sábado, 17 de noviembre de 2012

Sobre la Escansión




Rilke, Rainer Maria, Author, 1875-1926.Fragmento de Elegías de Duino



Sobre la Escansión


Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés



Escansión


Según un Diccionario de Retórica (1), escansión es la división de un verso con fines analíticos y descriptivos, se busca identificar las unidades métrico-rítmicas, al hacerlo “se acostumbra separar las unidades, subrayar los acentos versales y señalar los versos con números y letras” (el énfasis es nuestro).

La sesión de tiempo variable


Existe un punto crucial en la práctica analítica desde Lacan, este es la sesión denominada “variable” o, también considerada, a veces, “corta” en comparación con la convenida y rígida. En: “Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis”, en el contexto de su expulsión del Instituto de Psicoanálisis de París, Lacan tiene que dar cuenta de su posición en cuanto al mayor motivo de tal expulsión, este es el que no llevaba a cabo las sesiones didácticas reguladas de 55 minutos. Propone que el tiempo del análisis debe estar de acuerdo al tiempo del inconsciente y por tanto de la palabra, puesto que “el psicoanálisis no tiene sino un médium: la palabra del paciente.” (2)  Y toda palabra se dirige a alguien, pide ser escuchada, busca una respuesta, aunque ésta sea el silencio. Si la palabra se dirige al psicoanalista entonces busca en él una respuesta puesto que está en el lugar del Sujeto Supuesto Saber, por tanto el psicoanalista no debe olvidar que cualquier respuesta de él tiene efecto en el paciente, “por eso el psicoanalista sabe mejor que nadie que la cuestión en él es entender a qué “parte” de ese discurso está confiado el término significativo…(3)

Aquí, se instala el mecanismo de la escansión, la escansión es una “puntuación afortunada” dice Lacan y es la que da sentido al discurso del sujeto. “Por eso la suspensión de la sesión de la que la técnica actual hace un alto puramente cronométrico, y como tal indiferente a la trama del discurso, desempeña en él un papel de escansión que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los momentos concluyentes.(4)
Vemos pues, que hay dos tiempos: el cronológico y el tiempo del inconsciente; al igual que un verso debe ser escandido para dar con su significación, el discurso del sujeto debe pasar por  el corte de su decir para que quede modulando su sentido. Al respecto debemos decir también, que el tiempo del inconsciente tampoco es el tiempo psicológico de los fenomenólogos, para Lacan este tiempo corresponde al tiempo imaginario de la consciencia.

La escansión siempre tiene el estatuto de una interpretación pero no al revés, no toda interpretación es escansión. La escansión de la sesión introduce el tiempo como un concepto operativo.
Recordemos que el análisis no es una relación de yo a yo puesto que supone un tercero: el lenguaje, el discurso mismo, por eso la escansión, la detención de la sesión, no sólo recae en la aparición de un sentido nuevo sino que impide al sujeto dividido por lo que ha podido decir. Por otro lado si el análisis no consiste en una relación de un yo con otro yo, no podemos saber cuánto durará el tiempo de comprender para un sujeto determinado, lo que sí sabemos es que debemos empujar un momento de concluir pues éste no es automático, el corte de la sesión impulsa al sujeto a concluir sobre su decir en una sesión determinada. Para aclarar esto tomamos el siguiente ejemplo:

La psicoanalista Françoise Schreiber cuenta que, en una sesión cuando analizaba a un sujeto femenino se da la siguiente escansión: “Una vez más ella recordaba a ese hombre que había amado. Dice: “¿Cuánto tiempo más voy a hablar de él?”. A lo que yo objeté: … O de ella –lo que trajo “un no comprendo…”, con el cual corté la sesión.” (5)
En el ejemplo veíamos a la escansión como acto que consiste en dar por finalizada la sesión, en el que podemos distinguir dos dimensiones: una estructural y otra temporal, la primera implica reconocer la estructura y el real que insiste en lo que siempre dice sobre el hombre que ha amado, mediante la interpretación que hace la analista; la segunda dimensión, la dimensión temporal de la escansión como instante del corte de la sesión, vemos que ambas dimensiones se encuentran en una “puntuación afortunada” y que da “su sentido al discurso del sujeto” (6)



