Escritura de Dios y voz degollada. El libro de Oscar Rivera-Rodas
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
Introducción
Oscar
Rivera-Rodas (La Paz, 1942) fue profesor universitario de la Universidad Mayor
de San Andrés de La Paz Bolivia, en las cátedras de Teoría Literaria y
Literatura Latinoamericana, ha publicado, junto con sus ensayos literarios,
libros de poesía, actualmente es profesor de Literatura Latinoamericana en la
Universidad de Tennessee.
Sus libros
de poesía: Dársena del tiempo y Testimonio de la ausencia (que ganó el
premio boliviano “Franz Tamayo” de poesía en 1967) para nosotros permanecen en
el misterio, en cambio, algunos de sus ensayos literarios siempre estuvieron a
nuestro alcance. Recordamos su hasta ahora —para nosotros— mejor trabajo
ensayístico: Cinco momentos de la lírica
hispanoamericana. Subtitulada como: Historia
literaria de un género (1), en el que hace un recorrido brillante de la
poesía hispanoamericana, que él divide en cinco momentos.
Elije, para
caracterizar cada uno de los cinco momentos, la visión del mundo que constituye
una perspectiva común en los autores estudiados. El primer momento sería el de
la “Poesía de Enunciación” en el que estudia, entre otros, a José Martí, en el
que se juega su visión subjetiva. El
segundo momento es el de la “Poesía de Revelación”, fundada en una visión objetiva, estudia entre otros a
Rubén Darío y a Amado Nervo. El tercer momento es el de la “Poesía de
Sugestión”, que comienza su estudio de una corriente más larga, la del Modernismo, la poesía de Sugestión presenta una visión fragmentada del mundo, en
el que cada fragmento es una realidad nueva. El cuarto momento es de la “Poesía
de Disociación”, en el que el poeta se niega a conocer el mundo, es una agnosis
voluntaria del mundo, del hombre y de sí mismo, en el que el paradigma es la
obra de César Vallejo. El quinto momento es la “Poesía de Identificación”, es
el retorno del largo viaje de la poesía para “asentarse, agotada, en un medio
con sólidos asideros”, se reconoce en su identidad, entre los poetas de este
momento están el chileno Pablo Neruda, el boliviano Oscar Cerruto y el mexicano
Octavio Paz.
Como
sostiene Luis H. Antezana en sus Ensayos
y lecturas (2), a la cosmovisión hay que añadirle el estilo
en la manera de leer que tiene Rivera-Rodas, la literatura así operaría como un
modo de conocimiento. “La manera como el poeta articula sus palabras implica un
cierto estilo que es, en cuanto a su contenido, una cierta cosmovisión.” (Antezana,
Ibídem).
La escritura como imposición
Este breve
recorrido por uno de sus principales libros nos sirve para distinguir el modo
de lectura que Rivera-Rodas emplea en el libro que ahora nos ocupa. En: “Escritura
de dios y voz degollada” (3), también busca la visión de mundo y el estilo
con el que se inauguran las letras en América; la oposición: Voz y Letra le sirve
para recorrer ambos dominios.
La voz de
los habitantes originarios del mal llamado “nuevo mundo”, inaudible para los
españoles, se enfrenta con la(s) Escritura(s) que imponen los extranjeros, la Voz
es degollada, mientras que la escritura se escribe con sangre sobre el cuerpo
de los vencidos (4), sintomáticamente
en el de Atahuallpa.
Rivera-Rodas
rastrea este «choque», entre la Voz y la Escritura (recogiendo también su
sentido religioso), en tres textos que forman el origen de las letras
americanas: Ynstruçion (1570) de Diego de Castro Titu Cussi Yupangui; La
nueva corónica y buen gobierno (1615) de Guamán Poma de Ayala y los Comentarios Reales que contiene dos partes, una de 1609 y otra de 1617, del Inca
Garcilaso de la Vega.
La historia
que narran estos textos es bien conocida. Francisco Pizarro se entrevista con
Atahuallpa, acompañado de un séquito compuesto de soldados, un intérprete y el
clérigo Valverde, después de hablar y sin llegar a entenderse, interviene
Valverde mostrando y dándole a Atahuallpa una biblia, al no obtener la
reverencia a la “palabra de dios”, comienza la matanza y el apresamiento del
Inca.
