sábado, 25 de julio de 2009

El amor en (psico)análisis (segunda parte)



Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

 

Publicado por primera vez en: El Juguete Rabioso, año 4, Nº 124, La Paz, marzo 6, de 2005

 

Volved sobre él...


Harold Bloom (anti-lacaniano declarado), escribe que el aforismo judío: “Volved sobre él una y otra vez, pues todo está en él”, debería haber servido de epígrafe al libro de Freud: “La Interpretación de los Sueños”, porque Freud, como los rabinos, sitúa todo en el pasado (1). Bloom, a pesar de que su observación apunta hacia otro objetivo, tiene razón. En Freud, el amor, y aquí retomamos el recorrido que comenzamos en el primer texto dedicado a este tema, es pura repetición, porque en Freud “cuando amamos, no hacemos más que repetir; encontrar el objeto es siempre reencontrarlo y todo objeto de amor es sustitutivo de algún objeto fundamental, previo a la barrera del incesto”, apunta Jacques-Alain Miller (2).

Un nuevo amor 

 

En cambio hay un “amor lacaniano”, un “nuevo amor” y es que para Lacan, el amor es también invención, es elaboración de saber, esa sería la razón de las palabras de amor, de las cartas de amor (3). En Lacan, el amor como invención es poder dar un nombre propio al objeto de amor y, como hizo Dante con Beatriz, “construir alrededor una obra de lenguaje” (Jacques-Alain Miller).
El amor como repetición en Freud se encuentra en los “Tres ensayos para una teoría sexual”, allí Freud dice que el prototipo de toda relación amorosa es el de un niño que toma el pecho de su madre, es decir, se define al amor como la repetición de esa satisfacción primaria, pero con Lacan se piensa que esa satisfacción primaria debe ser encontrada en una persona con su carácter imaginario, el pecho no es una persona, dice Jacques-Alain Miller, y es necesario enamorarse, o sea, simbolizar, imaginar.

En Freud el amor siempre está articulado al “valor” del objeto y esto siempre trae dificultades, pues se oscila entre dos extremos o es “demasiado poco” o es “demasiado”, siempre hay que saber el valor del objeto, lo que el Otro está dispuesto a pagar por él. El hombre debe oscilar entre Madre y Dirne, Dirne de acuerdo a Freud es una repetición desplazada de la infidelidad imaginaria de la madre hacia el niño con el padre; sostiene Lacan que, cuando se dice Dirne, se trata de una condición de amor: “que la mujer en cuestión no sea toda para el sujeto”, se opera aquí la separación entre propiedad y goce, separación significante necesaria para que aparezca el derecho y al mismo tiempo para que algo escape al poder del símbolo. “Es una manera de decir que, en el nivel del goce, la mujer se escapa, la mujer huye. De este modo, las mujeres son infieles, aun cuando sean fieles. Son esencialmente infieles”, dice Jacques-Alain Miller.

Por eso —continúa Miller— es una estupidez decirle a una mujer: “Tú eres mi mujer”, pues lo único que podría decirse es: “Tú eres la mujer del Otro, siempre, y yo te deseo en tanto eres la mujer del Otro”, en la vida erótica pues el valor siempre la da el Otro.

 

Amor, deseo y "hombres sin ambages"


Pero no sólo esta división entre “demasiado” y “demasiado poco” está en la base lógica del amor, se encuentra también en Freud otra bipolaridad: la de la corriente tierna y la corriente sensual que, para Lacan, obedece a la lógica de la divergencia y convergencia entre amor y deseo sexual. Sigamos el hilo conductor de estas ideas de Lacan. En su texto “La significación del falo”, que Miller considera una continuación de las “Aportaciones a la psicología de la vida amorosa” de Freud, sostiene que para la mujer, la vía predominante es la convergencia entre amor y deseo en el mismo objeto, en cambio para el hombre lo que predomina es la divergencia entre amor y deseo. Para la mujer el mismo objeto masculino debe sostener el amor y el deseo sexual; para un hombre el objeto femenino puede ser amado o deseado, lo que no excluye que en algún caso, ambos, deseo y amor coincidan en un mismo objeto, es decir, que un hombre quiera y desee al mismo tiempo a una mujer.