Notas

(1) Diccionario de Retórica y Poética. Helena Beristáin. Editorial Porrúa, México, 2000.
(2) Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis. Escritos 1. Editorial S. XXI, México, 1998, Pág.:237.
(3) Id. Pág.: 242
(4) Id. Pág.: 242. Este es el texto muy citado a la hora de considerar la escansión como interpretación y como corte de la sesión.
(5) Tomado de IRMA el Cálculo de la Interpretación. Editorial Atuel-Anáfora. Buenos Aires, 1995.
(6) Lacan O.C. Pág.: 242

viernes, 12 de octubre de 2012

La Metáfora Paterna y los Tres Tiempos del Edipo



La Metáfora Paterna y los Tres Tiempos del Edipo



Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés


Introducción

¿Cuál es –de acuerdo a Lacan– la pregunta fundamental del sujeto, de cualquier sujeto surgido de las leyes del significante?: “¿Qué soy” (1). Es decir, la pregunta fundamental, ése del “to be or not to be” (la utilización de la frase shakesperiana es de Lacan), es ¿qué soy, un hombre o una mujer? El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico que lo espera, no podemos decir que lo “acoge”, y que instaura la ley de la sexualidad. La ley que le permite al sujeto “realizar su sexualidad en el plano simbólico” (2). Esto es el Edipo.
En Freud, el Complejo de Edipo es la relación del niño con el falo, que es la simbolización del pene, no se trata del órgano masculino en su integridad anatómica, sino de lo que “sobresale” a la mirada. Los dos niños “masculino” y “femenino” se percatan de él pero, más significativamente, la niña que, según Freud: “Al instante adopta su juicio y hace su decisión. Lo ha visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo” (3). La distancia entre la diferencia sexual, se define por cierta mirada. El niño hará del pene el soporte de la simbolización fálica: ya que el pene podría faltar, erige un monumento, así el falo tiene una mejor permanencia. Para la niña la falta originaria no se simbolizará de la misma manera, su soporte será su imagen especular; la mujer, en lugar de identificarse al significante 1 que es el falo (ϕ), permanecerá en el  -ϕ.

La Metáfora Paterna

A “la metáfora paterna concierne la función del padre” (4), la función padre no tiene nada que ver con la ausencia o presencia física del padre, es decir, no interesa si el padre de un sujeto viajaba mucho y lo abandonaba o tenía problemas con la madre, el Edipo se constituye también, cuando el padre está ausente, el padre existe incluso sin estar. El padre siempre está en el complejo de Edipo. Al comienzo, en el fundamento del complejo de Edipo, el padre está vinculado con la prohibición del incesto, prohíbe la madre, él es el encargado de representar está prohibición. Esto es el padre como función, “el padre es el padre simbólico” (5) y la manera de precisar mejor la noción de padre simbólico es sosteniendo que es una metáfora y una metáfora es lo que en psicoanálisis se denomina “identificación” a diferencia de una “comparación”, por identificación un significante viene en lugar de otro significante. “El padre es un significante que sustituye a otro significante”, la clave está en la sustitución, la metáfora paterna es una sustitución por identificación. El padre ocupa el lugar de la madre:

Que es equivalente a:

(6)

La madre está vinculada al significado que no se conoce x, este significante es lo que la madre quiere, esto es el falo, por eso el padre puede ocupar el lugar de la madre. La fórmula que construye Lacan es:





Donde S` es el significado inducido por la metáfora. Lacan da otra versión de la fórmula en: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento de la psicosis” (7)




Por la elisión del deseo de la madre se engendra el sentido, la “significación del sujeto”. El Nombre-del-Padre marca su presencia en la madre, se apoya en la castración de ella y hace posible el sentido. Hay falta en la madre y por eso el hijo tiene significación de falo. La metáfora paterna viene con la eficacia de la ley a marcar un vacío constitutivo en el sujeto.