Los tres
textos, sin embargo, tienen tenues diferencias que serán las bases de la
investigación que realiza Rivera-Rodas, pues: “No discutiré el grado de objetividad de los sucesos narrados, sino la
forma como esos hechos son expresados. Tampoco discutiré la historicidad de los
sucesos, sino el modo como la percepción y comprensión indígena los ha fijado
por primera vez en la escritura. Las tres versiones son básicamente reflexiones
sobre el lenguaje y la historia, y su recepción a través de la escritura y la
lectura.” (Pág. 59)
La lectura
de Rivera-Rodas, parte pues de entrever la cosmovisión de los autores de los
tres textos mencionados y del estilo que utilizan.
Oralidad y escritura
Hay algo que
está presente en los tres testimonios que narran el encuentro entre los
españoles y los incas, a la descripción asombrada de los extranjeros (la barba
rubia o castaña, sus ropas que cubren todo el cuerpo, los grandes animales
sobre los que cabalgan, el dominio del rayo o del arcabuz), añaden el del
lenguaje escrito:
En Titu
Cussi Yupangui: “Y también los llamaban
ansí, porque les habían visto hablar a solas en unos paños blancos como una
persona hablaba con otra, y esto por el lleer en libros y cartas […]”
También Poma
de Ayala: “Y que de día y de noche
hablaban cada uno con sus papeles —quilca— […]” (5)
Recordemos
aquí, que cuando el clérigo Valverde exhorta a Atahuallpa a que se convierta al
cristianismo mostrándole una biblia, éste le contesta que el único dios es el
Sol y tomando el libro intenta oírlo y al no escuchar nada lo lanza al suelo,
es decir, dicho sea de paso, no muestra ningún temor frente a los españoles y
su escritura.
Vemos pues,
claramente el choque entre la escritura y la oralidad, que Rivera-Rodas
denomina “tradiciones lingüísticas”: la cristiana, con su “estimación
supersticiosa” de las escrituras sagradas, y la indígena, fundada en la
tradición oral, que carecía de “especulaciones en la comunicación pragmática”.
Rivera-Rodas se detiene luego, en el análisis de ambas “tradiciones”: la tradición de la escritura, traída por
los españoles y la tradición oral, la
de los pueblos originarios del continente.
Fiel a su formación
literaria, Rivera-Rodas, analiza la escritura europea por medio de dos figuras
retóricas, que denomina “armas retóricas”: ars
praedicandi y ars dictaminis
(aunque no profundiza demasiado en su análisis). Los españoles llegaron con dos
actores que consuman la invasión: los guerreros y los retóricos, éstos últimos
son los clérigos que, como Valverde, fueron formados en las artes retóricas del
medioevo europeo.
En cambio,
la tradición oral de los pueblos originarios de América, se perdió para
siempre, simbólicamente, con la degollación y muerte de Atahuallpa, “[…] que significa también la aniquilación del
sujeto del discurso indígena. Degollado el sujeto enunciador, su enunciado —su
discurso oral— ingresaba también en un estado de agonía. Su voz mutilada se
extinguirá inevitablemente. Quedaron ciertamente en el espacio simbólico
indígena algunos ecos precarios de ese discurso que provocó más tarde esfuerzos
inútiles de recuperación.” (Pág. 74). Lo que implica su nula o casi inútil
averiguación, no tendremos nunca más acceso a la tradición oral de los pueblos
que poblaron el continente americano, lo oral, con el degollamiento de la Voz
(sobre la Voz como causa objeto de deseo Cf. La Voz como...) de Atahuallpa se
transformó en lo imposible de nombrar.
Las trampas de la escritura
Como
sostiene Nathan Wachtel (6), un sistema de dominación, como la española con su
tradición escrita, obliga al dominando a adoptar alguno o muchos rasgos de la
cultura dominante, sin embargo, las culturas no se componen de capas superpuestas,
sino que son hechos globales, los indígenas mantuvieron un grave conflicto para
ordenarlos en un todo coherente. Frente a este grado de aculturación, Wachtel
se pregunta: los indios más aculturados “¿cómo responden al problema de la
dominación española?; ¿su aculturación traduce una adhesión incondicionada, una
aprobación de la situación colonial?” (7).
Los indios
más aculturados son pues los que escriben, los que adoptan la retórica de los
invasores, pero, como señala Rivera-Rodas, lo hacen para “disentir y desistir”,
es el caso del Inca Garcilaso, que utiliza la “letra advenediza” para
criticarla lingüísticamente. “La historia del aprendizaje de la lengua
advenediza fue sobre todo un aprendizaje de la misma según la historia de la
violencia y desigualdad vivida.” (Pág. 178)
Sintomáticamente,
los primeros textos de las “letras americanas”, que aparecen a mediados del
siglo XVI, no son novelas, ni poemas, ni comedias, sino manifiestos, demandas,
escritos de protesta, cada autor examinaba la nueva sociedad, así su escritura
enfilará hacia un pensamiento crítico que será el sello de las letras
americanas, “[…] comunicar a través del testimonio escrito lo que se hizo
oralmente, desde los inicios del coloniaje: asumir la disidencia.” (Pág. 178).