Así no hay simetría de los dos sexos, la asimetría se da por el hecho, dice Freud, de que existe un tabú de la virginidad para la mujer pero no para el hombre, así la mujer será siempre “heteros”, el otro que el hombre, su no semejante; y el hombre, para neutralizar esa alteridad, inventa el matrimonio, de esto se concluye que ser la mujer legal de un hombre puede significar, para la mujer, la desaparición de su alteridad y que le resulte necesario ser la mujer ilegítima de otro para recuperarla (4).

Y aquí viene un consejo de Lacan para conservar el amor de una mujer, ... sí, del Lacan teórico, lógico, esquemático, “hágalo usted, y verá como la va”, dice, y está garantizado ciento por ciento para “hombres sin ambages”: Dejad que las mujeres pavoneen su alteridad, no las marcas de la propiedad, no las marcas de la conformidad, no las marcas de lo mismo.

Notas

 

(1) Harold Bloom. De Freud en adelante. En: Poesía y Creencia. (Madrid: Cátedra, 1991).

(2) Jacques-Alain Miller. Lógicas de la Vida Amorosa. (Buenos Aires: Manantial, 1991/2000)

(3) El peso que tienen las palabras, las letras de amor se puede leer/sentir en esos Fragmentos de un Discurso Amoroso de Roland Barthes.

(4) El mundo laboral también se presenta como un forma de ser otra para la mujer, por lo menos es lo que creen ciertas feministas, pero, por el otro lado, como es la imitación de una acción que por cientos de años ha estado reservado al hombre no consigue la salida, pues se parece, en lo simbólico, al matrimonio: fuerza la semejanza (dar el mismo apellido, el mismo rol, el mismo lugar) por medio de mecanismos de identificación narcisista entre hombre y mujer. La posición radicalmente diferente de ser mujer que presenta por ejemplo “Mujeres Creando” en nuestro medio, parece una mejor salida a la pérdida de la alteridad en la mujer.
 

Las teorías literarias en Bolivia (Primera parte)


LUIS H. ANTEZANA

RENATO PRADA OROPEZA


















Autor: Marco Antonio Loza Sanjinés

Publicado por primera vez en la revista: El Juguete Rabioso, abril 10 de 2005. La Paz Bolivia


Introducción

 

¿Se produce teoría literaria en Bolivia? La respuesta es seguramente no. Lo que sí hay es una gama muy amplia de “lecturas”, aplicando diversas y diferentes teorías producidas en otros lugares. El campo de lecturas está dominado por dos corrientes principales: la Semiótica de estirpe francesa y los Estudios Culturales, ésta última está más cerca de la sociología que de la literatura. En esta nota nos proponemos revisar la obra de dos divulgadores de la primera corriente, siguiendo el entusiasmo que sustenta la frase de Marguerite Yourcenar: “No hay tarea tan apasionante como la de confrontar los textos”. Compararemos aquí los textos de Renato Prada Oropeza y de Luis Huáscar Antezana, dos estudiosos que fueron los primeros en “traer” a Bolivia las ideas de la Semiología francesa.