El primer tiempo del Edipo

Se ha establecido, por la metáfora paterna, una “simbolización primordial entre el niño y la madre” (8), existe pues, una triangulación fundamental: niño-padre-madre que ya está inscripta en la cultura, es decir, tiene un estatuto simbólico y tiene como núcleo al falo, si la madre pone al hijo en el lugar que a ella le falta entonces aparece la célula: madre fálica-narcisismo, en la que la madre aparece completa, la madre imagina al hijo como falo y, al mismo tiempo, el hijo se imagina ser el falo para satisfacer el deseo de la madre, se instaura aquí el ser frente al tener, es la alienación del sujeto al deseo del Otro (A), esto también quiere decir que es el deseo de la madre que pone al hijo en el lugar del falo imaginario para obturar una falta pero, lo paradójico es que como deseo ya hay abertura, la madre admite una carencia.

El segundo tiempo del Edipo

Si en el primer tiempo del Edipo el padre del triángulo fundamental está velado, casi inexistente, en el segundo tiempo aparece como el padre “terrible” aquél que saca al hijo de su lugar de falo mediante una doble prohibición: para la madre, “no reintegrarás tu producto” y para el hijo, “no te acostarás con tu madre” (lo que también quiere decir: no todas, es decir, algunas uniones sexuales están permitidas y otras no, la prohibición fundamental se encuentra en el lenguaje que ordena los parentescos). Así, el deseo de la madre está sostenido en la ley y es la ley la que hace surgir el deseo en el hijo.
La ley de la prohibición del incesto hace que el hijo se plantee la cuestión de ser o no ser el falo.
Como decíamos más arriba, el deseo de la madre que, por tanto admite una carencia, es la que permite que el padre entre, el hijo cree que el padre es el falo de la madre, simbólicamente reconoce que el padre enuncia la ley y piensa que es la ley. El segundo tiempo del Edipo es la del padre omnipotente, sin olvidar que el padre es mediatizado por la madre. La función paterna interviene entonces, con la castración imaginaria; el hijo, para preservar el pene, pierde el objeto. La castración es pensada como imaginaria pero se hace efectiva simbólicamente (9). La castración instaura las diferencias, al separar la célula madre fálica-narcisismo, produce un sujeto sexuado y deseante; por la eficacia de la ley se instaura en este ser su falta. Así, el hijo, destituido de lo que creía ser se enfrenta a otras preguntas, ¿Quién soy? ¿Qué deseo? La castración posibilita el deseo.

Tercer tiempo del Edipo

El padre no es la ley, pero la transmite. Es el tercer tiempo del Edipo. ¿De dónde viene la ley? De aquél que con su muerte funda la ley, el padre de la horda primitiva, el de Tótem y Tabú de Freud. El hombre arcaico vivía en hordas dominadas por un macho brutal que tenía acceso irrestricto a todas las hembras, los hijos se revelaron, mataron y devoraron al padre; para poder vivir sin la culpa de su muerte renunciaron a las mujeres por las cuales mataron al padre y se sometieron a la exogamia y se organizó la familia. En el lugar del padre muerto surge un animal totémico y una vez al año los hombres se reúnen en un banquete totémico, representación simbólica del parricidio que dio origen al orden social, la moral y la religión. La ley surge de la prohibición del incesto.
El “Nombre del Padre” es el significante de la ley fundamental con una doble función: prohíbe el incesto y posibilita el deseo.
En el tercer tiempo del Edipo, el falo imaginario en relación a la madre se sitúa como simbólico en relación al padre. Para Lacan, aquí aparece el padre como permisivo, que con su eficacia permite que el sujeto procure el goce, como absoluto imposible y, haga de su pene un órgano de placer (tanto para sujeto masculino como para el femenino), todas las mujeres están permitidas menos una, ésa que es la única que existe para el inconsciente.
El hijo, al incorporar la ley, se identifica con ella, estructura el Superyó y el ideal del Yo, se identifica con lo masculino del padre. El hijo reconoce que puede tener o perder el falo después de haber reconocido que no lo es.