Uno de los primeros textos que muestra este rumbo es el de Felipe Guaman Puma
de Ayala (1535 - ¿1615?), hacia 1600 escribe “una carta al rey”, protestando
por el maltrato dado por las autoridades eclesiásticas y administrativas hacia
los “indios ladinos” porque habían aprendido la lengua española y habían
comenzado a protestar en la lengua de los extranjeros.
El conjunto
de cartas, manifiestos y crónicas que aparecen de la mano de los primeros
escritores de américa, son la representación del triunfo de la escritura sobre
lo oral, se renueva así el degollamiento de Atahuallpa, al mismo tiempo,
representan la aprehensión y la posesión definitiva de la escritura de los
pueblos originarios de este continente.
Los niveles del relato de los Comentarios reales del Inca Garcilaso
Los primeros
escritores americanos pusieron la escritura al servicio de la historiografía,
su interés era intentar pensar el pasado indígena desde su presente colonial,
intentaron recuperar el discurso de la tradición oral desde un “ahora no deseado de destrucción e
incertidumbre desde el cual poco se podía escribir de la tradición propia.”
Esta nueva forma de ver la escritura, desde una tradición oral, hizo que los
primeros intelectuales de América, construyeran sus intereses desde la
perspectiva de “la vida moral y natural”.
Así, los Comentarios Reales del Inca Garcilaso narran la historia de los
gobernantes incas en la forma de una acción moral continuada; de la misma
manera Guaman Poma de Ayala en su Nueva corónica y buen gobierno no
busca una relación empírica de los hechos históricos del incario, sino una
visión moral de ésta.
Para
encontrar esta estructura narrativa, Rivera-Rodas, se detiene en dos niveles estructurales
de la obra de Garcilaso, primero, en un relato a dos niveles interiores (el
nivel del cronista y el relato del tío de su madre), segundo, el nivel externo
de los comentarios del narrador, que correspondería a un nivel meta-narrativo,
ya que comenta el relato que hace. Un ejemplo de este nivel narrativo es su
negación a dar crédito al discurso teológico del primer inca, Manco Capac, ni
de los que le sucederán, Garcilaso se da a la tarea de deconstruirlo, lo que
hace que se lo vea como un convencido de la “imaginación cristiana”, que
Rivera-Rodas ve como la causa de las contradicciones y conflictos que se
proyectan en su texto.
Rivera-Rodas,
describe esta estructura externa, a su vez, en dos niveles: “La deconstrucción del mito incaico” y “El concepto ético de la Historia”. En el
primero, frente al “discurso del sol”, que es el mito del origen de Manco
Capac, Garcilaso nos ofrece su propia versión que tiene un carácter ambiguo,
pues ni contradice ni acepta la tradición incaica que él mismo había
construido, este es el “nivel del
metarelato”, Garcilaso dice:
“Lo que yo,
conforme a lo que vi de la condición y naturaleza de aquellas gentes, puedo
conjeturar del origen de este príncipe Manco Inca —que sus vasallos, por sus
grandezas, llamaron Manco Capac— es que debió ser algún indio de buen
entendimiento, prudencia y consejo y que alcanzó bien la mucha simplicidad de
aquellas naciones y vio la necesidad que tenían de doctrina y enseñanza para la
vida natural. Y con astucia y sagacidad, para ser estimado, fingió aquella fábula
diciendo que él y su mujer eran hijos del sol: que venían del cielo y que su
padre los enviaba para que doctrinasen e hiciesen bien a aquellas gentes (II,
77)” (8). Y, sin embargo, en el nivel del relato Garcilaso registrará
puntualmente el “discurso del sol”, que no implica una contradicción, sino
mantener el nivel del narrador y mantener al autor como comentarista, de ahí
que a su obra la tituló: Comentarios reales.
