colon, lo había diagnosticado él mismo, el médico que le hizo un
examen físico no había encontrado nada, Lacan dijo: “es un idiota, yo sé lo que
tengo”, si el tumor hubiera sido extirpado en ése momento su sanación estaba
asegurada, pero Lacan tenía fobia a las cirugías de cualquier tipo, por eso se
negó rotundamente a ser intervenido. En la celebración de la disolución de la
escuela en la Casa de América Latina, Lacan no dijo una palabra, miraba a todos
al parecer sin reconocer a ninguno, Roudinesco transcribe el testimonio de Maud
Mannoni: “Sus allegados lo habían traído como a un fetiche para celebrar la
disolución de su propia escuela. Estaba sentado a una mesa, con Gloria
haciéndole de mamá. No reconocía a nadie. Su mirada estaba vacía, su mano
inerte. A partir de esa fecha, durante un año, será arrastrado por su círculo a
múltiples reuniones para legitimar con su presencia lo que se hacía en su
nombre. Asistimos a la exhibición indecente de un hombre muy enfermo […] Lacan
se había vuelto enteramente enmudecido (sic), pero el impacto de su leyenda era
tal, que las gentes sugestionables lo oían hablar en su silencio.”
El 13 de
noviembre de 1980, Lacan firmaba su testamento nombrando come heredera
universal a su hija Judith, en el mismo documento nombraba a Jacques-Alain
Miller como su albacea de su obra publicada y no publicada.
Entre
diatribas de un lado y otro Jacques-Alain Miller rompe con la mayoría de
psicoanalistas más íntimos de Lacan, entre ellos con Charles Melman, su analista.
El 21 de
agosto de 1981 Lacan fue internado —bajo un nombre falso— debido a su afección
intestinal que le provocaba terribles dolores, después de decidir un tipo de
intervención quirúrgica fue operado, todo pareció muy bien por unos días, pero
la sutura se rompió y provocó una peritonitis y luego una septicemia, Jacques
Lacan murió el miércoles 9 de septiembre, según Roudinesco, pronunció estas
palabras: “Soy obstinado […]. Desaparezco”.
Anatema y las fuentes de Roudinesco
Según el
Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (4), la palabra anatema nos viene
del griego anatema, lo execrable, lo
maldito, pero también lo que es objeto de entredicho, de aquello que el hombre
no puede disponer para usos profanos.
Encontramos
en la obra monumental de Élisabeth Roudinesco, el uso profano y que pone en
entredicho la vida de Jacques Lacan, pero sobre todo deja en suspenso ciertos
detalles sobre la obra publicada posteriormente por su albacea testamentario y
que fue motivo de innumerables querellas legales, está respaldada por una
abundante colección de citas y testimonios personales de allegados de Lacan,
las páginas dedicadas esas notas van de la 649 hasta la 699, en letra pequeña,
su bibliografía alcanza un número similar.
Roudinesco
pone en las manos de sus lectores un abundante material sobre la vida de
Jacques Émile Lacan, es una verdadera lectura (némein).
Notas
(1) Lo
atestigua un pequeño fragmento de Sófocles. Antes de la batalla de Troya los
griegos pasan revista a sus tropas y le ordenan a alguien: “Tú que estás
sentado en el trono y que tienes en a mano las tablillas de escritura, ¡lee [néme] la lista para que sepamos si hay
ausentes entre quienes prestaron juramento!”. Cf. Historia de la lectura en el mundo occidental. Guglielmo Cavallo y
Roger Chartier. Comp. (España: Taurus, 1998).
(2) Elisabeth
Roudinesco. Lacan. Esbozo de una vida,
historia de un sistema de pensamiento. Trad. Tomás Segovia. (Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica, 2012). Todas las citas entre comillas y sin nota,
pertenecen esta edición.
(3) De acuerdo a Jean-Claude Milner (L' OEuvre Claire. Lacan, la science, la
philosophie. 1995), la obra de Lacan se bifurca en dos caminos: los Scripta, lo escrito y el Seminario, lo hablado. En Lacan, a la
inversa de Aristóteles, lo esotérico está en lo escrito, en los Scripta, dirigido a los que están
"dentro"; lo exotérico en lo hablado, en el Seminario, que se dirige a los que están "fuera". Milner
saca dos conclusiones lógicas de esta caracterización de la producción
lacaniana: que no hay nada demás en los Seminarios
que en los Scripta y que, por tanto,
toda la obra de Lacan se encuentra en sus Escritos.
(4) Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Vol. III. Lothar Coenen, Erich
Beyreuther y Hans Bietenhard. (Autores). (España:
Ediciones Sígueme, 1980). Lacan había señalado en su carta de disolución de la
Escuela Freudiana de París, que: “La stabilité de la religión vient de ce que
le sens est toujours religieux.” (La estabilidad de la religión proviene de que
el sentido es siempre religioso.). Carta de disolución. En: Tout-pas-tout
Lacan. Versión 2012, pág. 1960.