Notas:

(1) Las Psicosis. Pág. 242
(2) Idem,
(3) S. Freud. “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”. Artículo de 1925, años  después Freud aclararía lo siguiente: “Es esta la oportunidad de corregir una afirmación que formulé hace unos años. Creía entonces, que el interés sexual de los niños no sería despertado por la diferencia entre los sexos –como lo es en los púberes–, sino por el problema del origen de los niños. Advertimos ahora que no es ciertamente así, por lo menos en lo que a la niña se refiere. En cuanto al varón, no cabe duda de que una u otra cosa puede ocurrir en los distintos individuos; también es posible que la alternativa sea decidida en ambos sexos por las circunstancias casuales de la existencia.” Freud Total 1.0
(4) Lacan. Seminario V. Pág. 165.
(5) Lacan. Seminario V. Pág. 179.
(6) Lacan. Seminario V. Pág. 180.
(7) Lacan. Escritos II. Pág. 539.
(8) Lacan. Seminario V. Pág. 186.
(9) Cf. Lacan. Seminario V Pág. 176.




miércoles, 22 de agosto de 2012

La Formalización del Síntoma




Autor: Marco  Antonio Loza Sanjinés 



“Pues la fidelidad a la envoltura formal del síntoma,
que es la verdadera huella clínica a la que tomábamos gusto,
nos llevó a ese límite en que se invierte en efectos de creación”.
Jacques Lacan.
De nuestros antecedentes


1 ,      El síntoma analítico


Partimos de una distinción: La estructura clínica en la psiquiatría es diferente de la estructura clínica en el Psicoanálisis.

En el campo psiquiátrico es posible una génesis de la enfermedad mental, existiría algo como punto de partida de la enfermedad mental. En el campo del Psicoanálisis, no es posible hablar de una génesis en un sentido de evolución, sino de una posición subjetiva respecto de lo que “se dice”.

En la estructura clínica introducida por Lacan se da una inversión de la estructura clínica médico-psiquiátrica. La estructura clínica en Psicoanálisis se vincula con la posición subjetiva que hace posible la relación del sujeto con el Otro, este Otro es donde se inscribe el inconsciente estructurado como un lenguaje.

Esta distinción del Psicoanálisis del campo médico psiquiátrico, se muestra completamente en la elaboración del concepto de síntoma.  J-A Miller parte de la idea primera de síntoma como una disfunción pero, al mismo tiempo, la palabra “síntoma” agrega algo nuevo: que la disfunción revela una verdad, es más, la verdad se presenta siempre bajo la forma de síntoma, “como un elemento que perturba el saber” (1), por eso, el sujeto sabe que el síntoma le pertenece pero no sabe lo que es, para Lacan eso constituía una relación extraña del sujeto con su saber sobre sí mismo.

El síntoma además de tener un efecto de verdad, tiene también la forma de un mensaje y para que un mensaje funcione es necesario que alguien lo crea, Lacan lo llamó sujeto-supuesto-saber. “El sujeto-supuesto-saber es el ‘síntoma-supuesto-palabra’”(2)
Al introducir la creencia en el síntoma, se introduce también un sentido al sufrimiento, se transforma al síntoma en una entidad que habla. Sin embargo., como constatamos en el síntoma no existe una voluntad de decir, en cambio, en las otras formaciones del inconsciente no es necesaria la creencia.

Hay pues, en conclusión, un desplazamiento de la definición de síntoma en el Psicoanálisis orientado por Lacan.

2.    Goce y síntoma


Este desplazamiento operado por la orientación lacaniana se traduce en que el síntoma es separado de su relación con lo patológico de la visión psiquiátrica o psicoterapéutica, así,  el síntoma es para todos, es un síntoma generalizado, pues de acuerdo a Lacan no hay relación del sujeto con otro goce que el sintomático, es decir, un goce regulado por el inconsciente estructurado como un lenguaje.

El goce es siempre un acontecimiento del cuerpo, en la Ética del Psicoanálisis Lacan sostiene que el campo del goce puede definirse como: “todo lo que corresponde a la distribución del placer en el cuerpo.”(3)

Ahora bien, lo que goza siempre es una parte del cuerpo, porque cuando todo el cuerpo es invadido por el goce se produce la muerte del sujeto como ser hablante, como lo ejemplifica el autismo(4). El ser humano, como cuerpo sólo es goce, viene la palabra y lo divide, es cuerpo y lenguaje y, mientras más habla, mientras más campo gana la palabra, es menos cuerpo, menos goce.