El segundo
nivel de la narración, el de “El concepto
ético de la Historia”, Garcilaso construye al personaje de su historia, se
trata del “rey de los incas”, un
ejemplo de conducta moral, modelo que deberán seguir los demás Incas, todo lo
cual Rivera-Rodas reúne en un “discurso teológico original y arquetípico”, que
marcará la forma en que se presentarán, más tarde, en el texto de Garcilaso las
doce dinastías del Capa Inca. Garcilaso llama a estos Incas, continuadores de
Manco Capac, “amadores de pobres”,
haciendo de ellos el ejemplo de un comportamiento moral, del mismo modo, es un
modo, concluye Rivera-Rodas, de experimentar la extinción de su cultura, “[l]a
conciencia histórica del escritor indígena está marcada por la desaparición de
sus tradiciones y su cultura” (Pág. 198)
El deseo de «indianización» de Guaman Poma de Ayala
Si en lo obra
de Garcilaso, hay un deseo de “«incanizar» la conquista”, en la obra de Guaman
Poma de Ayala, Nueva corónica y buen gobierno, existe el deseo de
“«indianizar» a los cristianos para superar la corrupción social en el
coloniaje.” Guaman Poma va, en la historia, más atrás que Garcilaso, él quiere
encontrar la prehistoria de los incas. De la obra de Guaman Poma se ha escrito
mucho, de diversas maneras, desde diversas perspectivas (existen dos versiones
de su obra), nos concentraremos aquí, comentario al fin, en lo que nos parece
lo nuevo en la lectura que realiza Rivera-Rodas.
Acudiendo a
figuras bíblicas, Guaman propone una prehistoria de los Incas, que Rivera-Rodas
lee como ideología, pero que Guaman define: “[p]ara Guaman Poma el enunciado
lingüístico doctrinario no puede estar separado del comportamiento individual y
la acción social del mismo individuo” (Pág. 206), lo que lo equipara a las
posiciones actuales de filósofos como Jurgen Habermas y su pragmática del
lenguaje. En Guaman Poma, los cristianos no parecen seguir la ideología que,
mediante el arte de la predicación (ars
praedicanti) trajeron en su conquista, por eso a los indios no la
aceptaban, pues los actos de habla de la predicación eran enunciados vacíos,
aquí se presenta la obra de Guaman como la de indianizar a los cristianos,
pues, aquí Rivera-Rodas enumera dos resultados:
“a) La vedad estaba con los indígenas, aunque
éstos fueran llamados «bárbaros», porque su comportamiento fue de respeto a sus
propias concepciones y éticas; por el contrario, esa misma no se percibía en
los españoles.
“b) que no
puede ser la doctrina cristiana paradigma de la perfección, ni es necesario ser
cristiano para ser ejemplar.” (Pág. 206)
Guaman
enfrentaba los conceptos de verdad y falsedad bajo los presupuestos de la
ideología del coloniaje, de ahí que se hacía necesaria la recuperación del
pasado y por tanto del pensamiento indígena, Guaman Poma de Ayala, al igual que
Garcilaso, no tenía más camino que la historiografía en lengua castellana.
Notas
(1). Oscar
Rivera-Rodas. Cinco momentos de la lírica hispanoamericana. Historia literaria de un género. (La
Paz: Instituto Boliviano de Cultura, 1978)
(2). Luis H.
Antezana. La obra critica de Oscar Rivera-Rodas. En: Ensayos y lecturas. (La Paz: Ediciones Altiplano, 1980), págs.
129-143)
(3). Óscar
Rivera-Rodas. Escritura de dios y voz degollada. Orígenes de las letras americanas. (La Paz: Plural Editores, 2016).
Todas las citas entre comillas pertenecen a esta edición.
(4). “En
nuestra memoria colectiva, la aventura de los conquistadores evoca imágenes de
triunfo, de riqueza y de gloria, y aparece como una epopeya. La historiografía
occidental asocia el «descubrimiento de América» a los conceptos de
«Renacimiento» y de «tiempos modernos»; la expedición de Cristóbal Colón
coincide con el comienzo de una nueva era. Pero se trata de una era nueva para
Europa. Desde la perspectiva de los indios vencidos, conquista significa un
final: la ruina de sus civilizaciones. Para «descubrir» realmente América, el
historiador nacido en la sociedad de los vencedores debe despojarse de sus
hábitos mentales y, en cierto modo, salirse de sí mismo.” Nathan Wachtel. La visión des vaincus, traducido como: Los
vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570).
Trad. Antonio Escohotado. (Madrid: Alianza Editorial, 1976)
(5). Tomado
de Nathan Wachtel, ob. cit. Págs. 48-49
(6). Wachtel.
ob. cit. Pág. 213 y ss.
(7).
Wachtel, ob. Cit. Pág. 242
(8). Guaman
Pomo de Ayala. Citado por Rivera-Rodas, pág. 195