La Metáfora Paterna y los Tres Tiempos del Edipo
Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés
Introducción
¿Cuál es –de acuerdo a Lacan– la pregunta fundamental del
sujeto, de cualquier sujeto surgido de las leyes del significante?: “¿Qué soy” (1).
Es decir, la pregunta fundamental, ése del “to be or not to be” (la utilización
de la frase shakesperiana es de Lacan), es ¿qué soy, un hombre o una mujer? El
sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico que lo espera, no podemos
decir que lo “acoge”, y que instaura la ley de la sexualidad. La ley que le
permite al sujeto “realizar su sexualidad en el plano simbólico” (2).
Esto es el Edipo.
En Freud, el Complejo de Edipo es la relación del niño con
el falo, que es la simbolización del pene, no se trata del órgano masculino en
su integridad anatómica, sino de lo que “sobresale” a la mirada. Los dos niños
“masculino” y “femenino” se percatan de él pero, más significativamente, la
niña que, según Freud: “Al instante adopta su juicio y hace su decisión. Lo ha
visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo” (3).
La distancia entre la diferencia sexual, se define por cierta mirada. El niño
hará del pene el soporte de la simbolización fálica: ya que el pene podría
faltar, erige un monumento, así el falo tiene una mejor permanencia. Para la
niña la falta originaria no se simbolizará de la misma manera, su soporte será
su imagen especular; la mujer, en lugar de identificarse al significante 1 que
es el falo (ϕ), permanecerá en el -ϕ.
La Metáfora Paterna
A “la metáfora paterna concierne la función del padre” (4),
la función padre no tiene nada que ver con la ausencia o presencia física del
padre, es decir, no interesa si el padre de un sujeto viajaba mucho y lo
abandonaba o tenía problemas con la madre, el Edipo se constituye también,
cuando el padre está ausente, el padre existe incluso sin estar. El padre
siempre está en el complejo de Edipo. Al comienzo, en el fundamento del complejo
de Edipo, el padre está vinculado con la prohibición del incesto, prohíbe la
madre, él es el encargado de representar está prohibición. Esto es el padre
como función, “el padre es el padre simbólico” (5) y la manera de precisar mejor la noción de padre simbólico es sosteniendo que
es una metáfora y una metáfora es lo que en psicoanálisis se denomina
“identificación” a diferencia de una “comparación”, por identificación un
significante viene en lugar de otro significante. “El padre es un significante
que sustituye a otro significante”, la clave está en la sustitución, la
metáfora paterna es una sustitución por identificación. El padre ocupa el lugar
de la madre:
Que es equivalente a:
(6)
La madre está vinculada
al significado que no se conoce x,
este significante es lo que la madre quiere, esto es el falo, por eso el padre
puede ocupar el lugar de la madre. La fórmula que construye Lacan es:
Donde S` es el significado inducido por la metáfora. Lacan
da otra versión de la fórmula en: “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento de la psicosis” (7)
Por la elisión del deseo de la madre se engendra el sentido,
la “significación del sujeto”. El Nombre-del-Padre marca su presencia en la
madre, se apoya en la castración de ella y hace posible el sentido. Hay falta
en la madre y por eso el hijo tiene significación de falo. La metáfora paterna
viene con la eficacia de la ley a marcar un vacío constitutivo en el sujeto.
El primer tiempo del
Edipo
Se ha establecido, por la metáfora paterna, una
“simbolización primordial entre el niño y la madre” (8),
existe pues, una triangulación fundamental: niño-padre-madre que ya está
inscripta en la cultura, es decir, tiene un estatuto simbólico y tiene como
núcleo al falo, si la madre pone al hijo en el lugar que a ella le falta
entonces aparece la célula: madre fálica-narcisismo, en la que la madre aparece
completa, la madre imagina al hijo como falo y, al mismo tiempo, el hijo se
imagina ser el falo para satisfacer el deseo de la madre, se instaura aquí el ser frente al tener, es la alienación del sujeto al deseo del Otro (A), esto
también quiere decir que es el deseo de la madre que pone al hijo en el lugar
del falo imaginario para obturar una falta pero, lo paradójico es que como deseo ya hay abertura, la madre admite
una carencia.