El síntoma es pues, una función del goce(5).  Es, primero, una manera de gozar más que de hablar.


3.       Sujeto y síntoma


Cuando alguien viene a consulta, viene con un malestar, algo no anda y eso le produce sufrimiento, problemas, obstáculos, todo esto, que puede ser identificado a uno de los cuadros clínicos del DSM, no constituyen aún un síntoma analítico. El sujeto usa metáforas para explicar su sufrimiento y cuando el analista le pregunta qué quiere decir con eso provoca que el sujeto se involucre con aquello que intenta decir. Por eso, en una primera aproximación, Lacan hacía del síntoma una metáfora, es decir, una función del significante, de esa manera era posible descifrar la cadena hablada para liberar el sentido del síntoma.

Al hacer que el sujeto cambie su posición en relación con lo que dice se provoca una dificultad en el sujeto, éste viene con una carga de sufrimiento del que quiere liberarse rápidamente y piensa que debe concentrarse en lo esencial de su problema y no ir por otros rumbos, pero es precisamente hablar sistemáticamente de lo que le pasa lo que refuerza el síntoma, por eso Freud opone la asociación libre a hablar sobre el síntoma no analítico.

En un segundo tiempo, Lacan redefine el estatuto del síntoma, pues había algo que no se podía explicar: su fijeza, su retorno, su insistencia, su repetición, diferente de las otras formaciones del inconsciente: el acto fallido, el chiste, el sueño; caracterizados por lo efímero. Así pues, surgía la necesidad de transformar el significante para explicar en qué se convierte en el síntoma función del goce.

Decir que no hay relación del sujeto con otro goce que el sintomático, no quiere decir que todos los síntomas son equivalentes, sino que son síntomas todas las diversas fijaciones, las diversas modalidades de acceso al goce de las cuales cada uno dispone sean o no conformes a las normas de una sociedad en una época determinada.

El síntoma se instala ante la imposibilidad de la relación sexual. No hay relación entre sexos pues no existe equivalencia entre ambos, el complejo de Edipo es diferente para los varones que para las mujeres, la relación sexual siempre va ser mediada por la falta, no existe una relación “natural” entre hombre y mujer, como sí existiría entre el resto de los animales; entre los seres humanos se da la elección del partenaire, es decir, inventamos diferentes rasgos para “reconocer” al partenaire, para elegirlo. Cuando un hombre y una mujer eligen se encuentran con que no todas las posibles parejas están autorizadas, sino solamente algunas, para Lacan todo esto proviene del Edipo freudiano, puesto que es la matriz que indica al compañero prohibido. Tanto en la mujer como en el hombre el objeto perseguido es la madre, que es, al mismo tiempo el objeto prohibido y si la madre está prohibida entonces debe hacerse una “elección” y sustituirla, lo que implica que no va a ser una elección satisfactoria. Aquí se instala el síntoma.

Pero, además, existe una correlación entre la curiosidad sexual  –que es deseo de la madre–  y el deseo de saber, la neurosis interroga esta frontera entre saber y goce. La curiosidad sexual se halla relacionada al querer saber sobre el goce, pero que, por la prohibición del incesto se hace imposible, es decir, si queremos gozar tenemos que apartarnos del verdadero objeto del goce.

Para el obsesivo el goce sólo puede ser un convenio con el Otro, que siempre se autoriza mediante un pago.

Para la histérica el goce es planteado como un absoluto a partir del cual se despliegan las variaciones de un deseo insatisfecho. Para el sujeto el precio a pagar por el saber sobre su goce es la renuncia al goce.

Notas


(1) Miller, Jacques-Alain. El Partenaire-Síntoma.  (Buenos Aires: Paidós, 2008). Pág. 26
(2) Id. Pág. 60
(3) Goce en: Elementos para una Enciclopedia de PsicoanálisisAA. VV. (Buenos Aires: Paidós, 1996)
(4) Najles, Ana Ruth. El Niño Globalizado. (La Paz-Bolivia: Plural Editores, 2000)
(5) J-A Miller explica que fue Frege (matemático y lógico) quien consideraba que toda frase del lenguaje   podía ser reducida en términos de función y variable, por ejemplo. Β(x), donde  “beta” es la función y x la variable, sostener que el síntoma es función del goce, quiere decir que el valor del síntoma depende del goce.