 

La autonomía literaria

 

Renato Prada publica en 1976 lo que seguramente es el primer libro de divulgación de la Semiología: “La autonomía literaria”. Sus años en Lovaina (Bélgica) fueron fructíferos en lecturas, a decir por la amplia bibliografía en francés que se encuentra en su libro. Encontramos en ese libro a autores ya míticos como Ferdinand de Saussure sobre el que se fundan las concepciones del signo de gran parte de la semiología francesa; Roland Barthes, hoy todavía muy leído y utilizado para leer la literatura boliviana (Cf. “Las tentaciones de San Ricardo” de Marcelo Villena); se encuentra la referencia al famoso “Diccionario Enciclopédico de las ciencias del lenguaje” de Ducrot y Todorov; ya tenía una lectura de Derrida (“La escritura y la diferencia”). En el texto de Prada notamos la voluntad de un trabajo dedicado a probar la autonomía literaria siguiendo ideas de la semiología pero, también, nociones diferentes como las del Formalismo Ruso o el Círculo de Praga citando a autores ahora casi olvidados como Mukarovsky o Tynjanov; con esas herramientas teóricas puede sostener que la obra literaria se mueve en otros registros además de el de la comunicación y que la intención dominante en ella es la “función poética”, por eso se hace necesario estudiar el sistema literario con métodos propios basados en el estudio de la lingüística, por ejemplo la semiología.

 

Luis H. Antezana

 

Al año siguiente a la publicación de “La autonomía literaria”, se publica un libro que lleva un título ya más explícito: “Elementos de semiótica literaria” de Luis H. Antezana. Texto emblemático y de mucha influencia en las lecturas que después se harían de la literatura boliviana, sobre todo las producidas en la academia.
Los “Elementos...” constan de un cuerpo teórico en el que se presenta a todo el Olimpo francés y un conjunto de lecturas (sobre: “Morada” de Eduardo Mitre, “Estrella Segregada” de Cerruto y “La Chaskañawi” de Medinaceli). En la parte teórica encontramos los conceptos lingüísticos esenciales, tales como: la distinción entre lengua y habla (F. De Saussure), el concepto de signo, sintagma y paradigma, las funciones del lenguaje (Roman Jakobson), enunciado y enunciación, etcétera. Luego están las “Hipótesis semióticas”, es decir, cómo los conceptos lingüísticos engarzan con la literatura: el intertexto, relato y narración, etc. Para Antezana el lenguaje literario produce un sentido siempre renovado, siempre en movimiento y por lo tanto no podría reducirse al “material de base” (el lenguaje ordinario), por eso son necesarias las Teorías de la lectura.

Así, de golpe, en los años 1976 y 1977, estos dos textos nos presentan teorías literarias novedosas. Al comparar las bibliografías de ambos libros encontramos muchos autores visitados por Prada y Antezana: Roland Barthes en primera fila, Émile Benveniste, Algirdas Julien Greimas, Lois Hjelmslev, por supuesto Ferdinand de Saussure, Roman Jakobson, Jacques Derrida, Julia Kristeva (que no está presente en “La autonomía...” pero sí en un libro posterior de Prada: “El lenguaje narrativo”, 1979, que él mismo dice es continuación de aquél). Luis H. Antezana cita el texto de Prada en sus “Elementos...” y también en su “Teorías de la lectura” (1983).

 

La bifurcación

 

Ahora bien, los caminos de ambos estudiosos de la literatura –con tantas lecturas en común– se bifurcan: Prada venía o arribaba de la creación literaria, recordemos que escribió: “Argal” (cuentos) en 1967, “Ya nadie espera al hombre” en 1969, “Al borde del silencio” en 1970, “Los fundadores del alba” (seguramente su mejor novela) en 1969, “El último filo” en 1976, “Poco después humo” en 1990. En cambio, Luis H. Antezana después, digamos, de haber(se) aclarado las ideas centrales que sustentarán su obra posterior, toma el camino que va hacia la crítica literaria y es en esta labor en donde verdaderamente produce lo mejor de su obra, es de hecho, el crítico literario que más creativamente utiliza todo el bagaje teórico de que dispone y que es bastante.

 

Nota bibliográfica: 

 

Prada, Oropeza Renato. La Autonomía Literaria. (La Paz-Cochabamba: Los amigos del libro, 1976)
Antezana, Luis H. Elementos de semiótica literaria. (La Paz: Instituto Boliviano de Cultura, 1977)