El segundo tiempo del
Edipo
Si en el primer tiempo del Edipo el padre del triángulo
fundamental está velado, casi inexistente, en el segundo tiempo aparece como el
padre “terrible” aquél que saca al hijo de su lugar de falo mediante una doble
prohibición: para la madre, “no reintegrarás
tu producto” y para el hijo, “no te
acostarás con tu madre” (lo que también quiere decir: no todas, es decir, algunas uniones sexuales están permitidas y otras no, la prohibición fundamental se encuentra en el lenguaje que ordena los parentescos). Así, el deseo de la madre está sostenido en la ley
y es la ley la que hace surgir el deseo en el hijo.
La ley de la prohibición del incesto hace que el hijo se
plantee la cuestión de ser o no ser el falo.
Como decíamos más arriba, el deseo de la madre que, por
tanto admite una carencia, es la que permite que el padre entre, el hijo cree
que el padre es el falo de la madre, simbólicamente reconoce que el padre
enuncia la ley y piensa que es la ley. El segundo tiempo del Edipo es la del
padre omnipotente, sin olvidar que el padre es mediatizado por la madre. La
función paterna interviene entonces, con la castración imaginaria; el hijo,
para preservar el pene, pierde el objeto. La castración es pensada como
imaginaria pero se hace efectiva simbólicamente (9).
La castración instaura las diferencias, al separar la célula madre
fálica-narcisismo, produce un sujeto sexuado y deseante; por la eficacia de la
ley se instaura en este ser su falta. Así, el hijo, destituido de lo que creía
ser se enfrenta a otras preguntas, ¿Quién soy? ¿Qué deseo? La castración
posibilita el deseo.
Tercer tiempo del
Edipo
El padre no es la ley, pero la transmite. Es el tercer
tiempo del Edipo. ¿De dónde viene la ley? De aquél que con su muerte funda la
ley, el padre de la horda primitiva, el de Tótem y Tabú de Freud. El hombre
arcaico vivía en hordas dominadas por un macho brutal que tenía acceso
irrestricto a todas las hembras, los hijos se revelaron, mataron y devoraron al
padre; para poder vivir sin la culpa de su muerte renunciaron a las mujeres por
las cuales mataron al padre y se sometieron a la exogamia y se organizó la
familia. En el lugar del padre muerto surge un animal totémico y una vez al año
los hombres se reúnen en un banquete totémico, representación simbólica del
parricidio que dio origen al orden social, la moral y la religión. La ley surge
de la prohibición del incesto.
El “Nombre del Padre” es el significante de la ley
fundamental con una doble función: prohíbe el incesto y posibilita el deseo.
En el tercer tiempo del Edipo, el falo imaginario en
relación a la madre se sitúa como simbólico en relación al padre. Para Lacan,
aquí aparece el padre como permisivo, que con su eficacia permite que el sujeto
procure el goce, como absoluto imposible y, haga de su pene un órgano de placer
(tanto para sujeto masculino como para el femenino), todas las mujeres están
permitidas menos una, ésa que es la única que existe para el inconsciente.
El hijo, al incorporar la ley, se identifica con ella,
estructura el Superyó y el ideal del Yo, se identifica con lo masculino del
padre. El hijo reconoce que puede tener o perder el falo después de haber
reconocido que no lo es.
Notas:
(1) Las Psicosis. Pág. 242
(2) Idem,
(3) S. Freud. “Algunas
consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”. Artículo de 1925,
años después Freud aclararía lo siguiente: “Es
esta la oportunidad de corregir una afirmación que formulé hace unos años.
Creía entonces, que el interés sexual de los niños no sería despertado por la
diferencia entre los sexos –como lo es en los púberes–, sino por el problema
del origen de los niños. Advertimos ahora que no es ciertamente así, por lo
menos en lo que a la niña se refiere. En cuanto al varón, no cabe duda de que
una u otra cosa puede ocurrir en los distintos individuos; también es posible
que la alternativa sea decidida en ambos sexos por las circunstancias casuales
de la existencia.” Freud Total 1.0
(4) Lacan. Seminario V. Pág.
165.
(5) Lacan. Seminario V. Pág.
179.
(6) Lacan. Seminario V. Pág.
180.
(7) Lacan. Escritos II. Pág.
539.
(8) Lacan. Seminario V. Pág.
186.
(9) Cf. Lacan. Seminario V
Pág. 176.