Bibliografía


Lacan, Jacques. Escritos. Editorial Siglo XXI, México, 1998.
Matet, Jean-Daniel. El síntoma es lo más real que muchas personas tienen. En: Presentación de Lacan. Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1988
Miller, Jacques-Alain. Dos dimensiones clínicas: Síntoma y Fantasma.  Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1984
Miller, Jacques-Alain. El Otro que no existe y sus comités de ética.  Editorial Paidós, Buenos Aires, 2005
Miller, Jacques-Alain. El Partenaire-Síntoma.  Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008
Najles, Ana Ruth. El Niño Globalizado.  Plural Editores, La Paz-Bolivia, 2000
Viltard, Mayetee. Goce en: Elementos para una Enciclopedia de Psicoanálisis. AA. VV. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1996 

     

lunes, 30 de abril de 2012

Las Teorías Literarias en Bolivia IV

 


















Las Teorías Literarias en Bolivia IV

(Los Heterodoxos)


Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

Introducción

A las teorías predominantes en la academia (Semiología, Estudios Culturales) se deben añadir visiones, que estando al margen, van adquiriendo mayor influencia. Son tendencias, para mayor explicación, que se van imponiendo como formas de lectura. Se trata de posiciones que podríamos denominar heterodoxas, comandada por un libro de Marcelo Villena, profesor de la Carrera de Literatura de la UMSA y de una visión psicoanalítica de orientación lacaniana.

Las Tentaciones de San Ricardo

En su libro: “Las Tentaciones de San Ricardo. Siete ensayos para la interpretación de la narrativa boliviana del siglo XX”, Marcelo Villena comienza dibujando un marco de lectura con los autores canónicos del Olimpo Francés (es decir, ni más ni menos que los mismos autores tantas veces mentados por Renato Prada y Luis H. Antezana, cf. Las Teorías Literarias en Bolivia, Primera Parte): Roland Barthes, Julia Kristeva, Michel Foucault, Greimas, etc., pero de una manera completamente distinta… bueno, no tanto, digamos más bien creativa, él mismo sostiene que lo suyo no es una búsqueda teórica, sino una experiencia de lectura, “incluso en lo conceptual”. De la mano de Roland Barthes, Villena comienza señalando que la Literatura, considerada como poiesis (creación) es, ante todo, un acto, más propiamente un “gesto”, un “hacer”; así la pregunta tradicional y canónica de la poética: “¿Cómo está hecho esto?, se desplaza “hacia una interrogación más radical: ´¿qué es lo que esto hace?, ¿cómo?´”. Villena se aleja del punto de vista que considera la obra literaria como un documento en el que alguien (el escritor) habría ocultado o cifrado “su” tiempo, “su” espacio, etc. y que otro alguien (el lector)debería descifrar, interpretar; en cambio, la noción de escritura, que Villena toma de Barthes es la del punto de cruce entre la lengua (espacio de la ley, de la prescripción, de la historia, si se quiere) y el estilo como “ese ´frescor´ que pasa por encima de la historia”. Villena nos presenta una mirada precisamente “fresca” de los semiólogos franceses, una que disfruta de la lectura y ésa es ya una gran novedad y una verdadera ruptura con el lenguaje académico. Para Villena “la noción de escritura lanza más bien el reto de imaginar una historia de la literatura sin teleologías […] sin la presunción de una conciencia” y se pregunta: “¿el creador boliviano, la bolivianidad en lo literario?”. Por eso renuncia conscientemente a elaborar una teoría literaria boliviana ya que ésa sería una búsqueda de la “bolivianidad” en lo literario, es decir,, ir tras “el fantasma del sujeto concebido como identidad”, lo que se debe buscar más bien, en una historia de la Literatura, es “la forma de un devenir específico, descentrado, heterogéneo, activado por un conflicto que constantemente se reactiva en torno a determinadas tensiones y encrucijadas: las de la relación con el sentido en el contexto de la Literatura Boliviana”. Con esta mirada, Villena va a la propia obra, en la misma dirección que tomara Walter Benjamín cuando sostenía que quería llevar a cabo la idea de iluminar una obra absolutamente a partir de ella misma. Si las lecturas de Luis H. Antezana y Renato Prada se fundaban principalmente en la noción de texto, en Villena hay una voluntad filológica (muy parecida al “primer” Cachín, ése de Álgebra y Fuego, libro que se publicó en 1978, en Bélgica y que recién nos llegó en 2000) que le obliga a indagar no en las estructuras narrativas, sino cómo la escritura hace de la lengua un trabajo (Julia Kristeva); del mismo modo, siguiendo al Roland Barthes de S/Z, leer es, también, “un trabajo de lenguaje” que podríamos decir, parafraseando al Lacan del “acto analítico”, desemboca en un “acto de lectura” que es a donde Villena quiere llevarnos: al gesto de la lectura. Y, finalmente, a intentar pensar lo obvio: que nuestra literatura tiene cierto valor estético y hay que leerla como si de arte se tratara.

La lectura Psicoanálitica

La otra forma de lectura que va ganando más adeptos en la academia es la que tiene su origen en una visión psicoanalítica de orientación lacaniana. Todavía es una tendencia poco clara y por lo menos posee dos maneras de entenderla: una, por ahora, digamos dogmática y otra que sitúa al Psicoanálisis dentro de un cuadro epistemológico-filosófico; ambas tiene su origen en la lectura de Jacques Lacan, recordemos que este psicoanalista francés produjo el “giro lingüístico” en la lectura de Freud, partiendo de un razonamiento estrictamente lógico: si el Psicoanálisis postula un inconsciente y el inconsciente habla, a través del malentendido, del chiste, de los sueños, de los actos fallidos, entonces el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Ahora bien, cada uno de esos discursos: el malentendido, el chiste, etc., no están sistemáticamente estructurados y se asemejan en su ficción y aparente desorden a un texto poético. La versión dogmática de este tipo de lectura a veces (con)funde conceptos lacanianos con conceptos literarios por ejemplo, Rodolfo Ortíz al comentar la obra crítica de Oscar Rivera Rodas (“Poesía y lenguaje: el Psicologismo en la Crítica de Oscar rivera Rodas”, en AA.VV. “Rastros de la Crítica Literaria Boliviana”) sostiene, hablando de lo poético, que lo escrito no es para ser comprendido, “[…] ya que –cita a Lacan– si bien es en la cadena significante donde el sentido insiste, ninguno de los elementos de la cadena consiste en la significación de la que es capaz en el momento mismo”. La otra versión sitúa los aportes teóricos de Lacan en un orden epistemológico-filosófico, así por ejemplo, la mirada crítica que sostiene el Dr. En Lingüística y profesor de la Carrera de Literatura de la UMSA, Walter Navia (aunque su preocupación principal es la coincidencia entre Literatura y Filosofía) proponiendo entenderlo como un modelo de comunicación “sui generis”, porque no es ni unidireccional, ni tampoco bidireccional, “sino que es necesaria y simultáneamente bidireccional y retroactiva”.

Conclusión de conclusiones

Al concluir este recorrido por las Teorías Literarias en Bolivia nos encontramos con un panorama en el que se repiten insistentemente el estudio de ciertos teóricos de moda sin avanzar hacia una mirada más amplia (basta leer las tesis de licenciatura presentadas en la academia para confirmar esto), sin resolver el problema de si una determinada teoría literaria, desarrollada en un contexto diferente, ayudará a iluminar la Literatura Boliviana.

Nota Bibliográfica


Villena, Marcelo. Las Tentaciones de San Ricardo. Siete Ensayos para la Interpretación de la Narrativa Boliviana del Siglo XX. (La Paz: Instituto de Estudios Bolivianos, 2003).

Mariaca, Guillermo (et. Al.). Rastros de la Crítica Literaria Boliviana. (LA Paz: Carrera de Literatura, UMSA, 1997).

Navia, Walter. El Modelo de Comunicación de Lacan. Texto inédito, s/f.